Biodiversidad

El mercado negro de la biodiversidad

Hay 160 países en el mundo cuyo producto interior bruto es inferior al dinero que mueve anualmente el tráfico ilegal de fauna y flora. Una actividad que no solo provoca grandes daños en la biodiversidad, sino también en la salud humana.

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29
diciembre
2021

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Entre 10.000 y 30.000 millones de dólares anuales es el dinero que se calcula que mueve el comercio ilegal de biodiversidad –fauna y flora– en todo el mundo. Sin embargo, estos números no representan más que una pequeña parte de lo que, en los últimos años, se ha convertido en una auténtica fábrica de hacer dinero.

Basta fijarse en los datos asociados a la tala ilegal de árboles –el primer delito medioambiental a escala global según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)–, que se estima que generó entre 50.700 y 152.000 millones de dólares en 2016. Dentro de esta práctica se encuentra el tráfico ilegal de especies (y productos derivados) de la flora, que representa cerca del 80% del volumen del tráfico de especies silvestres en todo el mundo. Se trata de una realidad que no solo favorece una evidente degradación forestal, sino que provoca daños socioeconómicos a las comunidades locales y priva a los países productores de miles de millones en ingresos.

Galán: «Hablamos de una horquilla anual que se sitúa entre los 75.000 y los 220.000 millones de dólares»

«Hasta ahora se había disociado, incomprensiblemente, la tala ilegal de madera y su comercio del resto del tráfico de fauna y flora, cuando forman parte de estructuras similares, tanto en lo que atañe a su impacto sobre la biodiversidad como en los canales de comercialización», explica José María Galán, colaborador técnico del Plan de Acción Español contra el Tráfico Ilegal y el Furtivismo Internacional de Especies Silvestres (TIFIES), y uno de los mayores expertos en furtivismo en África. «Hablamos ya de una horquilla anual que se sitúa entre los 75.000 y los 220.000 millones de dólares», detalla.

Tráfico, violencia y drogas

Para alcanzar a comprender la magnitud del impacto del tráfico de especies cabe señalar que el comercio ilegal de biodiversidad solo se ve superado por el de las drogas y, en ocasiones, ambos están estrechamente relacionados. En agosto de este año, Pública, una agencia brasileña de periodismo de investigación, informaba en un exhaustivo reportaje sobre cómo las operaciones contra la exportación de madera ilegal desde Brasil resultaron en al menos 16 grandes incautaciones de cocaína en cargamentos destinados a la exportación marítima entre 2017 y 2021. «Las incautaciones ascendieron, en total, a unas nueve toneladas de droga que se dirigían a países europeos como España, Bélgica, Francia, Alemania, Portugal, Italia y Eslovenia», señala el texto.

No obstante, en las entrevistas realizadas por el medio de comunicación se advierte también de la creciente superposición de rutas entre las facciones criminales del narcotráfico y los grupos vinculados a los crímenes ecológicos. «Los delitos ambientales pueden estar sirviendo como una nueva forma de capitalización para los narcotraficantes, con una fuerte evidencia del uso de cargamentos de origen forestal para compensar el envío de drogas al exterior», señalaban desde la agencia. «Debido a que la persecución de los crímenes contra la biodiversidad es mucho más laxa que contra las drogas, y que las penas que se ponen son bajísimas con respecto al delito cometido, hay muchos narcotraficantes que optan no solo por compatibilizar, sino por cambiar directamente a los primeros», relata Laura Moreno, responsable del programa de especies protegidas de WWF España.

Hasta 55 paquidermos mueren cada día a manos de los cazadores furtivos

Además, según el informe elaborado por Human Rights Watch en 2019, los crímenes violentos relacionados con el comercio de biodiversidad no son una excepción: entre sus páginas se recogen 28 casos de asesinato, cuatro intentos de asesinato y otros 40 casos de amenazas relacionadas con la tala ilegal en la Amazonia entre 2015 y 2019. Esto refleja cómo los patrones de violencia en el tráfico de drogas se repiten. De hecho, según los colectivos de guardias forestales agrupados en la International Ranger Federation, cada año mueren alrededor de 150 agentes.

En este aspecto, el tráfico ilícito relacionado con los elefantes es el causante de un mayor número de muertes entre los guardias y, en lo que va de año, ha provocado al menos 15 asesinatos. Ello demuestra que, a pesar de las campañas contra el tráfico de marfil y su estricta protección bajo la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), la matanza de paquidermos –entre los que se incluyen también animales como los hipopótamos– sigue estando tan presente como antaño. Traffic, la principal oenegé a nivel global centrada en la vigilancia y persecución del tráfico ilegal de especies, sitúa en 20.000 los ejemplares que caen abatidos anualmente. Dicho de otro modo: 55 paquidermos mueren cada día a manos de los cazadores furtivos.

Del marfil al pangolín

España aparece en cada informe una y otra vez como una de las puertas de entrada –o de paso– para la madera ilegal, las especies como las anguilas, los reptiles y los tigres, y los materiales como el marfil.

