Sociedad

Breve historia del espionaje

Desde el «arte de la guerra» de Sun Tzu hasta los casos Assange y Snowden, el espionaje ha cambiado el rumbo de la historia en incontables ocasiones.

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18
septiembre
2024

Sobre el arte de vulnerar la confidencialidad con fines bélicos, Sun Tzu dejó un importante precedente en su ilustre obra El arte de la guerra desde el siglo VI A.C. Aquel reconocido militar chino sostenía que todo soberano debía de contar con las cinco clases de agentes secretos para ser exitoso en la batalla.

Hablaba, por una parte, de espías procedentes del país enemigo, así como de funcionarios traidores. Después, expuso sobre los agentes dobles, es decir, aquellos que originalmente trabajaban para el bando contrario, pero que terminarían colando información al país espiado. También describió a los «liquidables»: enviados con informaciones falsas para engañar al contrincante y que, al ser descubiertos, serían ejecutados. Y, finalmente, los más valorados, los agentes «vivos» o «flotantes», en pocas palabras, aquellos dotados de gran inteligencia para engañar al enemigo y poder obtener las mejores informaciones en las cúpulas y élites contrarias. A estos últimos, de acuerdo con Sun Tzu, los soberanos los tenían dentro de su círculo más íntimo y eran los mejor pagados debido al enorme riesgo que implicaba su labor.

Ya sea en este clásico de estrategia de guerra, en las enseñanzas bélicas del famoso militar británico el duque de Wellington, o en cualquier otro teórico de la contienda, la necesidad de tener la información confidencial de la otra parte beligerante o de un potencial enemigo ha sido de vital importancia. Y, sin duda alguna, siguen siendo personajes tan admirados como despreciados. Muchos de ellos se han hecho famosos por sus dotes en el camuflaje, la manipulación y la seducción, así como por su perspicacia sobresaliente. Entre los más destacados figuran nombres como Kim Philby (agente de alto rango para los servicios secretos británicos, que fue agente doble pues trabajó también para la inteligencia soviética, y que está considerado por muchas voces como el mejor espía de la historia y miembro de «Los cinco de Cambridge»), Mata Hari (Margaretha Geertruida Zelle), Robert Hanssen (exagente del FBI que espió para Rusia), entre tantos otros. Pero, ¿qué es un espía y por qué siempre han existido?

Muchos de ellos se han hecho famosos por sus dotes en el camuflaje, la manipulación y la seducción, así como por su perspicacia sobresaliente

El oficio del ‘todo vale’

De acuerdo con Juan Carlos Herrera Hermosilla, en su libro Breve historia del espionaje, citando al Glosario de Inteligencia del Ministerio de Defensa de España, un espía es «aquella persona que por encargo de alguien, sea un servicio de inteligencia o no, se dedica a obtener información de un tercero, de manera clandestina, con engaño, y sin autorización de este último». Por otra parte, cabe destacar que un agente secreto es siempre un profesional de la búsqueda de información no pública, y que, sin excepción, trabaja para un organismo de inteligencia.

Ahora bien, el autor menciona un caso que ejemplifica a la perfección el principal estigma que cargan los espías: el de que, en pro de la información, todo vale. Se trata de la historia del matrimonio alemán de Vera Lengsfeld y su exmarido, el poeta Knud Wollenberger. En 1991, una vez terminada la Guerra Fría, ella tuvo acceso a los archivos de la Stasi, la policía secreta de la RDA (República Democrática Alemana), y se enteró de que el hombre que creyó que se había casado con ella por amor y con el que había tenido dos hijos en realidad había sido un informador y espía de la propia Alemania del Este. En resumen, aquel matrimonio no había sido más que una misión que le habían encomendado a Knud.

Por supuesto, no es el único caso sobre todo lo que un espía ha sido capaz de hacer. Al respecto, Herrera Hermosilla escribe: «Escritores, profesores, viajeros, aventureros, criadas, mayordomos, sacerdotes, arqueólogos, mercaderes, hombres de negocios, periodistas… La nómina de profesionales a la que han pertenecido los hombres y las mujeres que han actuado como espías, pero que no eran agentes profesionales, es casi tan extensa como el número de oficios que existen. Todos ellos, profesionales o no, han sido, son y serán piezas fundamentales en el devenir de la historia».

De impostores a ‘sabuesos de la información’

«Amo a los militares. Los he amado siempre y prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico», fueron de las últimas palabras que dijo Margaretha Geertruida Zelle, mejor conocida como Mata Hari.

Su pasión por conocer los secretos más íntimos de las cúpulas militares durante las primeras dos décadas del siglo pasado le costó la vida. A pesar de que años después de su muerte se revelara que en muchas ocasiones las informaciones que obtuvo clandestinamente eran falsas y simplemente productos de su mitomanía compulsiva, sí que realizó labores de espionaje para Alemania durante la Primera Guerra Mundial. Y, ante eso, la milicia francesa no la perdonó y la fusiló en 1917, pues se había convertido en agente doble, ya que los franceses también la habían contratado como informadora. Murió sin los ojos vendados mirando apaciblemente a los oficiales que dispararon las balas que le quitaron la vida. Ese día, se visitó como para una gala especial, pero su cadáver nadie lo reclamó. Y, la suya, fue una historia enmarañada entre mitos, incontables sábanas e informaciones que confirmaron la idea popular de que un espía, con tal de obtener un secreto, no conoce los límites.

«Prefiero ser la amante de un oficial pobre que de un banquero rico», pronunció Mata Hari

Por otro lado, ya en este siglo y en plena era digital, hay dos nombres icónicos en este tema: Julian Assange y Edward Snowden. En 2010, la opinión pública sobre la (ya denostada) Guerra de Irak empeoró: un periodista y activista australiano había mostrado un vídeo e imágenes tomadas desde un helicóptero estadounidense en donde se veía a civiles siendo ejecutados. Su nombre, Julian Assange; el de la plataforma, Wikileaks (fundada en 2006). Y, además de eso, dio a conocer los informes que probarían más crímenes de guerra cometidos en Irak y Afganistán, aunado a otros 250.000 documentos secretos de Estados Unidos que habían permanecido «bajo llave» por estar relacionados con espionaje y corrupción. Su historia, más que de espía, es la de uno de los grandes «sabuesos» digitales contemporáneos. Tras 14 años de un proceso judicial, un asilo turbulento en la embajada de Ecuador en Londres, y una estancia de 1.901 días en la prisión británica de Belmarsh, logró la libertad para regresar a su tierra natal, con la condición de reconocer ante Estados Unidos un delito de espionaje.

Luego está Edward Snowden, exempleado de la CIA, así como un icono de la defensa de la privacidad y luchador contra el espionaje digital que llevó a cabo el gobierno de Estados Unidos durante la década pasada. Desde 2013 vive bajo asilo político en Rusia, ya que fue en esa misma fecha cuando dio a conocer a la prensa internacional el programa de vigilancia masiva de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA por sus siglas en inglés) con la que se vulneró la privacidad de millones de estadounidenses. En pocas palabras, su historia recuerda al nombre de la popular viñeta de la revista humorística estadounidense MAD: spy vs spy (espía contra espía).

Hoy el mundo es testigo de varias guerras, y en cada una de ellas el papel del espía sigue siendo tan vigente como lo fue en los tiempos de Sun Tzu. Basta con meter en el buscador las palabras «Guerra», «Ucrania» y «Espionaje», para ver la cantidad de resultados en los que el espionaje sigue tan activo en una de las guerras más mediáticas y costosas de la actualidad.

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