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Breve historia del teléfono

El teléfono fue una de las grandes innovaciones del siglo XIX. Cambió la comunicación e impactó en la sociedad al hacer que la información fluyese mucho más rápido.

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17
diciembre
2025

Marcar y llamar: es una actividad tan integrada en la vida cotidiana que no nos paramos a pensar que lo que hacemos sea un prodigio de la innovación. Sin embargo, lo es. El teléfono es uno de los grandes inventos del siglo XIX. La fecha inaugural para la historia del teléfono se sitúa en 1863, como explica Ángel Calvo en Historia de Telefónica: 1924-1975 (Ariel y Fundación Telefónica). Fue en ese año cuando se realizó en Alemania la primera demostración de la telefonía eléctrica. Por supuesto, y como suele suceder con todas las grandes innovaciones a lo largo de la historia, el teléfono debía mucho a la experimentación de las décadas precedentes.

Aun así, el salto de lo experimental a lo real no llegó hasta la década siguiente. En Estados Unidos, A.G. Bell consiguió entre el verano de 1874 y junio de 1875 pasar de lo teórico a lo práctico. Al año siguiente, instalaba el primer teléfono, se registraban patentes en el país y era la gran novedad de la exposición universal de Filadelfia. Empezaba entonces la carrera por la telefonía y una de las grandes revoluciones de la comunicación de los últimos siglos.

«El teléfono arrancó con pequeños capitales, unos pocos pioneros y un público escéptico», apunta Calvo en su libro. En un primer momento, el teléfono no servía para conectar puntos lejanos, sino que funcionaba con redes locales. «Ello se explica por motivos institucionales y tecnológicos», escribe. Por un lado, el Estado protegía al telégrafo, la otra gran innovación en comunicación del siglo XIX, y limitaba qué se podía hacer con el teléfono. Por otro lado, el coste de crear la infraestructura de redes a larga distancia era demasiado elevado. Fue algo que no se logró bajar hasta que no se inventaron nuevos elementos para el cableado.

A pesar de todo, el teléfono se fue expandiendo por Estados Unidos y las redes locales se fueron interconectando para crear redes estatales. En Europa, la expansión era todavía limitada. España contaba en 1910 con 0,11 teléfonos por cada 100 habitantes, frente a los 3,70 de Dinamarca, los 3,32 de Suecia o los 2,36 de Noruega (país que entonces estaba ligeramente por debajo del PIB español), los tres Estados que lideraban en densidad de teléfonos en el continente (Reino Unido tenía más en números totales, pero tocaban a solo 1,43 por cada 100 habitantes).

Todo cambió después de la I Guerra Mundial, cuando el teléfono vivió un elevado crecimiento a nivel global. Fue un boom que duró hasta los años 30 y la resaca del Crack del 29.  Fue en esas décadas cuando se asentó como el gran emblema de la vida moderna.

Cómo llegó el teléfono a España

«España se había incorporado con cierto retraso a las dos grandes redes del siglo XIX: el ferrocarril y el telégrafo eléctrico», escribe Calvo, que explica, sin embargo, que el primer teléfono llegó a Barcelona tan solo un año después de ser inventado. Entre ese primer momento y la explosión telefónica de los «felices años 20», el teléfono contó con diferentes pioneros repartidos por toda la geografía, con una presencia en la enseñanza tecnológica y con figuras como el «expositor de teléfono», que mostraba estos terminales al público.

El primer teléfono llegó a Barcelona tan solo un año después de ser inventado

Las primeras líneas telefónicas españolas son de 1881, tanto en redes para particulares como en la primera que unió a los organismos públicos (se creó en Madrid y luego fue abierta también al público). En 1886, había 1.000 teléfonos en todo el país. En 1930, eran 212.360.

En un primer momento, las redes dependían de diferentes responsables de proyectos y concesiones. Existían monopolios locales de las comunicaciones. Pero en 1924 nace la Compañía Telefónica Nacional de España, propietaria desde ese primer momento del 84% de los teléfonos existentes en el país. Fue el inicio de la empresa que luego se llamaría Telefónica.

En 1927, según datos de la propia compañía, ya operaban 840.000 comunicaciones diarias que pasaban por las manos de casi 3.000 empleados en 1.505 centrales.

Los cambios del teléfono

La llegada y el éxito del teléfono supuso una revolución tecnológica, pero también lo fue a nivel social y económico. Uno de los puntos clave en los que impactó fue en los flujos de información. Ya el telégrafo había conseguido que las noticias circulasen más rápido, pero el teléfono aceleró ese proceso. Así, los periódicos modernos de los años 20 incluían ya su sección de noticias telefónicas y telegráficas.

Todo se volvió más cercano, porque los tiempos para que los datos llegasen de un lugar a otro se reducían. Incluso, importaba tanto quién controlaba el teléfono como que la operativa no cayese en tiempos de crisis, como demuestran las noticias que dan cuenta durante los años 20 y 30 de telefonistas que permanecieron en sus puestos ante golpes de Estado, tragedias o guerras. Fueron ensalzadas como heroínas.

Igualmente, el teléfono no solo era un elemento fundamental en el día a día de la mujer moderna, también era una nueva oportunidad laboral. Las «señoritas telefonistas» eran las responsables de unir las comunicaciones de los abonados: las centrales telefónicas crearon una nueva profesión.

Y se fue haciendo cada vez más popular y democrático. Las primeras cabinas aparecieron en 1928 en España y los teléfonos públicos permitían llamar a quienes no podían permitirse tener uno en casa. Esto último fue algo que se fue haciendo cada vez más común a medida que el siglo avanzaba. Las mejoras sociales y las conquistas del Estado de bienestar solían ir paralelas a la llegada de la línea a los domicilios.

El teléfono fijo pasó a ser así el rey incuestionable de las comunicaciones personales, un trono que no perdió hasta que lo desplazó el móvil. El teléfono móvil apareció a finales del siglo XX y asentó su reinado en el cambio de siglo. En el siglo XXI, pasó a ser además inteligente, la puerta de entrada a internet y a una avalancha de contenidos y servicios. Tanto es así que acabaron muriendo las cabinas (los medios locales están llenos de titulares en estos últimos años sobre la retirada de la última cabina de Telefónica en sus localidades) y hasta el propio teléfono fijo. Ya solo el 57,5% de los hogares españoles tiene uno.

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