ENTREVISTAS

«En España, las reglas del juego estimulan la corrupción»

Pedro J. Ramírez es la viva imagen del periodista total y, qué duda cabe, uno de los más influyentes de la historia reciente de España.

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26
septiembre
2016

El escolta de Pedro J. Ramírez nos recibe en el portal del edificio que alberga el cuartel general del diario El Español, ubicado en el madrileño barrio de Chamartín, para llevarnos hasta un despacho inundado de luz en el que los libros trepan por las paredes y se apilan sobriamente en las esquinas, como si quisieran simbolizar cierta resistencia frente a la incontestable victoria del periodismo digital. El fundador de El Mundo es la viva imagen del periodista total y, qué duda cabe, uno de los más influyentes de la historia reciente de España. La entrevista se prolonga más de una hora y Pedro J., que está de vuelta de todo, deambula en varias ocasiones hasta su escritorio, agarrado a sus tirantes como si fueran la funda de una pistola, para leernos extractos y pasajes de algunos de los últimos libros que ha adquirido, en su mayoría ensayos de historia. Silencio, por favor. Empieza la función.

Nos gustaría empezar hablando de España y, concretamente, de la España de los dos bandos. ¿Por qué somos tan guerracivilistas, por qué nuestro país está tan polarizado?

Es una tradición con siglos de antigüedad, influenciada por la forma en la que se construyó la unidad nacional. Es en el siglo XIX cuando surgen las ideas de las dos Españas. Como decía Larra en el artículo «Día de Difuntos» de 1836, tras la decepción que le supuso la Sargentada de la Granja perpetrada por el bando progresista: «Aquí yace media España, murió de la otra media». Más tarde, en el alzamiento del 18 de julio, Machado escribió: «Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza / entre una España que muere / y otra España que bosteza. / Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas ha de helarte el corazón». Está hablando de la España con la que él se sentía identificado y de la España fraccionaria a la que consideraba anti-España. Esta nueva tercera España siempre es derrotada por la confrontación del antagonismo. La causa del naufragio es el movimiento del centro político, la falta de vertebración de esa tercera España, que es la que en definitiva desarrolla los proyectos políticos en los países democráticos y desarrollados. El concepto de alzamiento es uno de los mitos del régimen de Franco y, sin embargo, es una expresión utilizada a lo largo del siglo XIX para describir movimientos revolucionarios contra el absolutismo. Esto indica hasta qué punto la ambigüedad de los conceptos genera grandes equívocos. Al final, en la historia de los siglos XIX y XX, España es un intento permanente de institucionalizar el sistema democrático basado en el racionalismo, lo que Vicens Vives llamaba «el problema de España»: la incapacidad para asumir la libertad política, el capitalismo económico y el racionalismo en el terreno de las ideas. Yo creo que la historia de la Transición es, en gran medida, el final del problema de España, y es la tercera España la que se está abriendo camino e impregnando sucesivamente los distintos proyectos. Suárez se presentó, desde el pragmatismo, como paladín de la tercera España centrista. Para ganar, Felipe González tuvo que bajarse del burro del marxismo y convertir en socialdemócrata y posibilista al PSOE. Por su parte, Aznar tuvo que hacer el viaje al centro. En estas últimas elecciones, hemos visto cómo ha fracasado, al menos parcialmente, el proyecto de polaridad. El futuro es de la tercera España, porque avanza el nivel de vida, la experiencia cosmopolita de más gente a nivel educativo. Los planteamientos extremos pierden prestigio.

«La tercera España se está abriendo camino e impregnando sucesivamente los distintos proyectos»

¿Crees que existe realmente una vertebración de esa tercera España? El centro político y social en España nunca ha tenido largo recorrido.

Todos los proyectos de la Transición que, o bien han nacido desde el centro como UCD, o bien de un planteamiento de izquierda o derecha, se han apropiado del centro. Yo le doy una importancia extraordinaria a que, en las elecciones de diciembre de 2015, y sobre todo en las de junio, en circunstancias muy adversas, un partido como Ciudadanos siga teniendo más de tres millones de votos. Ahí están los profesionales urbanos, la gente con más capacidad de vertebrar una sociedad civil y una clase dirigente de un país.

Se ha hablado mucho de la necesidad de una segunda transición, pero no parece que se esté produciendo una regeneración de este calibre.

