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Loquillo

«Me he ganado hacer lo que me salga de los cojones»

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Jeosm
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25
agosto
2025

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Jeosm

George Lucas supo que ‘Indiana Jones’ iba a ser un éxito cuando se dio cuenta de que a su personaje se le reconocía por la silueta. La silueta de Loquillo, indiscutible, sobresale al fondo del restaurante. Me saluda, nos damos un abrazo y pienso que —tremenda suerte— aún le quedan muchos requiebros del chaval al que retrata en ‘Paseo de gracia’ (Roca Editorial), su último libro.


Paseo de gracia es un libro de fogonazos, de imágenes.

Me llamaron porque se interesaron por el guion de En las calles de Madrid, para hacer una serie de televisión. Al rato empezaron a intentar colocar cosas… Hasta que llegó un momento que dije «no». Entiendo que se tiene que ficcionar y guionizar, pero no me coloques personajes que no existen o que no he conocido… Por ejemplo, querían ensalzar a Alaska como diosa feminista y cosas de esas. Yo conté mi historia con Alaska, pero es musical, hasta ahí. Y me dijeron, bueno, ¿y no podrías hacer un guión de algo que resuma tu carrera? Entonces empecé a escribir esto. Y, evidentemente, parte de una base: alguien que vuelve a la ciudad, como si fuera un día en Nueva York, al entierro de su madre en 2014. Y hace continuos flashbacks de su vida del lugar donde fue feliz. Tiene un subtexto de cargas explosivas muy bestias, pero también doy a entender la Barcelona del año 2014, que era la Barcelona pre-procés, la Barcelona que ya había pasado la resaca olímpica, la Barcelona que prácticamente, en aquel momento, no pintaba nada culturalmente. Es la historia de ese personaje que deambula por su ciudad buscando su ciudad perdida. Y la mejor manera de mostrarla era a base de flashbacks continuos y haciendo dos partes. Una que, de alguna manera, llevase al lector a lo vivido. Decidí escribir como un guion, como un storyboard. Ideas continuas. El que no lo pille, lo siento por él. Y además con muchas referencias literarias, cinematográficas y musicales. También he querido retratar el desencanto de la generación que vivió la Barcelona épica y la huida de esa ciudad por los motivos equis. Y el regreso por la muerte de una madre, que es cuando todo desaparece.

Se me ha dado la brasa también de «por qué te fuiste de Barcelona, por qué dejaste la ciudad». Y yo digo, ¡me fui en 2007! En aquel momento, precisamente, no había una situación política complicada y yo me largué. ¿Por qué? Porque no tenía futuro. Mi mundo había colapsado. Las drogas habían terminado con las bandas, con muchas amistades y otra parte estaba en la cárcel. El mundo que yo conocí se derrumbó. Entonces, vi que el siguiente en derrumbarme sería yo. Yo tenía que salir de ahí. También fue el momento en que me separé de los Troglos. Voy a iniciar mi carrera en solitario y en otro lado. Y una vida nueva. Entonces, cuando yo llegué a San Sebastián era una ciudad que empezaba a vivir después del terrorismo. Y yo me iba de una ciudad que había entrado en una decadencia absoluta y que después llevó a una situación política que conocemos. Pero cuando yo me fui eso no pasaba. Simplemente era una ciudad que había dejado de contar con una generación que, por diversas razones, se había perdido por el camino. Yo soy hijo de la Barcelona de Pepe Ribas. Yo soy de los pequeños que iban con ellos. Yo vivía en un estado de libertad absoluta. Yo iba a locales donde había gays, lesbianas, travestis, yonquis, rockeros, hippies. No he tenido nunca ningún problema de fauna.

«Yo crecí en esa Barcelona libertaria en el sentido de no patrias, no banderas»

Hablas del inclasificable José Pérez Ocaña, por ejemplo.

Los veía. Y la libertad sexual que disfruté… Ahora lo veo como que tuve una suerte que te cagas. No lo viví nunca como una represión, sino que todo era normal. Cuando naces en esa Barcelona tan libre, y como dice Gay Mercader, llegó Pujol, y mucha gente de esa generación —que es lo que cuenta Pepe Ribas en sus libros— tenía que comer y se alistó al bando que hubiera, pues para seguir haciendo sus cosas… Pero esa Barcelona libertaria en el sentido de no patrias, no banderas, no juzgar a la gente como sea, sexualmente, yo crecí con esa Barcelona. Entonces, ¿todo lo que está pasando ahora qué es?

Es otro mundo completamente diferente.

Mira cómo era Barcelona en aquel momento, que te sentabas delante de Las Ramblas y era una explosión de color, de libertad, de todo.

Me encanta esto: describes la Barcelona actual como un meeting point. Es una imagen potentísima. 

¡Y estoy hablando de 2014 —cuidado— y estamos en 2025! Son 11 años ya. Pues igual lo vi antes que nadie. Había una situación personal mía que me obligaba a largarme y otra profesional: dejé de sonar en las radios, en las televisiones, todo. Lo peor que te pueden hacer, me lo han hecho. Vi claro que me tenía que ir.

