Internacional

5 claves para reconocer un narcoestado

Élites criminales en el gobierno, blanqueo de capitales, y redes internacionales son solo algunas de las características de definen a un estado que ha sido rebasado por el hampa

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15
enero
2025

La detención de Óscar Sánchez Gil, el jefe de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF), tuvo un importante impacto mediático porque dejó claro que los tentáculos del crimen organizado se encuentran mucho más enraizados en España que lo que podría uno imaginarse. A los pocos días del suceso, fueron capturados catorce miembros del Cártel de Sinaloa (la organización criminal del Chapo Guzmán) en Barcelona. Pero todo comenzó semanas antes, con la incautación de trece toneladas de cocaína en el puerto de Algeciras que venían escondidas en un cargamento de plátanos procedentes de Ecuador. Debido a que se trató del alijo más grande en la historia de España, la policía no quedó indiferente y comenzó las pesquisas de un caso que ha dejado abiertas muchas preguntas sobre la situación del país respecto a las redes internacionales del trasiego de estupefacientes.

Esa detención, sumada a la dimensión global que ha adquirido la narcocultura (debido a nombres como El Chapo Guzmán, Pablo Escobar, la Camorra, o Sito Miñanco), nos obliga a hacernos la siguiente pregunta: ¿cuándo se empieza a hablar de «narcoestado»?

El narcotráfico y otras actividades

Felipe Curcó, académico mexicano, desmenuza en su libro La guerra perdida. Dos ensayos críticos sobre la política de combate al crimen organizado (2006-2010) el modus operandi de los grandes cárteles mexicanos que enriquecen sus arcas traficando cocaína, marihuana y fentanilo a la vez que obtienen grandes beneficios con otros negocios turbios como la trata de personas, el tráfico de combustibles del Estado, la extorsión y el secuestro, la piratería, así como el blanqueo de capitales en negocios lícitos como la construcción y la hostelería, entre otros. El narcotráfico no es, pues, una actividad independiente.

El narcoestado nace cuando el crimen organizado ha permeado del todo en las capas de la administración

Ahora bien, el narcotráfico está presente en prácticamente todo el mundo y eso no convierte a todos los países en narcoestados. Entonces, ¿en qué punto un país se convierte en narcoestado? Curcó responde que eso sucede en el momento en el que el crimen organizado ha permeado tanto en las capas de la administración (y en todos sus niveles) que permite que el hampa eluda cualquier tipo de control de las instituciones.

Una élite criminal en el gobierno

El colapso institucional y la ruina económica que vive hoy Venezuela, ejemplo de narcoestado, así como las casi cuatro décadas de empobrecimiento sostenido, de niveles de corrupción sin parangón y el éxodo de casi 8 millones de personas en los últimos veinte años deja al que fuera uno de los países sudamericanos con mayores ingresos gracias a sus reservas petroleras ante un horizonte de muy difícil solución. ¿La particularidad? Los líderes de su principal organización criminal son miembros de la élite del gobierno.

De acuerdo con Mike Vigil, exdirector de operaciones internacionales de la DEA, «Venezuela pasó de ser un narcoestado a ser, directamente, un estado mafioso». La crudeza de la sentencia yace en el hecho de que el gobierno de Estados Unidos ha señalado a Nicolás Maduro como uno de los principales líderes del Cártel de Los Soles, una asociación criminal que convirtió a Venezuela en el centro operativo de distribución de cocaína para el resto del mundo, entre otros funcionarios, y altos cargos del ejército.

Blanqueo de capitales

Gomorra, el clásico y primera gran obra de Roberto Saviano, es una perfecta guía para entender cómo opera el crimen organizado no solo de Italia, sino en todo el mundo.

Comenzando por el narcomenudeo, los delincuentes se hacen del control de las calles, después pasan a la extorsión y a la expansión de capitales. Posteriormente, diversifican el portfolio criminal y comienzan a blanquear capitales de forma modesta, hasta que adquieren tanto poder que los volúmenes (de dinero y de droga) son tan altos que tejen otras redes criminales para que la maquinaria delictiva siga creciendo.