El reloj se detuvo en diciembre y sigue detenido [la entrevista se celebra en julio]. Las fuerzas conservadoras han demostrado que, gracias a la experiencia, tienen más capacidad de resistencia. Es verdad que las elecciones del 26 de junio se realizaron en un contexto muy perjudicial para los partidos del «pacto del abrazo»; primero porque se dieron lugar bajo el síndrome del encuestazo, es decir, del convencimiento de que Podemos iba a ser la fuerza dominante de la izquierda y tenía posibilidad de disputar la victoria al PP; y, en segundo lugar, no por el Brexit, sino por el efecto que el mismo tuvo en la bolsa. La bolsa cae y sube, pero en la última sesión antes de la votación, diez millones de españoles, prácticamente la mitad del cuerpo electoral, perdieron un promedio del 12% en la bolsa y vieron caer un 20% los bancos en los que tenían y tienen sus ahorros. Eso encoje el corazón a cualquiera. Las elecciones del 26J son las que se han celebrado en condiciones más anómalas desde el 11M, es decir, desde las del 14M. El tema de las encuestas debería ser estudiado a nivel político y científico, porque generaron un efecto autoinducido que benefició extraordinariamente al partido en el gobierno.

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En los años noventa, desde el diario El Mundo destapasteis grandes escándalos. ¿Es España hoy un país más corrupto?

En España, las reglas del juego favorecen, permiten, camuflan y hasta estimulan la corrupción. Me refiero especialmente a la endogamia de los partidos, a su falta de transparencia interna, a la arbitrariedad de la política urbanística por parte de los entes municipales y autonómicos y, por encima de todo, a la politización de la justicia a través del sistema de elección del Consejo General del Poder Judicial. Todo eso favorece la corrupción. Parece que los últimos años y meses el nivel de los escándalos, coincidiendo con la crisis económica, ha generado un cierto efecto vacuna. Ahora los políticos se lo piensan dos veces, porque varios ya están en la cárcel. María Antonia Munar, «la princesa de Mallorca», pasaba antiguamente por delante de la prisión donde ahora lleva cuatro años encarcelada, y eso que se la consideraba la persona más poderosa de la isla. O Granados, que era una especie de reyezuelo en la Comunidad de Madrid, y ahora está encarcelado… Han abusado tanto que algunas veces el cántaro se ha roto, pero esto será solo transitorio si no cambian las reglas del juego.

«El Brexit es lo peor que ha ocurrido en nuestra generación»

Vivimos tiempos convulsos y se habla, cada vez más, de desigualdad y de la desconexión entre las élites y los ciudadanos. ¿Qué lectura haces del ascenso de movimientos y líderes populistas de distinto signo?

Es evidente que hay una gran insatisfacción en la sociedad con su clase política. La percepción de que hay una casta que disfruta de privilegios y que ha hecho de esa actividad una profesión es algo muy anterior a Podemos. Cuando se fundó el diario El Mundo en 1989, ya era patente que la combinación de la ley electoral con la falta de práctica democrática en los partidos producía un efecto devastador. Eran las camarillas elegidas por procesos de cooptación las que usurpaban los derechos de participación de los ciudadanos, de manera que entonces, igual que ahora, el 60% de los miembros del Congreso estaban elegidos antes de que fuéramos a votar. Bastaba con que ocuparan puestos seguros en las listas. Y en ese juego también participaron, aunque involuntariamente, Ciudadanos y Podemos. En las elecciones de 1916, se aplicaba el artículo 29 de la Ley de Maura, según la cual, cuando en un determinado distrito solo había un candidato, o tantos candidatos como puestos a cubrir, se proclamaban automáticamente sin celebrar elecciones, de forma que el 33% de los candidatos estaba elegido antes de votar. Cien años después, el 60% de los políticos ha sido elegido en función de su subordinación, su obediencia, su servidumbre a los jefes de los partidos. El invierno de nuestro descontento ha sido muy largo y desagradable y las respuestas a esa crisis han sido de distinta índole: la nacionalista catalana; la brexitiana; la lepenista; la populista revolucionaria pseoudoinsurreccional, es decir, el fenómeno Podemos; y, desgraciadamente con carácter más minoritario, pero mucho más valioso, los movimientos regeneracionistas que, desde dentro del sistema democrático, propugnan el cambio en las reglas del juego para autentificar los mecanismos de represión política y dar más poder a los ciudadanos a la hora de decidir el destino del país.

El Brexit le ha puesto cara a los increíbles riesgos a los que se enfrenta una Europa que cada vez juega más en la periferia. ¿Cómo puede reinventarse el Viejo Continente?

