TENDENCIAS
Pensamiento

Cinco claves para entender a Descartes

La impronta de Descartes es inmensa. Su hincapié en la necesidad de un método, así como la relevancia otorgada a la epistemología y al yo, es para muchos la seña de que estamos ante el fundador de la filosofía moderna.

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
09
octubre
2025

Artículo

Del apellido del filósofo y matemático René Descartes (1596-1650) o, como se latinizaba en su momento, Renatus Cartesius, se derivó un adjetivo, «cartesiano», usado para denotar una forma de pensar pegada a la lógica racional. Pero ¿qué propuso exactamente Descartes? ¿Cómo abordar el trabajo filosófico que le valió el apodo de «padre de la filosofía moderna»?

A continuación, sintetizamos parte de su obra en cinco tesis clave.

La duda como punto de partida

Aunque no fue el primero, Descartes revolucionó la manera de hacerse preguntas al establecer la necesidad de un método. De seguir ciertas indicaciones rígidas. Así, su método empieza con una duda radical. Necesitamos partir solamente de aquello que sepamos que es indudablemente cierto. Aquello que nadie, por pura lógica, pueda negar. Y para eso se hace preciso poner bajo el paraguas de la duda todo lo que, a priori, creemos como cierto. ¿Podemos fiarnos de los sentidos? Desde luego que no. Decía Edgar Allan Poe: «No creas nada de lo que escuches y solo la mitad de lo que ves». Y así, Descartes concluyó –recurriendo, por ejemplo, a las ilusiones ópticas– que los sentidos no son indudables. ¿Podemos fiarnos de las matemáticas? Tampoco. En muchas ocasiones aceptamos como ciertas algunas operaciones en las que posteriormente descubrimos algún fallo. Siempre es posible dudar de la fiabilidad matemática, pues no es evidente. ¿Sabemos que el mundo exterior existe? Cuando soñamos creemos que el sueño es verdad. Por la misma regla, nada nos garantiza que este mundo que nos rodea sea real.

El yo

Entonces, ¿no existe ninguna certeza incuestionable? Aquí viene el celebérrimo razonamiento de Descartes. Si dudo de todo, estoy dudando. Si estoy dudando, estoy pensando (dudar es una forma de pensamiento). Y si algo piensa, entonces ese algo existe. Cogito, ergo sum (pienso, luego existo), esa es la primera certeza cartesiana: yo existo. Nótese que este corolario es incuestionable. Si se pone en duda, ya se confirma. Alguien tiene que dudar de él, y ese algo es el yo, que por ende debe existir. Ni el mundo externo (los ríos, las manos…) ni los otros individuos, solamente existo yo en tanto ente abstracto –no mi cuerpo, producto de los sentidos–. Esta conclusión servirá de pavimento a todo su sistema filosófico.

La primera certeza cartesiana es «yo existo»

El problema mente-cuerpo

El dualismo antropológico es la postura acorde a la cual los humanos somos un compuesto de cuerpo (material) y alma (abstracta). Sus raíces son antiguas, remontándose hasta la Antigua Grecia, donde órficos, pitagóricos o Platón ya la hicieron suya. A consecuencia de su metodología, Descartes tuvo que abrazarla igualmente. Una cosa es la sustancia pensante, el yo, esa especie de sílfide incorpórea abstracta. Y otra distinta es la materia cuya existencia solamente atisbamos con la percepción. De esta dicotomía surge el archiconocido problema mente-cuerpo: ¿cómo es posible la interacción entre mi mente y mi cuerpo? ¿Entre mi voluntad abstracta de levantar la mano y el movimiento mecánico de mi cuerpo? Esta es considerada hoy por no pocos investigadores como una de las grandes incógnitas del universo.

Dios como garante

Si bien la existencia del yo es el punto de partida, Descartes no se contenta con él. Así, su investigación le llevará hasta otra certeza que funcionará como garante de todo lo demás, incluso de la existencia del mundo externo, material. Para demostrar la existencia de la sustancia divina, el francés se sirvió de varios argumentos, algunos tan conocidos como el argumento ontológico. Como se puede prever, esta jugada ha sido criticada como un salto lógico inadmisible.

La herencia cartesiana

La impronta de Descartes es inmensa. Su hincapié en la necesidad de un método, así como la relevancia otorgada a la epistemología y al yo, es para muchos la seña de que estamos ante el fundador de la filosofía moderna. En la dimensión científica, contribuyó al desarrollo de la geometría analítica, estudió la refracción de la luz (de ahí la ley Snell-Descartes), fue un adalid de la física mecanicista (con sugerentes propuestas, pese a erróneas, como la teoría de los vórtices) y se interesó ampliamente por la fisiología. En fin, Descartes fue clave en la revolución científica al imponer la razón como guía, al unir álgebra y geometría y al proponer un método riguroso que transformaría paulatinamente la filosofía natural en ciencia moderna.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

El «método Kubrick»

José A. Cano

Aunque es considerada como una de las grandes figuras del cine, su carrera está marcada por su comportamiento obsesivo.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME