Lo que no sabemos de la moda ultrarrápida
Shein fue en 2024 la gran triunfadora de la moda global, pero la moda ultrarrápida se enfrenta a voces críticas. Además de su impacto medioambiental, se cuestiona la seguridad de sus productos.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2025

Artículo
El consumo de moda ha ido escalando en las últimas décadas: el boom primero de las cadenas de moda rápida y la aparición después de las compañías de ecommerce especializadas y de la moda ultrarrápida han asentado un modelo en el que se renueva de forma recurrente el vestuario. Casi se podría decir que ha muerto el fondo de armario: ahora, todo lo marca la tendencia.
Según la Fundación Ellen MacArthur, la producción de ropa se ha doblado en los últimos 15 años, aunque cada vez vestimos mucho menos cada una de esas prendas que compramos. El I Estudio de Triodos Bank sobre consumo de moda en España suma que el 20% de la población se gasta cada mes una media de más de 50 euros en prendas fast fashion. Prácticamente, todo el mundo compra: el 90% de la ciudadanía reconoce que, cuando elige cómo y con qué vestirse, acaba en cadenas de moda rápida o ultrarrápida. Un 51% de la población compra moda todos los meses.
En este cambio de modelo, las grandes triunfadoras fueron, en su primera etapa, las cadenas globales, como Zara o H&M y, luego, los gigantes del comercio electrónico que vienen de China, como Temu o Shein, y que asentaron el modelo ultra fast fashion (más rápido, con más ciclos de tendencias y más barato).
Esta última compañía fue, según las conclusiones de GlobalData, la gran ganadora del mercado de la moda mundial en 2024. «Se prevé que la cuota de mercado de Shein suba en 0,24 puntos porcentuales hasta el 1,53%, impulsada por los precios ultrabajos y su respuesta rápida a las tendencias de moda, lo que le ayuda a situarse por delante de la competencia a pesar de las constantes críticas por sus prácticas laborales e impacto medioambiental», apunta la analista senior de moda de la firma, Pippa Stephens.
Igualmente, este éxito –y la popularización de comportamientos como los hauls (comprar un montón de productos de golpe y contarlo en redes) – ha abierto nuevos debates. Uno de los más habituales es el conectado con la sostenibilidad y el efecto que tiene sobre el medioambiente este pico de consumo de moda. Las propias compañías –tanto de fast fashion como de ultra fast fashion– se defienden. Todas las grandes de la moda rápida han lanzado proyectos de sostenibilidad o líneas verdes en los últimos años. Shein, el nombre más popular de la moda ultrarrápida, lo ha hecho igualmente. Recientemente, presentaba sus datos para 2024, en los que defendía que había logrado reutilizar el 40% de materiales excedentes, apostado por la circularidad y reducido el uso de agua.
Aun así, el tema ambiental no es el único que se cuestiona. También se debate sobre el impacto económico que tiene sobre la industria el éxito de la moda ultra fast fashion y sobre la seguridad de esos productos. ¿Son estas camisetas a euro, estos vestidos de precios imbatibles y estas prendas de ultimísima tendencia realmente seguras?
¿Riesgos en la moda ultrarrápida?
Las asociaciones de consumidores llevan años alertando de que vestir moda ultrarrápida lleva aparejados riesgos. La OCU remite a un análisis sobre Shein en el que destacaba, ya en 2023, como puntos negros de su producción tanto las «condiciones nefastas para los trabajadores» o el fomento de un «consumo inconsciente» como los riesgos para el medioambiente y la salud. La organización española referencia también los datos de un informe de la belga TestAchats, que concluye que las prendas de la moda ultrarrápida son una suerte de lotería.
«Algunas prendas pueden ser de buena calidad y ofrecer así un buen equilibrio entre calidad y precio, mientras que otras pueden ser de malísima calidad», asegura su experta en moda, Carine Deschamps. En esa lotería, entraría igualmente la seguridad. La organización recuerda que en Europa la normativa REACH marca los límites de presencia de ciertas sustancias que pueden acumular la ropa y el calzado. «Pero muchos de estos sites de fast fashion no se preocupan realmente de ello», señala Deschamps.