El Brexit es lo peor que ha ocurrido en nuestra generación. Siempre he admirado el sistema británico y el sentido racionalista de los británicos. Para mí, como para muchas otras personas, es un auténtico trauma el que hayan elegido tan mal y que se haya terminado imponiendo este sentimiento atávico de aislamiento, que va a tener consecuencias nefastas para todos, empezando por Reino Unido y extendiéndose al proyecto común europeo. Europa está mutilada sin Reino Unido, porque este ha soldado una relación que parecía indestructible como consecuencia de su determinación implacable para defender el continente de los totalitarismos en las dos grandes guerras. Avanzamos hacia terra incognita y no es nada atractivo. Espero que el año próximo haya elecciones en Gran Bretaña y se forme una mayoría partidaria de hacer un nuevo plebiscito que enmiende el disparate cometido.

«La percepción de una casta que disfruta de privilegios es muy anterior a Podemos»

Sobre tu salida del diario El Mundo conviven distintas teorías: desde los problemas con la gestión a las presiones del Gobierno. ¿La libertad de expresión está desprotegida en España?

Como dice Tolstói en Anna Karenina, todas las familias son felices de la misma manera, pero cada una es triste a su manera. En 2014 y 2015, hubo una epidemia de despidos de directores de periódicos, pero en cada caso los componentes se combinaron de manera diferente. Todo el mundo conoce, en mi caso, que la dimensión política fue tan patente que quedó recogida en el diario de sesiones. Ningún presidente de la democracia española ha llamado mentiroso en sede parlamentaria a un periódico y, por ende, a su director, como hizo Mariano Rajoy el 1 de agosto de 2013. A continuación, se produjo el boicot a todas las actas del periódico, y simultáneamente las grandes empresas del Ibex disminuyeron dramáticamente la inversión publicitaria, tal y como consta en los boletines del Observatorio de la Difusión que AEDE hace con Deloitte.

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Tras el 11M, desde El Mundo abristeis una línea de investigación muy controvertida, que buscaba una conexión entre los atentados perpetrados por el terrorismo islamista y ETA.

No, nosotros no buscamos nunca esa conexión, tratábamos de buscar la verdad, y seguimos sin saber qué pasó. La hipótesis de la conexión era una más de las muchas que se barajaron. De hecho, según me contó en persona José Luis Rodríguez Zapatero, quien primero lo barajó de manera más contundente fue Felipe González. Nosotros destacamos aspectos tan significativos como que ETA había robado un coche en el callejón donde tenía un depósito de vehículos Casorra, al que luego se le atribuyó el abastecimiento de explosivos; o que se había manipulado la investigación de la Policía Científica para eliminar las referencias a una determinada sustancia química incautada a algunos de los islamistas, incautada también a etarras. Pero con eso no queríamos llevar una sola línea que demostrase que ETA estaba detrás del atentado. Lo que queríamos demostrar era que las investigaciones policiales y judiciales del atentado habían sido manipuladas, y me siento muy orgulloso de haber puesto todos nuestros recursos y capacidades al servicio de aquella investigación.

«Lo excepcional no es que me echaran de El Mundo, sino que me dejaran ser director durante 25 años»

Con la perspectiva que ofrece el tiempo, ¿volverías a hacer lo mismo?

Por supuesto. Tendría que haber algún elemento nuevo, algún nudo del que tirar para poder reabrirlo. Eso no significa que cada uno de los titulares que hemos puesto, cada uno de los párrafos y de los editoriales, no pudiera ser desacertado o desafortunado, pero en conjunto yo me siento muy orgulloso, desde luego. Hemos honrado recientemente la memoria de Fernando Múgica [uno de los fundadores de El Mundo y autor de la primera entrega de Los agujeros negros del 11M, fallecido el pasado mayo] como símbolo del periodista íntegro.

El Español es un proyecto que ha ilusionado a muchos lectores. De los cuadros de mando ha salido gente muy relevante; el último caso es tu hija María. ¿Cuál es la situación del proyecto?

Yo dije en la Junta General: «Business as usual». El nivel de rotación en una redacción es algo muy actual. He sentido que mi hija María dejara el proyecto, pero todo en esta vida tiene una cuestión profesional y personal. No hay más que ver el espíritu y el entusiasmo con los que trabaja en la redacción gente de muy diversas trayectorias, generaciones y culturas, que están muy integrados en el proyecto compartido.

¿Cómo lo ves dentro de diez años?

Dentro de tanto tiempo, no lo sé. Pero dentro de dos y medio o tres, El Español será uno de los cinco grandes diarios de este país

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