El cuerpo y la cultura
La arqueología del cuerpo usa el concepto antropológico de embodiment o «corporización» como una forma de tratar el cuerpo como auténtico campo para la cultura.
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Más allá del cuerpo individual, de la experiencia consciente, propia de cada individuo, la antropología ha definido otras dos dimensiones. Por un lado existe el cuerpo social, ese cuerpo que representa la interacción entre la naturaleza, la sociedad y la cultura, que hace que, dependiendo de la existencia de una ética o una moral compartida, o de unas u otras modas culturales y estéticas, nos digan cómo deberíamos comportarnos con nuestro cuerpo, cómo debería ser nuestro cuerpo.
Por otro lado está el cuerpo político, casi un artefacto que puede ser utilizado como instrumento de organización y control político y social a partir de normas y leyes que marquen nuestra toma de decisiones; por ejemplo, sobre nuestra salud sexual y reproductiva, por poner el caso más frecuente y mejor muestra de que «lo que tú sientes se llama obsesión» de unos señores empeñados en decirnos qué debemos hacer.
La arqueología del cuerpo usa el concepto antropológico de embodiment o «corporización» […] como una forma de tratar el cuerpo como auténtico campo para la cultura. Nuestra existencia no es disociable del cuerpo con el que experimentamos la vida —es decir, nuestra capacidad para encajar y orientarnos en el mundo—, así que no debemos separar lo biológico de lo cultural. Son dos facetas de lo mismo, no hay nada que no quede reflejado en los huesos que no sea fruto de una experiencia cultural humana; no hay nada que podamos expresar con nuestro cuerpo que no tenga que ver con lo biológico. […]
La construcción de la identidad a través del cuerpo y las formas de representarla es un camino de doble sentido; tiene que ver, por una parte, con cómo nos percibimos, y por otra por cómo percibimos a los demás miembros de nuestro grupo o de otros grupos externos. Es absolutamente imprescindible un ejercicio de comunicación. Y esa comunicación se realiza a través de ropas, adornos y accesorios. Es necesario que despleguemos toda una serie de estrategias que puedan ser identificadas dentro de los parámetros y los códigos sociales de cada grupo.
Usar el cuerpo para manifestar, crear o controlar quiénes somos lo llevamos haciendo desde la prehistoria
Me explico. Si hoy sales a la calle vas a ver a mucha gente vestida y adornada de forma muy diferente dependiendo del concepto que tengan sobre quiénes son y el grupo al que quieren parecerse o pertenecer. Porque sí, somos muy individualistas, pero nos encanta formar parte de un grupo, no podríamos sobrevivir sin esas relaciones. Verás cómo expresan algunas personas su pertenencia, por ejemplo, a una tribu urbana.
Y sí, voy a caer en el estereotipo, pero es un estereotipo reconocido y usado, eso sí, con más o menos intensidad o sutileza. Por ejemplo: el pelo largo, la ropa de colores psicodélicos o las sandalias de las tribus hippies; las crestas, los alfileres y los pantalones pitillos de las punks; la inspiración medieval o victoriana más el negro del lápiz de labios y la sombra de ojos del universo gótico; la gomina en el pelo, el jersey anudado al cuello y los náuticos de los pijos (o Cayetanos, que ahí me pierdo); las camisetas ilustradas con manga o con dibujos de su anime favorito de las otakus, o la ropa ancha y cómoda de los chicos y los tops y las minifaldas de las chicas de la tribu reguetonera, por nombrar solo algunas, hay muchas más. Ciertos grupos están más definidos en su imagen por la identidad de género, otros por el estatus social, otros por una conciencia ecológica, y priorizarán más o menos esos rasgos de identidad frente a otros a la hora de vestir. No hace falta el pack completo para reconocerlos, o no es necesario (o posible) llevarlo todo el tiempo, pero tú, que observas o practicas, serás capaz de contar muchas cosas de esas personas sin tener que intercambiar una palabra con ellas.
Ahora bien, es necesaria la práctica, no podemos dejar de manifestarnos, porque esa experiencia corporal se constituye culturalmente a través de patrones regulares de uso; es decir, de la repetición constante de uso de ropa, maquillajes o adornos. Además, estas prácticas requieren aprendizajes y conocimientos y, muy importante, en la mayor parte de los casos representan facetas de nuestra identidad que son cambiantes. ¿O no has visto tú alguna foto antigua de compañeras o compañeros de trabajo con atuendos que ahora considerarías pura fantasía?
Pues bien, esto de usar el cuerpo para manifestar, crear o controlar quiénes somos lo llevamos haciendo desde hace miles de años, desde la prehistoria. […] se usa el vestido, el color, el maquillaje o el adorno como elementos materiales y culturales que se añaden o aplican al cuerpo. Entre lo cultural y lo biológico están todas las prácticas de modificación del cuerpo que poseen una fuerte carga cultural, pero que suponen transformaciones en lo biológico, en los huesos o en la piel. Los tatuajes, las escarificaciones, las modificaciones óseas forman parte de esas estrategias y pretenden mostrar una determinada identidad utilizando lo más distintivo, personal e íntimo que tenemos: nuestro cuerpo.
Este texto es un fragmento de ‘Lo que el cuerpo nos cuenta‘ (Destino, 2025), de Marga Sánchez Romero.
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