El plan TIFIES es la respuesta gubernamental a las exigencias enviadas desde la Comisión Europea y la Asamblea General de las Naciones Unidas a los Estados miembros en la lucha contra el tráfico ilegal de biodiversidad. Entre las distintas medidas se hallan principalmente las actuaciones policiales e incautaciones, así como la asistencia a los países de origen a través de la divulgación, la sensibilización y la formación de ecoguardas.

En 2019, el trabajo que impulsa el TIFIES permitió desarrollar la conocida como operación Thunderball, que concluyó con hasta 1.669 incautaciones, entre las que se encuentran varios especímenes de animales y unas 543 piezas de marfil valoradas en más de 400.000 euros.

El trabajo del TIFIES permitió desarrollar la ‘operación Thunderball’, que concluyó con hasta 1.669 incautaciones

Aunque el tráfico de marfil ha sido durante décadas una de las principales causas de la caza furtiva y del tráfico de especies, en 2020 la caza de elefantes y rinocerontes, así como los precios de este material, han disminuido según el último informe publicado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD). Un trabajo en el que destaca otro dato: entre 1999 y 2019 se han realizado 180.000 incautaciones de animales –que afectan a 6.000 especies– en 149 países.

Los datos del tráfico de marfil contrastan fuertemente con el aumento del comercio ilegal de especímenes de pangolines, que ha provocado que se convierta en el mamífero más traficado del mundo. De hecho, actualmente, las ocho especies de este animal tienen el mayor grado de protección y prohibición comercial por parte de la CITES.

El pangolín se comercia principalmente para consumir su carne como alimento y las escamas como ingredientes utilizados en la medicina tradicional. Además de la maltrecha situación como especie, estos mamíferos recubiertos de una coraza de escamas han devuelto a la actualidad el alto riesgo para la salud que se corre con el tráfico indiscriminado de animales. El Instituto de Salud Carlos III recuerda que, aunque todavía no se conoce con precisión la procedencia del virus SARS-CoV-2 que ha provocado la pandemia de la covid-19, «los análisis genéticos realizados hasta el momento, tomando como base los otros coronavirus conocidos, sugieren que el murciélago o el pangolín pudieron ser los animales que lo transmitieron a humanos». Sin embargo, las advertencias sobre el peligro del consumo de carne de animales salvajes vienen de lejos.

Se calcula que los animales, en particular los salvajes, causan más del 70% de todas las enfermedades infecciosas emergentes

Un trabajo publicado en diciembre de 2020 en el Journal of Experimental Biology and Agricultural Science por científicos del Instituto Hindú de Investigación Veterinaria alertaba sobre el peligro de este tipo de consumo de carne, conocido en inglés como bushmeat. Recuerdan que, antes del SARS-CoV-2, «se vinculó la aparición de la viruela de los monos, el ébola y un gran número de otras enfermedades altamente infecciosas con el consumo de carne de animales silvestres».

Por este motivo, numerosas organizaciones de defensa de los animales llevan pidiendo desde hace tiempo la prohibición de la venta de mamíferos silvestres vivos en los mercados tradicionales, también conocidos como mercados húmedos. La Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE) y el PNUMA se unieron recientemente a esta demanda y solicitaron la suspensión de este comercio. Y es que se calcula que los animales, en particular los salvajes, están detrás del origen de más del 70% de todas las enfermedades infecciosas emergentes en los seres humanos.

Una actividad sin freno

El año pasado prácticamente todas las actividades quedaron paralizadas por la pandemia. Sin embargo, el tráfico de especies no se detuvo. Lo confirma Ana Prieto, sargento de la jefatura del Seprona, que desmiente que durante 2020, y sobre todo en los periodos de confinamiento, bajara el ritmo de delitos contra la biodiversidad: «Lo que hicieron es amoldarse a la situación, con lo que se incrementó el comercio ilícito de biodiversidad a través de la paquetería». Asimismo, Prieto sostiene que no se pudo bajar la guardia contra el furtivismo, aunque reconoce que fue más fácil captar a los infractores: «De repente te encontrabas con un coche todoterreno circulando de manera sospechosa por un monte donde nadie podía moverse en esos momentos».

La sargento también habla del notable incremento de las transacciones online. «Internet se ha convertido en un canal importante para el comercio de vida silvestre, que facilita el contacto global entre exportadores, comerciantes y clientes, y que da como resultado una mayor diversidad de especies a ofrecer en el mercado internacional de mascotas exóticas», señala la oenegé alemana Pro Wildlife en un informe sobre tráfico de reptiles.

Esto ha provocado que las principales empresas tecnológicas hayan creado la Coalición para Acabar con el Tráfico de Fauna Silvestre en Internet, pero los esfuerzos parecen no ser suficientes y se siguen encontrando anuncios de venta de marfil en páginas de eBay o mensajes en Facebook que especifican: «Busco camaleón», «¿Quién me consigue un mono capuchino?» o «Me encantan las ranas, ¿tendrás disponibles exóticas para vender?».

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