Ciudades

Diseño urbano

Los coches y la ciudad

El coche es un símbolo de comodidad y movilidad, pero también de ruido y contaminación. Su masiva presencia divide las ciudades entre velocidad y espacio perdido, innovación y contaminación, periferia con amplias calzadas y centros congestionados. La lucha por conseguir el equilibrio define el pulso de las urbes modernas.

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06
febrero
2025

¿Qué otro invento ha definido tanto nuestra relación con el tiempo y la distancia como el automóvil? Surgió para darnos libertad, pero nos ha cambiado más de lo que imaginamos. Karl Benz presentó al mundo en 1886 el primer coche moderno: el Benz Patent-Motorwagen, una máquina rudimentaria pero revolucionaria, impulsada por un motor de combustión interna. Aquel invento, más que un avance tecnológico, fue una promesa de libertad y movilidad que marcaría el rumbo del siglo XX.

A finales del siglo XIX, los coches irrumpieron en las calles, hasta entonces dominadas por carruajes y peatones, como un espectáculo nuevo y fascinante. Donde antes resonaban los cascos de caballos, ahora se escuchaban motores ruidosos que hacían girar cabezas y provocaban más de un susto entre los transeúntes. En las ciudades estos ruidosos artefactos causaron tanto admiración como recelo. Si bien permitían acortar las distancias y transformar el comercio, también trajeron consigo desafíos inéditos: congestión, ruido y una reorganización del espacio público que continúa evolucionando hasta nuestros días.

Los automóviles han sido fundamentales en el desarrollo de las ciudades, proporcionando una movilidad flexible que facilita el acceso a diferentes distancias. Permiten a las personas desplazarse con rapidez y comodidad, lo que es especialmente valioso en urbes con infraestructuras de transporte público limitadas o en áreas donde las distancias son significativas.

Los coches han moldeado profundamente el urbanismo de las ciudades modernas, priorizando en la mayoría de los casos el movimiento rápido de vehículos sobre las necesidades de las personas. Desde mediados del siglo XX, el diseño urbano se reconfiguró para dar cabida a amplias avenidas, carreteras y estacionamientos, relegando el espacio público. Los suburbios surgieron como consecuencia directa de esta lógica, con calles diseñadas para el acceso en coche y zonas residenciales alejadas de los centros urbanos. Los núcleos históricos, en contraste, se enfrentaron al desafío de adaptar sus estructuras estrechas y peatonales a un flujo de vehículos cada vez mayor, generando conflictos entre tradición y modernidad. Este modelo de urbanización centrado en el automóvil ha promovido la expansión descontrolada de las ciudades y ha dificultado la creación de entornos sostenibles, accesibles y centrados en las personas.

Los núcleos históricos se enfrentaron al desafío de adaptar sus estructuras estrechas a un flujo de vehículos cada vez mayor

Hoy es una realidad de la que nadie duda: a pesar de los beneficios que los automóviles han traído a las personas, su uso masivo ha generado una serie de problemas que afectan significativamente a la calidad de vida de las ciudades y por extensión de sus habitantes. Uno de los impactos más notorios es la contaminación del aire. Los vehículos de motor emiten grandes cantidades de dióxido de carbono (CO₂) y otros contaminantes que contribuyen al cambio climático y afectan directamente a la salud de las personas. Según la Unión de Científicos Conscientes, las emisiones de automóviles, camiones y autobuses representan más de una quinta parte de la contaminación total en Estados Unidos relacionada con el cambio climático, una cifra alarmante que refleja la magnitud del problema.

Además de la contaminación atmosférica, el ruido generado por el tráfico vehicular constituye otra forma de deterioro urbano. El constante sonido de motores, bocinas y frenadas crea un ambiente acústicamente hostil que afecta tanto a los seres humanos como a la fauna urbana. Este tipo de contaminación, aunque menos visible, impacta profundamente en el bienestar de quienes habitan las ciudades, pudiendo provocar problemas auditivos, estrés, trastornos del sueño e incluso enfermedades cardiovasculares.

Los coches ocupan cerca del 70% del espacio público urbano, a pesar de que permanecen estacionados el 90% del tiempo

Otro aspecto crucial es la ocupación del espacio público. Los automóviles, tanto en circulación como estacionados, ocupan una proporción significativa de las calles y áreas urbanas. UNICEF estima que los coches ocupan cerca del 70% del espacio público urbano, a pesar de que permanecen estacionados el 90% del tiempo. Esta situación limita las áreas destinadas a peatones, ciclistas y espacios verdes, reduciendo las oportunidades de interacción social y disfrute de un entorno más saludable y equilibrado.

¿Sacar los coches de las ciudades?

Nadie duda de que los vehículos son imprescindibles en nuestro actual modo de vida, pero cada vez más voces reclaman reducir su presencia en las ciudades. Esto, sin embargo, es una tarea compleja que exige un enfoque integral y la implementación de múltiples estrategias. Una de las más efectivas ha sido la adopción de políticas de restricción vehicular en áreas urbanas específicas. Ciudades que han introducido tasas de circulación, como Londres o Estocolmo, han logrado reducir los niveles de tráfico entre un 12% y un 33%, demostrando que las medidas económicas pueden ser una razón eficaz para desincentivar el uso del coche en favor de alternativas más sostenibles.

Las ciudades que han introducido tasas de circulación han reducido los niveles de tráfico entre un 12% y un 33%

En Madrid, sin ir más lejos, desde 2022 se han ido endureciendo de forma progresiva las restricciones en la circulación de determinados coches. Estaba previsto que a partir del 1 de enero de 2025 los coches que no tuvieran distintivo ambiental no pudieran acceder a la capital, aunque se ha anunciado una moratoria sobre esta medida de 12 meses más.

Ante esta situación en las grandes ciudades, las alternativas para los que deciden dejar su coche en casa incluyen el fomento del transporte público y la movilidad activa. Incrementar la eficiencia y accesibilidad del transporte público, junto con la creación de calles peatonales y carriles bici segregados, ha reducido el uso del automóvil en algunos centros urbanos hasta en un 20%. Además, los esfuerzos por conectar mejor las periferias con los centros urbanos mediante infraestructuras de transporte público contribuyen a disminuir la dependencia del coche en zonas menos densas.

La innovación tecnológica también desempeña un papel clave en la transformación de la movilidad urbana. Los avances en vehículos eléctricos y autónomos, junto con las aplicaciones de movilidad compartida y los sistemas de alquiler de bicicletas o patinetes, ofrecen opciones más sostenibles y eficientes.

La tarea de sacar los coches de las ciudades no es sencilla, pero con un enfoque que combine regulación, educación, tecnología y participación, es posible que los núcleos urbanos vuelvan a vivir una transformación como la que significaron los coches en las calles.

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