Sociedad

«El problema de algunos países es la desmemoria»

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14
septiembre
2021

El día que un viñetista inmortalice a Antonio Rubio (Melilla, 1951) dibujará al periodista melillense con un libro bajo el brazo diciendo «leed, leed, leed». Y es que para Rubio ese es uno de los grandes secretos detrás de cualquier periodista. Más de uno de sus colegas, como es el caso de Martín Caparrós, coincide con él. Rubio logró este año una exitosa campaña de ‘crowdfunding’ para publicar su nuevo libro, ‘El desastre de Annual a través de la prensa’. Con él rescata a las firmas de quienes contaron cómo sucedía, hace cien años, aquella histórica derrota española en la guerra del Rif, cuyos efectos colaterales desembocaron, en parte, en la dictadura de Primo de Rivera, la salida de Alfonso XIII, la instauración de la Segunda República y, finalmente, el golpe de Estado de Francisco Franco. Para él, conocer el pasado es imprescindible si se pretende comprender el presente. «En España aún hay muchas historias pendientes», sentencia. Su pluma, que en su día incomodó a ETA y a los GAL, así como a políticos y empresarios corruptos, sigue al servicio del periodismo; un oficio que ahora, más que nunca, necesita dejar muy claros sus límites con la política, los fanatismos, y el espectáculo. Porque para Rubio, el suyo es un oficio que constantemente revive aquella idea de Albert Camus: «Un país vale lo que vale su prensa». 

Siempre ha insistido en que ahora es el momento inmejorable para ejercer el periodismo. Pero ¿cómo lograrlo en un contexto en el que las redacciones parecen prescindir de sus reporteros para abrazar la silla de oficina?

La situación no es buena para los periodistas, pero tampoco para el resto de profesiones. Por eso hay que estar en una continua formación, sobre todo en nuevas narrativas; reinventarse, ser emprendedor y apostar por los nuevos medios que están surgiendo. No vendrán a buscarte a no ser que puedas aportar algo, y ese algo es el ‘valor añadido’ que, finalmente, necesitarán los medios.

El periodista argentino Tomás Eloy Martínez decía que los datos impactan, pero que las historias son las que conmueven. ¿El futuro del periodismo está en el análisis de los datos o es hoy, más que nunca, necesario apostar por contar historias?

El periodismo de datos no es algo nuevo, es un complemento a una buena información. Además, hoy, tenemos una serie de herramientas como bases de datos y material que antiguamente no existía. Pero la aportación de datos para dar mayor credibilidad y veracidad lo han practicado Albert Camus, Víctor Ruiz Albéniz e incluso el propio García Márquez.

¿Entonces es realmente necesario tener un equipo de fact-checking en las redacciones? ¿Se ha roto el pacto entre el periodista y el lector que implicaba que el primero siempre contará la verdad?

El fact-checking se produce por la situación actual de los medios y de las redes: la desinformación, la manipulación, la especulación… es algo que está ahí. Para combatirla necesitas saber de dónde viene la información, cómo viene y quién la transmite. Antiguamente, en las redacciones, existían los editores. Eran profesionales con un largo recorrido y supervisaban las informaciones. Hoy esa figura, prácticamente, ha desaparecido para abaratar costes en las redacciones. El resultado final es que nos encontramos con hechos desagradables que después se demuestran que no eran verdad. Sí, hace falta un mayor control y supervisión de la información que se publica y, sobre todo, indicar la procedencia.

Los canales digitales –YouTube, por ejemplo– han hecho aun más delgada la línea entre el periodismo y el espectáculo. El ejemplo más evidente es el caso del streamer Ibai Llanos. ¿Qué deben tener presente los periodistas al momento de adaptarse a las complejas herramientas digitales dominadas hoy por la juventud?

«Hay que preguntarse por qué Ibai Llanos ha llegado a la gente, sobre todo a los jóvenes»

Las herramientas digitales son muy interesante y son bienvenidas, pero lo que habrá que preguntarse es por qué Ibai Llanos ha llegado a la gente, sobre todo a los jóvenes. Es posible que algunos periodistas no se hayan adaptado a las nuevas herramientas o que no aporten ‘valor añadido’ a la información. Pero el problema no son las herramientas, el problema es si sabemos utilizarlas y cómo utilizarlas. Yo hice periodismo deportivo en mis inicios y ahora veo algunos informativos, llamados periodísticos, que son cualquier cosa menos periodismo. Ibai Llanos ha aportado algo fresco, diferente, y no está en la nómina de ningún club de fútbol.

Son tiempos de polarización política y social en los que el activismo parece estar más vivo que en la generación anterior. ¿Puede un periodista comprometerse con una causa o, por el contrario, resulta esto incompatible con el oficio? 

El periodismo es compromiso, lo que ocurre es que hay que saber diferenciar. Una cosa es hacer periodismo y otra utilizar el periodismo para tus intereses personales o ideológicos. Un periodista puede comprometerse con los derechos humanos y denunciar el tema de los refugiados, pero comprometerse con la extrema derecha o con la extrema izquierda y hacer apología de esas ideas ya no es periodismo. Las tertulias no han hecho bien al periodismo.

Siempre se ha sostenido que el periodismo, como tal, se hace en la calle. ¿Por qué formarse en una carrera como esta?

«El periodismo es compromiso, lo que ocurre es que hay que saber diferenciar y no utilizar el periodismo para tus intereses personales»

La medicina se hace en los hospitales y los médicos siguen estudiando y formándose. Los periodistas también tenemos que formarnos y saber más para que nuestras informaciones sean más precisas, exactas, y eso está en la calle; reportear y estudiar son cuestiones básicas. Yo siempre digo que hay que formar para informar.

A propósito de su nuevo libro, ¿por qué cree que es necesario destacar la importancia del periodismo en cuanto a la elaboración de la historia?

Me limitaría a recordar a maestros del periodismo como Ryszard Kapuscinski, que explicaba que «todo periodista es un historiador. Investiga, explora y describe la historia».

Reporteras como Clarissa Ward han estado cubriendo las convulsiones más recientes en sitios como Afganistán. Otros compañeros, como David Beriain y Roberto Fraile, perdieron la vida en el ejercicio de la profesión. Muchas piezas publicadas en los periódicos de hoy, sin embargo, se escriben al abrigo del calor y la comodidad de una redacción. ¿Es la sustitución del reportero por el redactor la imagen propia de la decadencia del periodismo?

Podría ser la imagen, pero yo situaría esta en las empresas, que son las responsables de que eso ocurra. Cuando a un redactor se le pide que redacte tres o cuatro noticias cada día la calidad baja y, si lo hace, se llama decadencia. El periodismo forma parte de la sociedad y por eso precisamente Albert Camus dijo que «un país vale lo que vale su prensa». Se podrían poner muchos ejemplos, pero esto es como los productos que consumimos: ¿quieres buena calidad o cualquier calidad? La calidad, al final, hay que pagarla.

Según el fotoperiodista Gervasio Sánchez, «las guerras no terminan cuando lo dice la Wikipedia. Éstas siguen vivas mientras sus consecuencias permanezcan». ¿Qué papel juega la prensa en unos momentos en que es posible encontrar tanta polarización política –y de opinión– en España?

El problema de algunos países es la desmemoria y esta solo se puede evitar contando las historias de ayer. En España hay muchas historias pendientes. Tenemos una Ley de Memoria Histórica, pero no tiene presupuesto y no se practica. Por eso hay que recuperar el ayer para entender el hoy.

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