Aprovechar el conocimiento ecológico tradicional para la adaptación al cambio climático
La industrialización y sus lógicas de producción intensiva, cada vez más desvinculadas de los ritmos ecológicos y las necesidades locales, ha relegado el conocimiento ecológico tradicional (CET) a un segundo plano frente a un conocimiento basado en la tecnificación, la mecanización y la especialización.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2025

Artículo
Recuperar antiguas variedades de trigo de climas áridos como, por ejemplo, el andaluz, ofrece oportunidades reales de adaptación frente al cambio climático. Dejar playas en barbecho, permitiendo el crecimiento de crías de moluscos, parece una decisión sensata para favorecer la regeneración de bancos marisqueros y garantizar su disponibilidad en un futuro. Estas prácticas son expresiones del conocimiento ecológico tradicional (CET), una fuente de saberes aún conservados por algunas comunidades de agricultores y pescadores.
No surge desde la ciencia académica, sino que se construye desde la experiencia directa, de ensayo y error, de la observación continuada del medio, compartido entre generaciones en comunidades estrechamente ligadas a sus territorios. Es un saber que contempla las interrelaciones entre todos los elementos de un ecosistema, es capaz de incorporar aprendizajes nuevos y difícilmente separa lo natural de lo cultural o espiritual. Existe una amplia evidencia de que este conocimiento ha favorecido históricamente un manejo verdaderamente sostenible de sistemas agrarios y pesqueros, así como la conservación de paisajes y el patrimonio biocultural. Sin embargo, la industrialización y sus lógicas de producción intensiva, cada vez más desvinculadas de los ritmos ecológicos y las necesidades locales, ha relegado el CET a un segundo plano frente a un conocimiento basado en la tecnificación, la mecanización y la especialización.
Comunidades agrarias y pesqueras en primera línea de impacto
Quienes custodian el conocimiento ecológico tradicional están hoy en la primera línea del impacto climático: son los primeros en percibir los cambios y, a menudo, también en responder. Sin embargo, sus saberes siguen siendo poco considerados a la hora de diseñar estrategias de adaptación al cambio climático. En consecuencia, muchas de las respuestas institucionales quedan desconectadas de las realidades territoriales, son de difícil aplicación, o inaccesibles (por ejemplo en el caso de subvenciones o la implantación de nuevas tecnologías). A su vez, la investigación pierde oportunidades clave para ajustar hipótesis, focalizar esfuerzos o acceder a datos básicos recogidos a pie de campo o de mar. Favorecer la coexistencia entre saberes es, por tanto, esencial, para promover un diálogo real entre la ciencia, la administración pública y el sector primario, y así afinar nuestra respuesta al cambio climático.
Tendiendo puentes entre saberes para formular medidas de adaptación al cambio climático
El proyecto Vía Sabia ha puesto en práctica metodologías participativas para armonizar el conocimiento ecológico tradicional con el conocimiento científico-técnico, con el objetivo de proponer soluciones que incorporen las experiencias y necesidades del sector primario en cuatro territorios de estudio: Andalucía, Cataluña, Galicia e Islas Baleares. Es una propuesta innovadora por haber reunido a personas agricultoras y pesqueras, ofreciendo un espacio para compartir problemáticas comunes y pensar en soluciones válidas e incluso complementarias. De estos encuentros han surgido 18 recomendaciones, con el fin de que sean consideradas en el programa de trabajo del Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2030 para el periodo 2026-2030.
Recomendaciones para la adaptación ecológica
En primer lugar, proponemos medidas orientadas a integrar el conocimiento ecológico tradicional en la protección, gestión y restauración de los ecosistemas donde se realizan actividades productivas o pesqueras. Resulta interesante recuperar principios de la gestión comunal, como la organización colectiva de caladeros o montes, que encarnan una visión territorial compartida y una lógica de corresponsabilidad. Se plantea reforzar la cogestión de recursos y actividades extractivas, así como fomentar la regeneración del suelo a través de prácticas como el compostaje o el uso de leguminosas. La gestión participativa del agua es fundamental, para asegurar su disponibilidad mediante técnicas de captación adaptadas al contexto local, además de poder planificar cultivos en función de la realidad hídrica local. También, se subraya la necesidad de detener el declive de la biodiversidad y aprovechar su potencial para mejorar la provisión de servicios como la polinización y el control natural de plagas.
Recomendaciones para la adaptación social
A continuación, agrupamos las medidas orientadas a proteger el bienestar físico, político y cultural del sector primario, así como sus infraestructuras y modos de vida. Se trata de identificar colectivamente infraestructuras críticas (por ejemplo, en situación de riesgo frente a desastres), y avanzar hacia modelos de gobernanza colaborativa, estableciendo canales de comunicación inclusivos y adecuados a la diversidad del sector. Asimismo, se subraya la necesidad de revisar críticamente la incorporación de tecnologías, para evitar desigualdades o nuevas dependencias. Otras recomendaciones sugieren reforzar el asociacionismo y la capacidad de incidencia colectiva mediante el fortalecimiento de redes organizativas y estructuras comunitarias.
Recomendaciones para la adaptación económica
Finalmente, hemos recogido medidas para proteger la rentabilidad de la agricultura familiar y la pesca sostenible de cercanía, sectores especialmente expuestos a la incertidumbre financiera que el cambio climático está ya agravando. Proponemos el aprovechamiento comercial de especies invasoras o problemáticas, eliminando barreras normativas e invirtiendo en técnicas de control. También se aboga por establecer mecanismos financieros transformadores, como la remuneración por servicios ecosistémicos, una renta agraria básica o líneas de financiación específicas adaptadas a las prácticas sostenibles en cada territorio.
Se recomienda derivar esfuerzos hacia la recuperación y valorización de variedades agrícolas, razas ganaderas y especies pesqueras autóctonas, así como la protección activa de la producción ecológica, local y de proximidad, con especial atención a los modelos familiares. La reconfiguración de las cadenas de comercialización hacia sistemas alimentarios locales, agroecológicos y saludables, acompañados de programas de sensibilización para las personas consumidoras se estima como una medida necesaria.
¿Y ahora qué?
Con las recomendaciones sobre la mesa, ya existe interés y voluntad en cada territorio para avanzar en la implementación de estas medidas. En problemáticas complejas como el cambio climático, no existe una receta universal de adaptación. Aquí es precisamente donde el conocimiento ecológico tradicional puede ser un gran aliado, por eso es fundamental reconocer la importancia de integrar voces y saberes de manera constante y coordinada, para llegar a soluciones reales y duraderas.
Verónica Rebollo es integrante de Alimentta, ‘think tank’ para la transición alimentaria
COMENTARIOS