Medio Ambiente

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Todos los caminos llevan a la descarbonización

Para frenar el aumento de la temperatura terrestre y sus consecuencias, empresas y gobiernos deben trabajar en consonancia en la creación de una economía que favorezca la reducción de emisiones, las inversiones verdes y la protección de la biodiversidad.

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15
marzo
2021

¿Es posible reducir la emisión de 30 mil millones de toneladas de CO2 de aquí a 2030? La elevada cifra refleja que se trata de una meta cuando menos ambiciosa. Sin embargo, está lejos de ser una tarea imposible: es una condición que debe darse si queremos cumplir con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura global a 1,5ºC y el de alcanzar la neutralidad climática de aquí a 2050. A estas alturas, no cabe duda de que el cambio climático es hoy uno de los mayores y más complejos retos a los que se enfrenta la humanidad. Y es precisamente su complejidad lo que hace imprescindible la cooperación de todos los sectores de la sociedad internacional, tanto públicos como privados, para desarrollar acciones de mitigación del cambio climático. 

Las empresas son actores clave en esta transformación, ya que son emisores de facto. Los gobiernos, por su parte, también juegan un papel clave: en su mano está diseñar políticas que premien a aquellas entidades que eviten o reduzcan la emisión de CO2 en sus operaciones y cadenas de suministro, mientras compensan sus emisiones residuales con la compra de bonos de carbono. Asimismo, las administraciones también tienen el poder de activar políticas que apoyen a aquellos mercados que sancionan los que más contaminan. Estas son algunas de las conclusiones extraídas del informe ¿Cómo debería intensificar la acción climática el sector privado?, elaborado por South Pole, una compañía que ofrece soluciones innovadoras al sector privado para mitigar riesgos y lograr sus metas en sostenibilidad.

Solo cuando las empresas se ven obligadas a utilizar su dinero para emitir menos CO2 reducen las emisiones

La compra de bonos de carbono es una herramienta internacional puesta en marcha a raíz del Protocolo de Kioto por la cual con cada bono se adquiere el derecho a emitir una tonelada de CO2. Así, si una empresa lleva a cabo actividades o desarrolla proyectos con los que reduce los GEI y quiere vender su cuota excedente a otra que esté obligada a reducir sus emisiones, puede hacerlo a través de estos bonos. De esta manera, no solo se benefician las entidades que reducen sus emisiones, sino que aquellas que sobrepasen el límite pagan más. El informe concluye que se trata de un enfoque verdaderamente eficiente, porque solo cuando las empresas se ven obligadas a utilizar su dinero para emitir menos CO2 reducen verdaderamente las emisiones.

En paralelo al funcionamiento de los mercados internacionales de compra venta de derechos de emisión y de créditos de carbono se crearon los denominados «mercados voluntarios», que no se encuentran regulados bajo ningún esquema y son de carácter voluntario. Estos, sostiene la investigación, son un potente motor de mitigación de las emisiones contaminantes y una opción atractiva para inversores que buscan alternativas verdes e inteligentes. Con todo, este mercado demuestra ser una manera rentable de conseguir acelerar la descarbonización global. Sin embargo, actualmente el precio medio del carbono ronda los 100 dólares americanos por tonelada, un precio muy bajo que no incentiva a las empresas a reducir su emisión de GEI. Junto a la poca motivación empresarial, se suma la reducida inversión en tecnologías verdes, en proyectos respetuosos con el medio ambiente y, por ende, en empleos que propulsen una economía baja en CO2. De esta manera, con las compensaciones de las emisiones emitidas por las empresas se fija un precio de carbono y se atraen fondos para proyectos empresariales que catalicen un mayor grado de descarbonización.

La pandemia de la covid-19 ha puesto de manifiesto la necesidad que tienen las sociedades modernas de ralentizar los ritmos de vida, de producción y de consumo, así como de proteger y reconectar con la naturaleza. De hecho, durante 2020, las emisiones de CO2 se redujeron drásticamente. Ahora, se trata de transformar una situación temporal en sistémica y cumplir las metas medioambientales. El liderazgo y la acción del sector privado es imprescindible si queremos alcanzar los objetivos estipulados en el Acuerdo de París.

Atrás quedaron los años de discusión sobre si la reducción interna de emisiones es más o menos efectiva que la compensación de carbono. El tiempo apremia y ahora toca llevarlo todo a cabo. «Si queremos tener alguna posibilidad de llegar al cero neto para 2050, no podemos asumir que será suficiente una u otra medida, sino que se requieren ambas y un poco más», sostiene Renat Heuberger, director ejecutivo de South Pole. Ahora que tras la renovación presidencial  Estados Unidos se ha vuelto a subir al carro climático parece un buen momento para rediseñar la estrategia global de protección medioambiental. Sobre todo porque preservar la biodiversidad es la única forma de desarrollar sociedades resilientes y más justas capaces de hacer frente a los retos del futuro.

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