Un estudio de Greenpeace concluyó que el 15% de una selección de 47 prendas presentaba sustancias químicas peligrosas
Algunos experimentos prácticos han dotado de pruebas empíricas a estas voces críticas. El más conocido es que el hizo en 2022 Greenpeace, usando 47 prendas de Shein compradas en Austria, Alemania, Italia, España y Suiza. El 15% de los productos analizados mostraba una presencia de sustancias químicas peligrosas «que superan los límites reglamentarios de la UE». Cinco de ellos lo hacían en un 100%. «Los productos de Shein que contienen sustancias químicas peligrosas están inundando los mercados europeos y violando las normas que las autoridades no hacen cumplir», decía entonces Celia Ojeda, responsable de biodiversidad en Greenpeace.
Al otro lado del teléfono, y en el presente, Ojeda confirma que, para entender por qué ocurre esto, hay que tener en cuenta dónde y cómo se fabrica esta ropa. Llegar al mercado con «50 microtemporadas» como ha asentado la mora ultrarrápida «implica procesos de producción muy rápidos, con poco control y mucha precariedad», alerta la experta.
El estudio de Greenpeace fue viral, pero no es el único. Otro del pasado verano en Corea del Sur midió niveles de tóxicos en prendas y accesorios vendidos por Shein, AliExpress y Temu y determinó que «varios productos» incumplían los estándares legales de ese país asiático. También por esas fechas la revista alemana Oko-test analizó 21 prendas de Shein comercializadas en Europa y determinó que solo un tercio llegaban a un nivel de seguridad suficiente o adecuado.
De hecho, este ha acabado por convertirse en un tema candente, uno sobre el que las compañías de ultra fast fashion empiezan a hablar cada vez más para asegurar que sí hacen los deberes. Shein, por ejemplo, asegura que en 2024 realizó más de dos millones de pruebas «con el objetivo de reforzar la seguridad y la sostenibilidad de sus productos» y que en 2025 invertirá más de 15 millones de dólares en el refuerzo de sus protocolos de seguridad.
«La seguridad de nuestros clientes es nuestra máxima prioridad y estamos realizando importantes inversiones para fortalecer nuestros programas de compliance», defiende Alessandra Bonito Oliva, responsable de comunicación de Shein España. «Hemos desarrollado un protocolo de seguridad de productos integral y multinivel que abarca antes, durante y después del proceso de venta para supervisar el cumplimiento de las leyes, regulaciones y nuestros propios estándares internos», asegura.
Shein explica que trabaja con «agencias líderes en inspección, certificación, pruebas y verificación de calidad», como Intertek, SGS, Bureau Veritas (BV) y TÜV. Al otro lado del correo, Bonito Oliva desgrana que trabajan con «cuatro pilares clave», que van de los estándares y políticas que exigen a los proveedores y en trabajo interno, pasando por la revisión de documentación y certificaciones y el monitoreo y pruebas de seguridad en productos hasta las «evoluciones dinámicas» para ver qué está pasando de forma práctica. «En el último año, hemos dejado de trabajar con más de 260 vendedores que no cumplieron con nuestros estándares de cumplimiento», ejemplifica.
Shein y Temu han anunciado mayores procesos de control y verificación de estándares de cumplimiento
Su competencia, Temu, acaba de anunciar en una nota de prensa «su asociación con Eurofins» para hacer análisis de producto y «reforzar la transparencia en los procesos de seguridad». Eurofin, prometen, hará una inspección independiente en varias categorías de producto, en las que se incluye la ropa.
Trabajar para diferentes mercados
En parte, una de las cuestiones que explican este choque está en los diferentes estándares. Lo que Europa establece como mínimo no es, necesariamente, lo mismo que en otros países se ve como lo aceptable. Esto es, las obligaciones de seguridad europeas pueden chocar contra las más laxas de los lugares de fabricación de estas prendas. ¿Están trabajando las compañías de ultra fast fashion para encajar estas diferentes sensibilidades?
