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Orientación, aislamiento, altura, ventanas… ¿Está su vivienda adaptada al calor?

El fenómeno de isla de calor urbana provoca que las temperaturas en las ciudades sean hasta 4 °C más altas que en las zonas rurales cercanas, especialmente durante las noches de verano.

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28
julio
2025

El año 2024 fue hasta ahora el más caluroso a nivel mundial desde que existen registros, con una temperatura media 1,55 °C más alta que la registrada en la época preindustrial 1850-1900. Las olas de calor han dejado de ser eventos aislados: cada vez son más frecuentes, intensas y prolongadas.

El impacto de este calentamiento global es especialmente crítico en las ciudades. El fenómeno de isla de calor urbana provoca que las temperaturas en las ciudades sean hasta 4 °C más altas que en las zonas rurales cercanas, especialmente durante las noches de verano.

Si a lo anterior se suma que cada vez más personas viven en entornos urbanos –en 2050 más del 70% de la población mundial residirá en dichos entornos–, surge una pregunta inevitable: ¿cómo podemos diseñar nuestras ciudades para que sigan siendo habitables con tanto calor?

Cambios en el espacio público

Introducir más naturaleza en nuestras urbes es una de las mejores estrategias para adaptarlas al calor. Sin embargo, no es solo cuestión de «cumplir» con un mínimo de superficie verde por habitante: ¿de qué sirve tener un gran parque a una hora de distancia si no contamos con sombra en el camino al trabajo o con un espacio verde en nuestro barrio donde refugiarnos del calor?

Hay que incorporar la naturaleza diseñando con los principios de proximidad, calidad y cantidad de arbolado urbano. En esta línea, se ha propuesto la regla del «3-30-300»: cada persona debería poder ver al menos 3 árboles desde su casa, vivir en un barrio con al menos un 30 % de superficie cubierta por árboles y tener un parque a menos de 300 metros.

Las cubiertas de los edificios pueden ser aliadas a la hora de reducir el calor

Revisar los acabados urbanos es tan urgente como plantar árboles. Las cubiertas de los edificios pueden ser aliadas a la hora de reducir el calor. Para ello, incorporar vegetación o materiales reflectantes puede ser clave. Las fachadas también son importantes: una correcta decisión sobre el color –mejor tonos claros– y el material de las mismas puede hacer que éstas contribuyan a reducir el problema, en vez de a aumentarlo.

A nivel de suelo, es igualmente importante revisar los sistemas de pavimentación. Hay que evitar el uso constante de asfalto y hormigón, que absorben calor. Explorar materiales más permeables, frescos y con vegetación integrada puede suponer una gran diferencia.

Viviendas adaptadas al calor

Pero no basta con mejorar el espacio público. También se deben adaptar las viviendas para hacer frente al calor. En ellas pasamos la mayor parte del tiempo y muchas no están preparadas. Por ejemplo, un estudio reveló que el 85% de las viviendas de Pamplona presentaron temperaturas muy altas durante el verano de 2022.

El diseño de los edificios es determinante. Es importante tener en cuenta ciertos aspectos del diseño y la construcción para no agravar el problema del sobrecalentamiento.

El aislamiento térmico es el primer punto a considerar. Aislar mucho un edificio es una medida positiva sobre todo en invierno, pero también para el verano. Sin embargo, cuando el calor entra en viviendas muy aisladas y herméticas es mucho más difícil liberarlo. La clave está, pues, en el diseño: la distribución de la planta y las habitaciones debe permitir una ventilación cruzada adecuada.

Los grandes ventanales son otro punto crítico. Hoy se valoran por la luz natural y las vistas, pero si no se protegen adecuadamente del sol, permiten que el calor entre de forma directa. Es importante que las protecciones solares formen parte del diseño integral del edificio y no sean elementos accesorios. El objetivo es frenar la radiación solar consiguiendo que la casa no se quede a oscuras. Existen múltiples opciones como aleros, persianas orientables, toldos o lamas, etc.

En cuanto al tipo de vivienda, las que tienen una única orientación son especialmente vulnerables a sufrir temperaturas interiores más altas.

Con la actual necesidad de vivienda, las nuevas casas tienden a ser más pequeñas e incluso muchos pisos de los centros de las ciudades se están dividiendo en apartamentos más reducidos. Esta tendencia es crítica ya que hace que cada vez haya más inmuebles con una sola orientación. Por ello, además de cumplir con la superficie mínima, sería necesario exigir que estas construcciones garanticen unas condiciones mínimas de confort térmico.

Además, se ha demostrado que las viviendas situadas en últimas plantas sufren entre un 3.4% y un 5.4% más de horas de sobrecalentamiento que las localizadas en plantas intermedias. Aislar mucho las cubiertas no es la solución definitiva para reducir este sobrecalentamiento, ya que el aislamiento tiene un límite de eficacia. Por ello, hace falta invertir en innovación para mejorar la construcción en este punto de los edificios.

Y no todo depende del diseño urbano o de la arquitectura. Los ciudadanos también tienen que aprender a adaptarse al calor dentro de las ciudades. Saber cómo gestionar las viviendas puede ser clave en los días más calurosos: entender la orientación del hogar, ventilar en el momento adecuado según la diferencia entre la temperatura interior y exterior o utilizar correctamente las protecciones solares.

Una mirada al futuro

Cuando se analiza cómo adaptar las ciudades al calor, no podemos olvidar la dimensión social del problema. El calor extremo no afecta por igual a toda la población: las personas mayores, los niños y quienes viven en viviendas de peor calidad o en barrios con poca vegetación sufren un mayor riesgo.

Por último, tenemos que ser conscientes de que el confort térmico no puede depender solo del aire acondicionado u otros sistemas mecánicos. Es necesario pensar nuestras ciudades y viviendas para que, por su propio diseño, puedan adaptarse al calor. En un mundo cada vez más caluroso, las ciudades realmente adaptadas serán aquellas capaces de mantener el confort térmico minimizando la dependencia del consumo energético.


Ainhoa Arriazu-Ramos es arquitecta-investigadora postdoctoral en sostenibilidad medioambiental y adaptación al cambio climático de las ciudades, Universidad de Deusto. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

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