Educación

¿El fin del dinero en efectivo?

El economista Kenneth S. Rogoff propone eliminar gradualmente el dinero en efectivo para luchar contra la evasión fiscal, la corrupción, el terrorismo o el tráfico de drogas y personas.

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05
junio
2017
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Aunque en las economías avanzadas la población utiliza cada vez menos papel moneda, al mismo tiempo hay más efectivo en circulación que alimenta la evasión fiscal, la corrupción, el terrorismo, el tráfico de drogas y de personas y una inmensa economía sumergida. En ‘Reduzcamos el papel moneda‘ (Deusto), el profesor de políticas públicas en la Universidad de Harvard y economista jefe del Fondo Monetario Internacional de 2001 a 2003, Kenneth S. Rogoff, ofrece una propuesta para eliminar gradualmente el dinero en efectivo y aborda las cuestiones que surgirían durante la transición, desde los miedos sobre la privacidad y la estabilidad de los precios hasta la necesidad de proporcionar tarjetas de débito subsidiadas a los más desfavorecidos.

Los banqueros centrales han empezado a preguntarse hasta qué punto podían bajar los tipos de interés por debajo de cero, mientras los tesoros públicos de los gobiernos cargados de deuda se muestran cada vez más desesperados por conseguir ingresos, mientras las agencias de seguridad tratan de frustrar amenazas terroristas y mientras los ministerios de Justicia intentan hacer frente a sindicatos del crimen nacionales e internacionales cada vez más fuertes.

Sin embargo, la mayor parte de las autoridades siguen considerando el papel moneda un hecho de la vida inmutable y limitan sus ambiciones a mitigar cualquier problema que cause. Hasta los académicos, que en teoría deberían pensar de manera heterodoxa, han concentrado su atención en complejas y arriesgadas ideas sobre políticas que hagan frente a la impotencia de la política monetaria una vez los tipos de interés son cero en lugar de preguntarse cómo podría eliminarse de una vez.

Y eso es exactamente lo que me propongo aquí. ¿Por qué no nos deshacemos del dinero en efectivo? O, para ser más precisos, ¿por qué no ir eliminándolo, con cuidado de que la transición se ejecute con extremada lentitud y de manera gradual, haciendo frente a cuestiones de inclusión financiera por medio de tarjetas de débito subsidiadas, manteniendo los billetes pequeños indefinidamente, quizá incluso con el tiempo sustituyéndolos por un sistema solo de monedas?

Quien piense que las tarjetas de débito, los pagos con teléfono móvil y las monedas virtuales ya están enterrando el dinero en efectivo no podría estar más equivocado. La demanda de papel moneda en la mayoría de los países más avanzados ha crecido de forma estable durante más de dos décadas, y aún más asombroso es que una inmensa parte de la oferta monetaria mundial está en billetes de alta denominación que los ciudadanos normales raramente ven o usan.

Problemas a gran escala

Las ganancias en actividades ilegales con frecuencia adoptan la forma de efectivo, y encontrar maneras de hacer que esos beneficios ilícitos en metálico parezcan legítimos es un componente clave de cualquier empresa delictiva a gran escala. El mecanismo habitual consiste en coger empresas legales que hacen uso intensivo del efectivo (por ejemplo, restaurantes, lavanderías y empresas de construcción), inyectarles efectivo y después falsear las cuentas para que parezca que el dinero fue ganado legalmente.

Si el papel moneda no existiera, los delincuentes y evasores de impuestos encontrarían otra manera de hacer las cosas. Pero eso es más fácil de decir que de hacer para las organizaciones criminales o las empresas que de forma sistemática declaran menos ingresos de los reales. Existen otros métodos, pero comparados con el efectivo no son tan seguros para un uso rutinario a gran escala y, por lo general, no tan líquidos. Bien es cierto que la corrupción es anterior al papel moneda y vivirá mucho después de que este haya desaparecido, pero con todo, no hay demasiadas dudas de que la capacidad para hacer pagos anónimos, en tiempo real y no rastreables en efectivo, la facilita.

Por otro lado, el Estado Islámico ha hecho un gran uso del dinero en efectivo, para empezar saqueando las cajas fuertes con dinero en los territorios que ha ocupado. El aspecto antiterrorista de restringir el efectivo, así como otros medios de pago anónimos y pseudoanónimos es, sin duda, importante, y quizá con el tiempo resultará ser el catalizador para una acción más rápida. Sin embargo y paradójicamente, en la escala global de los acopios de efectivo el terrorismo es un factor relativamente menor.

Además de facilitar las actividades delictivas, el papel moneda usado puede ser un vehículo de propagación de enfermedades. Investigadores de la Universidad de Nueva York analizaron billetes de un dólar y encontraron evidencias de miles de microbios, incluida una amplia gama de bacterias, alguna de ellas resistente a los antibióticos.

Cómo comenzar la transición

Los billetes de mayor denominación, que son con diferencia los más problemáticos, deben ser eliminados en primer lugar. Se permitiría la circulación de billetes más pequeños indefinidamente, digamos, al menos durante las dos primeras décadas de la transición general. Una etapa final, opcional pero recomendada, sería requerir la entrega de los billetes pequeños a cambio de dinero electrónico o las recién acuñadas monedas de 5 y 10 dólares. Éstas pesarían lo suficiente para que fueran incómodas de llevar y de ocultar en grandes cantidades.

Haciendo esta transición a un ritmo lento y reflexivo debería ser posible abordar varias cuestiones a medida que surjan, como están haciendo con éxito suecos y daneses. Las limitaciones tecnológicas, por ejemplo cómo hacer pagos P2P electrónicamente y cómo lograr una resolución de las transacciones a tiempo real, están desapareciendo gracias a los avances en telefonía.

Cuando la edición en inglés de este libro entraba en imprenta, el BCE anunció que planea dejar de imprimir el megabillete de 500 euros, aunque los billetes existentes seguirán siendo de curso legal de manera indefinida. Aunque es sólo un pequeño primer paso, es alentador para quienes hemos sostenido durante mucho tiempo que imprimir grandes billetes es mirar tanto por el dinero que se acaba gastando un dineral.

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