La unión hace la firma
Aunque usualmente son intentos simbólicos por cambiar situaciones injustas, algunas recogidas de firmas han logrado hitos en la defensa de los derechos humanos.
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Una de las noticias más emotivas tuvo lugar alrededor de tres años. Carlos San Juan, médico retirado, inició una campaña de recogida de firmas en la popular plataforma Change.org para intentar cambiar una situación que, por habitual, suele pasar desapercibida: los trámites entre las entidades bancarias y los mayores se han convertido en un laberinto de procesos impersonales. En ocasiones, por las directrices que obligan a usar los cajeros automáticos. En otras, por la invitación al uso de unas aplicaciones digitales que, muchas veces, ni las generaciones más jóvenes dominan con presteza. «No paran de cerrar oficinas, algunos cajeros son complicados de usar, otros se averían y nadie resuelve tus dudas, hay algunas gestiones que solo se pueden hacer online (…) Muchas personas mayores están solas y no tienen nadie que les ayude», explicaba San Juan, de 78 años, en 2021, cuando lanzó su particular grito de auxilio.
Los confinamientos por la pandemia de covid-19 aún estaban recientes y las medidas gubernamentales seguían en vigor. La desprotección de la población anciana ante una necesidad tan básica como acceder a sus ahorros y pensiones para sus gastos diarios pronto encendió la mecha de la solidaridad. La campaña de recogida de firmas alcanzó el debate público, los medios de comunicación (incluso internacionales, como The New York Times) y el espacio de algunos columnistas. Bancos como Caixabank y BBVA, entre otros, recogieron el guante y tomaron medidas que, desde entonces, facilitan la atención a las personas mayores. Carlos San Juan había ganado la batalla. Pero no estuvo nunca solo: contó con el apoyo de más de 647.000 firmantes.
La campaña de San Juan, que llevaba por lema «soy mayor, no idiota», no es, ni mucho menos, la única recogida de firmas exitosa en las últimas décadas. Por ejemplo, según los datos estadísticos que publica Change.org, la organización estadounidense ha acogido en su seno el desarrollo de más de 542 millones de campañas de recogida de firmas en todo el mundo. Según un informe de impacto de 2019, cada mes superan la cifra de 41.000 campañas nuevas de las que valoran, por encima de los logros (también llamadas «victorias») su impacto en la sociedad y la diversidad de temas que abarcan las peticiones.
Cada mes, surgen más de 40.000 campañas de recogida de firmas en Change.org
Por su lado, Amnistía Internacional consiguió evitar la lapidación de dos mujeres nigerianas acusadas de adulterio: Safiya Hussaini en 2002 y Amina Lawal en 2003. La suma de más de tres millones de firmas consiguió el foco de la comunidad internacional. En España, un caso exitoso, con judicialización mediante, fue la recogida de firmas que emprendió en 2018 la científica española especializada en nanooncología María de la Fuente con el fin de acabar con las desventajas existentes por la baja de maternidad en mujeres y en materia de conciliación a la hora de evitar la discriminación indirecta en acceso y ascenso en la carrera investigadora. Estos son algunos ejemplos de victorias en un mar de campañas que han fracasado, pero que permiten mantener una discreta esperanza. Pues el valor de este tipo de iniciativas no reside en su fuerza legal, sino en la presión social.
En países como España, donde existe un mecanismo de democracia directa, la Iniciativa Legislativa Popular, la legislación permite a la ciudadanía presentar en el Congreso de los Diputados iniciativas de ley sin necesidad de representación política. Avalada por la Constitución, para que una Iniciativa Legislativa Popular prospere son necesarias, al menos, medio millón de firmas (artículo 87.3) debidamente acreditadas. Es decir, que deben contar con datos correctos y comprobables en el censo de población, incluyendo el número de Documento Nacional de Identidad como validación, o bien firma electrónica.
Salvo en recogida de firmas al estilo tradicional y a pie de calle, la complejidad para incorporar sistemas de firma electrónica a solicitudes a distancia, en cumplimiento de la legislación vigente en materia de protección de datos de carácter personal y para evitar fraude, falsificaciones de certificados y del documento de identidad que pudieran implicar una posterior comisión de delitos, la mayoría de plataformas de recogida de firmas no pueden ofrecer valor legal para sus campañas. En otras palabras, el valor de la recogida de firmas, sin una identificación oficial, es tan solo simbólico.
Sin embargo, la importancia de este fenómeno es crucial para construir lazos democráticos entre la ciudadanía. Por un lado, la recogida de firmas permite desviar la atención de los desafíos de la rutina diaria a los retos a los que se enfrentan otras personas en su vida. El reconocimiento de la necesidad ajena y de la injusticia favorece una mirada más global de nuestra sociedad, alejándonos de cualquier riesgo de ensimismamiento en nosotros mismos. Además, nos permite reconocer, aunque sea por un instante, que no estamos tan solos y aislados como podríamos llegar a creer. Nosotros mismos podemos ofrecer apoyo a quien lo necesita y recibirlo si lo precisamos.
Ante la popularidad de estas iniciativas en la era digital, la Comisión Europea, dentro de la Iniciativa Ciudadana Europea, ofrece un sistema de recogida de firmas en línea para los organizadores de campañas permitiendo, entre otras ventajas, un acceso acondicionado para personas con discapacidad e incluso la posibilidad de identificación electrónica para aquellos países que exigen algún grado de oficialidad, además de indicaciones y guía para facilitar el éxito final.
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