«La obligación de un chaval de barrio es salir del barrio»

Tu padre y tu madre, ¿cuánto de presentes están y cómo han articulado tu relato y tu vida?

Tengo muy clara la presencia de mi padre, como exiliado, como represaliado político. A partir de eso, el silencio, el haber sido criado por dos mujeres que pasaban la represión de la Guerra Civil y todas las barbaridades que te puedes imaginar. Y después, el hecho de que siempre desde pequeño tuve el sanbenito de que era un niño adoptado. Que a mí no me ha costado ningún problema. Yo me lo pasé igual de bien. A mí me criaron de puta madre. Pero eso era lo típico, padres mayores… Mi padre fue a la Guerra Civil, tú lo cuentas y «¿cómo que tu padre hizo la Guerra Civil?». Pues mi padre era muy mayor. Entonces, claro, matrimonio mayor, niño viviendo con la hermana de la madre: lo que se decía en el barrio era todo menos bueno. Y eso te da la sensación de ser, aparte de ser hijo único, como decía Umbral «ser el impar», y aprender a vivir solo.

Página 41: «Tenía la palabra problemas escrita en la frente».

Iba a un curso adelantado, llega al cole, un niño introvertido, muy de esos así. Era alto: todos los mayores a por mí. El segundo día fui a casa, dije a mi madre que me pegaban, y mi madre me dijo «defiéndete». Ese fue el bullying que tuve. La primera hostia y se acabó la historia. Todo después fue cómo salgo del barrio. Porque vivir en un barrio que pasó muchas penalidades, ser perdedor, no ganar… Mi padre es el que decide llevarme a un colegio del centro de la ciudad, que eso era como salir del desierto. Eso fue lo que me cambió la vida, me abrió al mundo. El estar en un colegio del centro de la ciudad con cines, descubriendo una cultura diferente… A pesar de ser el chico del barrio, de «¿este tío qué hace aquí?», pues iba en cierta manera bregado. Seguía siendo introvertido, guardaba muchísimo mi independencia, mi individualidad, y me pasaba el tiempo buscando. Mi padre me dijo: «Vive la vida que yo no pude vivir». Entonces, todas las putas tardes en el puto cine. Mi padre me había llevado a ver 2001, Odisea del espacio. Y antes daban un documental de Elvis de los 70 de esos de Las Vegas. Claro, yo vi a un señor vestido de blanco y después vi 2001, Odisea del espacio. Entonces dije «es un astronauta». El cine era mi lugar de aprendizaje solitario. Donde yo me puse las pilas en todo. Y lo que más me enseñó.

«Para mí la Barcelona real era la de las Ramblas»

Citas la canción de Bruce Springsteen, Promised Land: «Señor, ya no soy un niño. Soy un hombre y creo en la tierra prometida». 

Ahí describo una escena divertidísima de llevarte a la chica del colegio de monjas —rollo Pijoaparte— al rompeolas, donde escribió la canción Sabino (Méndez), y de repente la chica, intentas ahí algo, y te mira y te dice: «Ahí en el puerto es donde trabaja tu padre, ¿no?». Como diciendo: «Tú eres hijo de un estibador, ¿a qué vienes aquí?». A veces me analizo, y digo: no dejo de ser el hijo de barrio que estaba destinado a repetir la historia de su padre y de su abuelo. Y ahí rompo la historia de lo que debía ser: la obligación de un chaval de barrio es salir del barrio. Hay una cosa de Montserrat Roig que me escribió una vez y me dijo: «Las raíces de uno son para empaquetarlas y llevarlas contigo».

Maruja Torres me repite una y otra vez lo guapa que era Montserrat Roig. 

Parecía un lienzo de Klimt. Porque llevaba además el pelo así, ese tipo de rizado así, hacia arriba, faldas largas… Y tenía unas piernas muy largas además. Y yo cuando entré en un bar de esos bohemios y la vi al final, ahí como iluminada, me quedé… Ha habido momentos que he tenido flashes con mujeres excepcionales que no se me olvidan nunca.

«Empecé mi carrera con 17 años en un cabaret, ¿hay algo más cinematográfico?»

Y dentro de ese mundo, hablas un buen rato de Bocaccio, que era otra Barcelona. Pero no la pisaste demasiado. 