En Shein prometen que así es. «Estamos comprometidos con el cumplimiento de las leyes y regulaciones locales en los países donde operamos», señala Bonito Oliva, para lo que cuentan con «equipos que monitorean y rastrean los cambios en las políticas de los países clave en los que operamos». «Nuestros equipos de cumplimiento colaboran estrechamente con la Unión Europea y sus estados miembros, así como con otros organismos regulatorios internacionales, para garantizar el cumplimiento de las regulaciones específicas de cada región», defiende la directiva, que señala que su lista de sustancias restringidas sigue tanto el Reglamento REACH como otras normativas nacionales.
Aun así, ¿protegen realmente los altos estándares de la Unión Europea a un nivel práctico? Abordando el tema de forma general con Ojeda, la experta en moda de Greenpeace recuerda que, más allá de lo que dice la norma, hay una cuestión importante para tener en cuenta, el control real que se ejerce en frontera. De todo lo que llega, no se analiza todo, sino una parte reducida. No se abren todos los paquetes y todos los contenedores de tráfico marítimo, ni se pasa todo lo que viene en esos envíos por el filtro de la prueba científica.
Igualmente, la experta también indica que la cuestión es mucho más compleja que el efecto que las prendas de ultra fast fashion pueden tener sobre quien las viste. «No pensamos en cómo le afecta a la persona que lo produce», advierte.
¿Promesas verdes o un cambio de modelo?
¿Existe alguna solución? Las empresas de la industria de la moda –tanto la fast como la ultra fast fashion– están realizando cambios en sus materiales, sus procesos de producción y los servicios en el punto de venta. Solo hay que darse un paseo por una tienda cualquiera de una cadena de moda escogida al azar para ver mensajes sobre materias primas, explicaciones sobre fabricación o hasta incentivos al reciclaje de la ropa que ya no se usa.
Desde Shein señalan que, además de trabajar en protocolos de seguridad y en «pruebas exhaustivas tanto de materiales como de productos», están trabajando en cuestiones medioambientales. «Estamos igualmente comprometidos con reducir el impacto ambiental de nuestros productos mediante inversiones en soluciones innovadoras y tecnologías que ayuden a reducir el uso de agua y energía», asegura Bonito Oliva, que subraya que trabajan en el desarrollo de un proceso de reciclaje de poliéster con la Universidad Donghua o que han empezado a incorporar poliéster reciclado en sus prendas.
Ojeada: «A menos que haya medidas políticas que pongan límites, los avances son ‘greenwashing’»
Las organizaciones ecologistas son, aun así, críticas con las promesas de la industria de la moda en cuestiones de reciclaje y uso de materiales. Ojeda señala que el que compañías como Shein empiecen a hablar de reciclaje «es greenwashing». «A menos coste de producción, más costes medioambientales y sociales», sintetiza.
Al final, si se siguen fabricando cantidades ingentes de prendas por parte de la industria de la moda y se sigue inundando el mercado, no se ha cambiado mucho. «A menos que haya medidas políticas que pongan límites, los avances son greenwashing», sentencia.
«El problema es que la fast fashion ha tocado tope», insiste, recordando que la moda genera el 10% de las emisiones de efecto invernadero, contamina el 20% del agua dulce del planeta y depende del poliéster, que es al final microplásticos. El reciclaje «no es la solución, sino una de las herramientas sobre la mesa», añade. «Tenemos más prendas en el mundo de las que podemos reciclar», recuerda.
Una camiseta a cuatro euros nunca podrá ser, por tanto y como señalan las voces críticas, sostenible o respetuosa. No lo ve así la propia industria de la moda. «Existe la percepción errónea de que precios accesibles equivalen a baja calidad», apunta Bonito Oliva, que defiende que la producción bajo demanda les permite reducir desperdicios e ineficiencias.
COMENTARIOS