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El arte de la oscuridad

«¿Quién no ha sentido, observando el caos fantasmagórico de ‘El jardín de las delicias’ de El Bosco, que está delante de su propio pandemonio interior, como si estuviera ante un espejo?», señala la escritora S. Elisabeth, que se adentra en más de 200 obras de arte inspiradas en lo mórbido, lo melancólico y lo oscuro.

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10
abril
2025
Imagen de portada de ‘El arte de la oscuridad’ (Akal).

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Al principio, solo había oscuridad, y eso nos aterra. Una vez oí que lo que nos da miedo no es estar solos en la oscuridad. Lo que verdaderamente nos da miedo es NO estar solos en la oscuridad.

Interesante idea, ¿verdad? Creo que podemos descartar que nos esté acechando algún monstruo, así que, ¿qué es lo que nos asusta? Lo cierto es que, en cuanto nos vemos a oscuras, nuestros pensamientos comienzan a perturbarnos: nuestros miedos y ansiedades, nuestra soledad y desesperación, nuestros remordimientos y nuestras preocupaciones por el futuro, nuestra irritación por vernos solos en la oscuridad sin tener nada mejor que hacer que estar dándole vueltas a todo. No resulta sorprendente que no queramos estar solos. Por eso lo evitamos. Rechazamos pensar en todos esos pensamientos negativos que se agazapan tras la esquina y queremos pensar en positivo. Todo va a salir bien, todo está bien.

Pero démosle la vuelta a la idea. Si vivimos permanentemente en la luz, donde siempre estamos contentos y felices, donde podemos eludir nuestros pensamientos más incómodos, entonces nos faltarán las sombras, los matices, una existencia sin esa riqueza que solo aporta el contraste. Cuando únicamente aceptamos nuestros sentimientos positivos estamos limitando nuestra capacidad para apreciar el mundo tal como es. Ni somos capaces de percibir la realidad ni de prepararnos para los dolores y contratiempos que el destino, inevitablemente, nos tiene preparados. Negar nuestra oscuridad es una práctica peligrosa. Porque las tragedias y las calamidades son inevitables, y la oscuridad se abatirá sobre nosotros en algún momento de la vida por mucho que nuestra cabeza rechace la idea. No importa lo que hayas oído por ahí, las cosas buenas no solo le pasan a los buenos, y las cosas malas no solo le pasan a los malos, y sea lo que sea, lo que te ocurra en la vida es independiente de tus pensamientos. Las cosas pasan. El dolor es dolor, los sentimientos son sentimientos. Y como seres humanos, por nuestra propia salud emocional, es importante experimentar todo el espectro de las emociones.

Negar nuestra oscuridad es una práctica peligrosa

Debemos pensar en la oscuridad humana como parte de ese espectro, en cuyo continuo existen muchos elementos que merecen ser explorados. James Thurber escribió que existen dos tipos de luz: la luz que ilumina y el destello que ciega, y no puedo evitar pensar en esos pensamientos falsificados que sostienen la doctrina del «solo pensamientos positivos» como ese destello cegador. Quizá sea mejor enfrentarnos a nuestra oscuridad sin miedo y adentrarnos en ella con la luz iluminadora de nuestra curiosidad como guía. Y quién mejor para alzar la linterna que nos acompañará en el camino que los artistas que han aceptado con estos impulsos y han cubierto sus lienzos de sentimientos incómodos. Aunque los temas y las imágenes empleadas en muchas de estas obras resulten difíciles de afrontar, su belleza reside en el hecho de que presentan el carácter universal de nuestras tribulaciones al desnudo, dándonos la posibilidad de observar con cierta distancia cosas que también reconocemos dentro de nosotros mismos. ¿Quién no ha sentido, observando el caos fantasmagórico de El jardín de las delicias de El Bosco, que está delante de su propio pandemonio interior, como si estuviera ante un espejo? Yo desde luego que sí.

Los siguientes capítulos presentan una selección de obras de arte que expresan estas ansiedades y aversiones, estas tensiones y temores que trascienden el tiempo y que por siempre han acechado nuestras mentes; un caleidoscopio estigio en el que encontrar nuestros demonios interiores y nuestros sentimientos más profundos y oscuros. Mientras caminamos entre estas imágenes, seductoras y repelentes en igual grado, atravesaremos el terreno de los sueños y las pesadillas, asistiremos a la cultura visual del conflicto y la violencia, y examinaremos nuestro terror innato a la muerte y la degeneración. Y permitiéndonos el miedo temporalmente, reconciliándonos con nuestro lado oscuro, nos acercaremos un poco a una existencia completa.

Es importante reconocer que muchas de estas obras, visualmente apabullantes y hermosas, recogen temas perturbadores y chocantes. No es mi intención tratar el horror de forma gratuita, pero véase este comentario como una advertencia: los temas tratados en las obras seleccionadas pueden resultar hirientes para la sensibilidad. Por favor, ve sobre aviso y no te castigues.

Por última vez, para los de la última fila. Rechazar nuestra oscuridad es lo que nos conduce a temerla. Conectemos con nuestras sombras y disfrutemos con la inspiración y las maravillas que quizá encontremos allí.


Este texto es un fragmento de ‘El arte de la oscuridad’ (Akal), de S. Elisabeth. 

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