Íbamos a vender drogas a los pijos, punto. Eso no era la Barcelona real, por Dios. Es que para mí la Barcelona real era la de las Ramblas, la del local de la Cúpula Venus, que es donde empezó Rubiales, Loles León, Pavlovsky, ahí empezaron todos. O sea, esa era la Barcelona que te digo de lesbianas, gays, travestis, camellos, macarras, putas… ¿Pero Bocaccio? Muchos de Bocaccio se escapaban a las Ramblas para ver. ¿Entiendes? Porque la Barcelona de su Bocaccio del 68-67, ya no existía. La Gauche Divine son niños que vienen de la burguesía catalana. O sea, que eran muy vanguardistas y tal, pero vete a mi barrio y consúltales por Gauche Divine, ¿sabes? ¿Quién iba a Ibiza en el 68? ¿Quién tenía dinero? ¿Quién era universitario en el 74? En mi barrio nadie, porque no había dinero. A mi familia le tuve que decir que no iba a la universidad, no solamente porque no me daba la gana sino porque me negaba a que mi padre pagase esa pasta. Yo trabajaba de tendero en un almacén. Sacando las cajas y subiéndolas. No había opción. Y después, ya en los cursos superiores, ya estaba becado porque era jugador de básquet. Pero estaba yendo a un colegio de ciertos posibles, comparado con los chicos del barrio, que iban al instituto de toda la vida. Yo tuve en cuenta eso. Aprobé COU habiendo ido, creo, 56 días a clase, porque había dos billares abajo. Es que es muy fuerte. Empecé mi carrera con 17 años en un cabaret. Con putas y marineros americanos. ¿Hay algo más cinematográfico?

Además, tú que eres tan amante de los Beatles. Putas y marineros. Hamburgo. 

Exacto: yo estaba en Hamburgo.

Porque normalmente para llegar a eso hay muchas estrellas del rock que tienen que impostar.

Johnny Hallyday tenía todo el tópico del rock and roll, pero lo había inventado él. Te viene un tío normal y te dice: «Oye, Loquillo [pone voz de Johnny Halliday]… Vete a tomar por el culo. Cállate». Pero Johnny un día me dice: «¿Dónde empezaste a tocar?». Y yo: «En un cabaret de las Ramblas entre putas y marineros de la sexta flota». «Ya podemos hablar». Era como un examen. Saqué el diploma.

«Ahora las bandas quizá toquen mejor pero hay un ingrediente que falta: el peligro»

Porque si dices que empezaste en un concurso de talentos se caga en todo: aprendí rock and roll en La Voz. 

Se necesita un pasadoAhora las bandas quizá toquen mejor pero hay un ingrediente que falta: el peligro. El rock tiene que salir del peligro, físico o intelectual. Entonces yo cuando veo bandas o veo artistas con grandes canciones me pregunto «¿aquí donde está el peligro?». Han conseguido que los Oasis parezcan malotes. Si nosotros nos descojonábamos de ellos. Son unos hooligans tontos. Hablo con Sabino de cómo éramos con 22 años y para nosotros era normal, pero comparas con ahora y estaríamos en la cárcel. Un creador, sea de la índole que sea, tiene que pasar los límites una o dos o tres veces en su vida. He sobrevivido a la heroína, a la cocaína, al alcohol, al éxito, a la industria discográfica, a las malas compañías, a relaciones tóxicas, a la clase política. Me he ganado hacer lo que me salga de los cojones. O sea, empiezo a estar en la edad de cuando Fernando Fernán Gómez decía «¡a la mierda!» ¡Pues sí señor! Me lo voy a pasar que te cagas. ¿Por qué? Porque no tengo la necesidad de demostrar ya nada. Encima he dejado bien clara mi postura cultural en el sentido de apostar por discos de poesía contemporánea, que es el peor negocio del mundo y por otro lado peor, reivindicando una tradición cultural que ya se ha olvidado y por la que nadie quiere apostar. Poveda es el único que lo hace. Jugándose su pasta.

Quien no quiere a Poveda no quiere ni a su madre.

Nadie quería el puto disco de Luis Alberto de Cuenca. «¿Este quién es?». «Este es reaccionario»… Ahora es Dios. Cuesta 40.000 euros un disco de poesía. ¿Voy a recuperarlo? No. Eso estoy seguro. Pero me he quedado ancho. A la mierda, ¿entiendes? Entonces, yo me puedo permitir hacer eso y no es porque esté forrado ni nada, sino porque les doy importancia a otras cosas. Y te pasan cosas cuando vas ahí… Me han preguntado cada cosa en los medios… Cuando hice el disco de Julio Martínez Mesanza me preguntaron: «Pero este es católico, ¿no?». O sea, es el premio nacional de poesía, tío. Y dices, a ver, tienes un disco de poesía contemporánea, que no se hacen, tienes un libro que habla de Barcelona. «¿Y te gusta mucho el Paseo de Gracia?». Es que no va del Paseo de Gracia, gilipollas. Es que ya tiras la toalla.

«No tengo la necesidad de demostrar nada ya»

En ese proceso de incultura y desmemoria, se han olvidado grandísimos autores que aparecen en tu libro. Pienso en la frase maravillosa de Terenci Moix que usas: «Estamos tan incurablemente solos en nuestros regresos como en nuestras huidas».

De ahí derivo una frase mía: «Estamos solos en un sitio como en el otro». Yo hablo de unas personas que eran independientes y eran disidentes. Hostia, yo alucino porque veo otras ciudades y veo cómo cuidan la cultura propia… Pero es que en Barcelona se han olvidado de todos. No existe Pepe Casavella y pronto no existirá Marsé ni Montalbán. Estamos en eso ya, ¿eh? No quieren esa cultura, solo quieren la que ellos creen que es suya.

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