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Efecto Kessler o cómo la colonización del espacio puede aislarnos del universo

La Agencia Europea del Espacio indica que desde 1957 se han realizado cerca de 7.070 lanzamientos de cohetes, colocando en órbita unos 23.770 satélites.

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10
diciembre
2025

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Donald Kessler tenía solo 100 euros de presupuesto para ir a la universidad. Corría la segunda mitad del siglo XX y la carrera espacial estaba en pleno auge. Kessler, al no poder pagar los estudios, se unió al Ejército y pasó tres años allí. Luego ingresó a la Universidad de Houston gracias a un programa de educación cooperativa, donde podía cursar un semestre y trabajar con la NASA durante otro. «Empiezas desde abajo y puedes ir explorando diferentes áreas hasta ver qué te interesa», dijo en una entrevista a la revista Aerospace America.

Allí aprendió varias cosas. Lo que más le gustó fue el Grupo de Ciencias de Meteoroides, que se ocupaba de los peligros de los lanzamientos y de la posibilidad de que cualquier objeto impactara la Tierra. «Otros habían pensado que podría haber algún problema, pero nunca habían realizado los cálculos matemáticos necesarios para determinar con exactitud la gravedad de la situación», dijo. La primera pregunta que surgió fue: «¿Cuántos objetos tenemos en el espacio que podrían dañar otro satélite?».

Hasta ese momento, nadie se había detenido a analizar cómo se acumularía esa basura. Tras realizar algunos cálculos, publicó en 1978 un artículo científico titulado Frecuencia de colisión de satélites artificiales: la creación de un cinturón de escombros. Lo hizo junto a Burton Cour-Palais. Gracias a ese trabajo, el mundo es consciente de la cantidad de basura espacial en la órbita baja terrestre. «La basura espacial representa la principal amenaza para las naves espaciales, los satélites y los astronautas», dice la NASA.

Cohetes, satélites y otros desechos se han acumulado en órbita, lo que aumenta la probabilidad de colisión entre ellos. Desafortunadamente, los choques generan aún más basura, creando una reacción en cadena descontrolada conocida como efecto de Kessler. «El universo es infinito, pero el espacio tiene sus límites», dicen los expertos de la NASA. «El entorno orbital de la Tierra es un recurso finito», añaden desde la Agencia Europea del Espacio.

La basura espacial representa la principal amenaza para satélites y astronautas

De acuerdo con el organismo europeo, el número y la escala de las constelaciones de satélites comerciales en ciertas órbitas terrestres bajas siguen aumentando año tras año. Dentro de ciertas bandas altitudinales densamente pobladas, la densidad de objetos activos es ahora del mismo orden de magnitud que la de la basura espacial. Actualmente, los satélites o cuerpos de cohetes intactos reingresan a la atmósfera terrestre un promedio de más de tres veces al día. Sin embargo, no hay suficientes satélites que abandonen las órbitas muy congestionadas al final de su vida útil, lo que aumenta el riesgo de colisión.

En órbita hay 15.965 satélites alrededor del planeta, de los cuales 13.026 están activos, según datos de la empresa francesa Look Up. De ese total, tres cuartas partes son estadounidenses, cuya industria se ha impulsado por la empresa SpaceX, del ultramillonario Elon Musk. De acuerdo con los analistas de McKinsey & Company, el número de satélites en órbita no ha alcanzado su punto máximo y el crecimiento exponencial continuará hasta 2030.

La Agencia Europea del Espacio indica que desde 1957 se han realizado cerca de 7.070 lanzamientos de cohetes, colocando en órbita unos 23.770 satélites. Las redes de vigilancia rastrean 43.510 objetos espaciales con una masa total superior a 15.100 toneladas. La basura espacial es un riesgo creciente, exacerbado por más de 650 eventos de fragmentación, y se estima que existen millones de fragmentos no catalogados (como 1,2 millones entre 1 cm y 10 cm).

Kessler ha dicho que, si no se pone un freno, con el paso de los años, todos esos fragmentos acabarán chocando entre sí, de tal manera que disminuirán su inclinación. Terminarán todos en el mismo plano y así tendremos una Tierra con un anillo a su alrededor, como Saturno. Pero, según explica en la revista Aerospace America, quizás esto es lo que menos preocupa. Lo que más le angustia es el calentamiento global.

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