Saviano, como tal, no define a su país como un narcoestado, pero sí como uno en el que los brazos de la mafia se han infiltrado en todas las actividades (lícitas e ilícitas). También muestra que la jugada perfecta del blanqueo del dinero criminal sucede cuando adquiere el grado de internacional. En pocas palabras, uno nunca sabe a ciencia cierta si al hospedarse en una cadena hotelera, o si al comer en un restaurante de lujo, o comprar ropa en una boutique en cualquier gran capital del mundo, no está dando dinero (directa o indirectamente) a alguna red criminal.

De lo local a lo internacional

Este año se dio a conocer una noticia que puede reconfigurar el mapa del crimen organizado mundial: la ‘Ndragheta (Calabria) italiana tiene una alianza con el Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG), uno de los más importantes de México, para el tráfico de fentanilo.

Esto solo refuerza otra de las principales ideas de Felipe Curcó: el narcotráfico es un negocio internacional, porque el capital y los nexos también lo son. El académico mexicano considera que la guerra que declaró en 2006 el presidente mexicano Felipe Calderón contra el narcotráfico era un combate que inició ya derrotado. Como se mencionó antes, el trasiego de estupefacientes es solo una de las más de veinte actividades ilícitas del crimen organizado, por lo tanto, considera Curcó, «es inútil declarar una guerra frontal a un enemigo de dimensiones desconocidas».

Otros ejemplos sobre casos similares son la famosa Cosa Nostra, que tiene, desde inicios del siglo pasado, conexiones con Nueva York o Chicago. O, también, la conexión directa que tenían los capos gallegos de la droga, como Sito Miñanco, con los narcotraficantes colombianos, desde la década de los ochenta. Ya en 2010, el informe anual de la ONU sostenía que rastrear el origen del dinero sucio del narcotráfico era muy difícil, pues las redes entre países como China, Estados Unidos, México, Japón, la India, Italia y Perú eran de gran complejidad.

Impunidad y vulnerabilidad social

Uno de los grandes problemas en países como México, donde la mano del crimen organizado todo lo toca, es la impunidad. De acuerdo con la organización Impunidad Cero, de cada 100 delitos cometidos solo 6 son denunciados, y de cada 100 delitos denunciados solo 14 se resuelven judicialmente con condenas para los criminales. Además, hay grupos poblacionales que siguen siendo invisibles para la ley y que están constantemente en la diana de los capos de la mafia.

Uno de ellos es el de los periodistas. México, de acuerdo con organizaciones como Artículo 19 o Reporteros Sin Fronteras, es el país donde más acosos, desapariciones, asesinatos y torturas se efectúan a los profesionales de la información, como refleja el reciente documental Estado de silencio (2024).

México es el país donde más periodistas son acosados y asesinados

Otro grupo contantemente atacado es el del personal de la Iglesia católica. En los últimos 18 años, más de 70 sacerdotes han sido asesinados, de acuerdo con los reportes del Centro Católico Multimedial de México. El último fue el padre Marcelo Pérez, un conocido párroco que denunció muchas veces la fragmentación social causada por los grupos criminales. Después de varias amenazas, balas firmadas por el hampa terminaron con su vida en octubre.

Pero México lo más aterrador son los feminicidios. La cifra oficial es de once mujeres muertas de manera violenta cada día, pero la realidad es distinta: asociaciones como la Red de Madres Buscadoras o el colectivo feminista Brujas del Mar sostienen que son, por lo menos, veinte. En lugares como Ciudad Juárez, donde la impunidad es absoluta, muchas mujeres no solo son asesinadas, sino que muchas de ellas, ante la imposibilidad de presentar una denuncia efectiva por acoso o violencia, terminan suicidándose sin dar mayor explicación. Detrás de esta situación, las bandas criminales que dejan al Estado por debajo de sus capacidades de acción.

 

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