Mitología grecolatina
Cinco historias de las ‘Metamorfosis’ de Ovidio
A pesar de terminar sus días en el exilio, el poeta Ovidio alcanzó la inmortalidad que deseaba gracias a sus ‘Metamorfosis’, que han dejado una huella imborrable en el imaginario de Occidente.
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«A través de todos los siglos en la fama, si algo tienen de verdadero de los poetas los presagios, viviré». Con este canto con vocación de eternidad terminan las Metamorfosis de Ovidio.
El poeta romano Publio Ovidio Nasón (43 a.C.) conoció el éxito y el desprecio. Alcanzó el reconocimiento de sus contemporáneos con obras como El arte de amar, pero también se ganó el odio del emperador Augusto, que lo desterró a la región de Tomis, donde terminó sus días.
Su poema épico las Metamorfosis «ha sido para los siglos de Occidente el más espléndido manual de mitología, en el que han bebido directamente las legiones de artistas que en la pintura, escultura y música tanto o más que en la literatura han producido la inmensidad de obras mitológicas que constituyen buena parte del tesoro artístico de Europa», según subraya el traductor Antonio Ruiz de Elvira en la introducción de la edición de 1983, publicada por Bruguera.
Esta obra contiene 250 leyendas que abarcan desde el origen del universo hasta la muerte de Julio César
Las Metamorfosis es la obra más ambiciosa del poeta que, según explica la historiadora Eva Tobalina, buscaba satisfacer las necesidades de un público romano helenizado ofreciéndoles una especie de compendio mitológico. El resultado de esta obra de madurez son 250 leyendas entrelazadas entre sí y ordenadas de manera cronológica que abarcan desde el origen mismo del universo hasta la muerte de Julio César.
A continuación, cinco historias de las Metamorfosis.
Níobe
La hybris, el orgullo griego, era el pecado por excelencia para los dioses de la Antigüedad, según explica Tobalina, por lo que el castigo por la soberbia está muy presente en los poemas de Ovidio.
Ningún mito representa mejor esta ofensa que el de Níobe, hija de Tántalo y reina de Tebas, que quiso que su pueblo le rindiera culto a ella en vez de a la diosa Leto. Frente a la deidad de la maternidad, madre de Apolo y Artemisa, Níobe se arroga la superioridad de su propia descendencia, compuesta por siete hijos y siete hijas. Enfurecida, Leto manda a Apolo a acabar con los varones y a Artemisa a matar a las mujeres. Desolada por la pérdida, Níobe acaba transformada en roca debido a la pena.
En 2015, el artista Banksy pintó una figura inspirada en Níobe en la franja de Gaza para denunciar el dolor de la pérdida y del castigo desproporcionado.
Aracne
Otro mito que recuerda que el peligro de atreverse a medirse con la divinidad es el que relata la historia de Aracne, famosa en su tierra por su habilidad para tejer. Tan convencida estaba de su destreza que retó a la diosa Atenea a un duelo para disputar quién de las dos era superior en el arte de tejer.
Humillada por la superioridad de la obra de Aracne, que ha bordado un tapiz que muestra los defectos de los dioses, la diosa golpea a la joven y destroza su tapiz. No pudiendo soportar ver rasgado su mejor trabajo, Aracne intenta suicidarse colgándose de una soga. «Vive, pues, pero cuelga, aun así, malvada», sentencia la diosa, que convierte a su rival en una araña.
La historia inspira el cuadro de Las hilanderas de Velázquez que, en un juego de espejos característico del pintor, recoge la historia del mito.

‘Las hilanderas’, de Diego Velázquez
Filomela y Procne
Además del hybris, otra causa fundamental para las metamorfosis de Ovidio era la lujuria, según explica la filóloga María del Val Gago Saldaña. El mito de Filomela y Procne narra la violación de Filomena a manos del hermano del marido de su hermana Procne, el rey Tereo. Para vengarse, las hermanas asesinan al hijo del rey y se lo dan a comer sin que se dé cuenta.
Cuando Tereo es consciente de lo que ha ocurrido, se lanza enloquecido a perseguir a las dos mujeres. En plena batida, los tres quedan transformados en aves: Procne en ruiseñor, Filomela en golondrina y Tereo en abubilla.
El trágico convite quedó estampado en un cuadro de Rubens, El banquete de Tereo, que se puede contemplar en el Museo Nacional del Prado. María del Val Gago también recuerda que el mito inspiró una obra de Shakespeare, Tito Andrónico.

‘El banquete de Tereo’ de Peter Paul Rubens
Apolo y Dafne
Bernini tardó tres años en completar su escultura sobre el mito de Apolo y Dafne, actualmente expuesta en la Galería Borghese, en Roma. El artista recoge en su obra el dramático final de una historia que narra las consecuencias tanto de la hybris como de la lujuria.
Cuando Apolo ofende al dios Cupido con sus arrogantes burlas, este le castiga condenándole a desear de manera incontenible un amor imposible con la ninfa Dafne, a la que perseguirá sin descanso. En su huida por el bosque, una desesperada Dafne solicita la ayuda de su padre, el dios-río Ladón, que la transforma en laurel para que pueda escapar de su destino. Desde ese momento, Apolo adopta el laurel como su símbolo.
Por esta razón, en la Antigüedad el laurel se usaba para simbolizar la victoria, la gloria, el poder, la sabiduría y la poesía. Los emperadores, los ganadores de los Juegos Olímpicos y los sabios eran coronados con esta hoja de árbol.
Filemón y Baucis
Si bien la mayoría de las metamorfosis ocurren por transgresiones humanas, los antiguos también creían en la compasión de los dioses. El mito de Filemón y Baucis recoge una de esas raras instancias de piedad por parte de las deidades del Olimpo.
Agradecidos por la hospitalidad de Filemón y Baucis, Zeus y Hermes conceden al matrimonio su único deseo: morir juntos bien entrados en la ancianidad para no tener que vivir el uno sin el otro. Cuando por fin fallecen, Filemón se transforma en roble y Baucis en tilo y sus ramas quedan entrelazadas para la eternidad.
Esta entrañable pareja de ancianos inspira a Goethe en su famoso Fausto. Aunque en su obra los ancianos fallecen de manera injusta, el autor conserva la ternura del matrimonio mitológico que fue descrito casi dieciocho siglos antes por Ovidio.
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