Sociedad

Se negocia la nostalgia

El ‘Grand Prix del verano’ es el último programa que vuelve desde los 90. Ante los cientos de novedades televisivas que salen semana tras semana, ¿por qué nos gusta consumir productos del pasado?

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25
mayo
2023

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Icónico, mítico, histórico: diversos adjetivos se le han atribuido al Grand Prix del verano, el conocido programa de La 1 de TVE que se emitió sin interrupción desde 1995 a 2005. Sus 11 temporadas, que contaron siempre con Ramón García como presentador, son un clásico de la época estival en España. En cada capítulo, 30 concursantes de dos localidades con menos de 50.000 habitantes participaban en diferentes pruebas físicas y de conocimientos, además de la prueba con vaquillas, sello principal del concurso. Pueblos de todo el país se coronaron como campeones del Grand Prix del verano. Y ahora, como antídoto a la nostalgia, el icono está de vuelta.

Así lo acaba de anunciar TVE, que se ha venido enfrentando a una caída de la audiencia en los últimos años. El regreso se suma al del concurso Un, dos, tres, emitido por primera vez en TVE en 1972 hasta 2004, y de Operación Triunfo, que apareció en 2001, y que volverán en otras plataformas. Esta nueva versión del Grand Prix del verano tendrá siete entregas, sustituirá a la vaquilla por un dragón falso y cuenta con un presupuesto de 3,8 millones de euros, según el diario ABC.

Televisión Española se ha sumado a una larga lista de cadenas que están haciendo reboots, precuelas o spin-offs de sus series y programas más famosos. En Estados Unidos, por ejemplo, se ha hecho famoso el reboot de La familia Addams, Miércoles, pero muchos otros están en preparación o han lanzado ya temporadas, como los de Frasier o Sexo en Nueva York. Según datos de Statista, en 2022, EE.UU. alcanzó un récord de casi 600 nuevas series originales lanzadas ese año, lo cual representó un aumento de 7% en comparación al año anterior. Si solo en el país americano se crean cientos de series anualmente, y si semana tras semana aparecen en nuestras plataformas de streaming nuevas películas y series, ¿por qué las corporaciones están recurriendo a los revivals de programas que salieron del aire hace décadas?

Benjamin Ho: «La música y los medios que recuerdan a los consumidores los días felices de su adolescencia son especialmente buenos para venderles bienes de consumo»

De acuerdo con el doctor Benjamin Ho, experto en economía del comportamiento, nuestro anhelo por la cultura pop de décadas pasadas se basa en nuestro deseo de conectar, nuestra búsqueda de confianza. Compartir con otras personas referencias musicales y cinematográficas quizás implica que tienen los mismos gustos y, de paso, los mismos valores que nosotros. «La evolución nos ha preparado para asociar a personas de ideas afines como personas en las que podemos confiar», explica. La nostalgia es eficaz para combatir los sentimientos de soledad y aislamiento y nos permite recordar momentos y experiencias compartidas que nos hacen sentir más cerca de otros. En otras palabras: lo nostálgico incrementa la sensación de pertenencia.

Pero además de ser una emoción social, la nostalgia contribuye a que recordemos nuestro propio pasado, quienes éramos en esos años. Lo cual, según la psicóloga Krystine Batcho, nos permite unificarnos con nuestro «ser auténtico» para recordarnos quienes hemos sido y comparar con quienes somos ahora: «Eso nos da la sensación de quiénes queremos ser en el futuro». Y la cosa va aún más lejos. La actual ola de nostalgia se debe también a que vivimos tiempos de incertidumbre y sobrellevando múltiples crisis tanto económicas como ambientales. Ante las circunstancias difíciles, muchas veces la sensación general es de declive. Y, en épocas de angustia, es normal que busquemos confiar, compartir, pertenecer, sentir que volvemos a otro momento donde las cosas no eran tan complicadas.

La corporaciones se aprovechan de la nostalgia para vendernos productos y servicios, ya sean alimentos provenientes de nuestro lugar de origen, dulces que comíamos en la infancia o, como en el caso del Grand Prix del verano, productos mediáticos. «La música y los medios que recuerdan a los consumidores los días felices de su adolescencia son especialmente buenos para venderles bienes de consumo», sobre todo a quienes están alrededor de sus treinta o cuarenta años, dice Ho, pues están en «la cima de su poder adquisitivo».

Lo nostálgico se ha convertido en una de las bases de la cultura pop, incluso entre la Generación Z, que a lo mejor ni siquiera había nacido cuando se estrenaron esas series y películas. Las tendencias cambian al minuto, lo que ayer estaba en boga hoy está en decadencia y no es fácil seguir ese ritmo frenético. La economía de la nostalgia se erige sobre el viejo adagio de que todo tiempo pasado fue mejor. Hoy, cuando las opciones de streaming son prácticamente ilimitadas y puede consumirse contenido por doquier, la gente está encontrando en la nostalgia una boya de la cual agarrarse, una suerte de salvavidas que unifique y disminuya tanto vértigo.

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