Sociedad
El poder sanador del agua
Además de su uso en culturas milenarias, el agua puede ayudar a la reducción del estrés, el alivio del dolor y la liberación de toxinas.
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Suele ocurrir que cuando tenemos algo al alcance de la mano no nos percatamos de su valor y de la fortuna que supone contar con ello. Con el agua sucede precisamente eso. La historia humana, la de sus asentamientos y culturas, siempre suena a agua. Por supuesto, no fue casualidad que la civilización mesopotámica surgiera junto a los ríos Tigris y Eúfrates –de hecho, Mesopotamia en griego significa «tierra entre ríos»– hacia el año 8.000 a.C., dando lugar a la agricultura.
Este crucial elemento fue también protagonista en el nacimiento de la civilización egipcia junto al Nilo, cuyas aguas fluían portando sedimentos y nutrientes que favorecían la fertilidad de la tierra. Pero además, en Egipto consideraban los baños de pies como una rutina indispensable, y no solo por la limpieza que conllevaba sino también por sus efectos terapéuticos. Los baños egipcios se aderezaban con aceites perfumados y ungüentos naturales para potenciar estos beneficios.
Sin embargo, el Imperio Romano fue el que más importancia le otorgó al agua. Su vida giraba en torno a ella y fueron quienes inventaron algunos de los principales artefactos y prácticas hídricas. Piscinas, piscifactorías, tuberías, grifos, cisternas o alcantarillado fueron solo algunas de las ideas que iniciaron y que hoy mantenemos. Junto a ello, la creación de las termas, de enormes piscinas e, incluso, de estanques artificiales pone de manifiesto la importancia que le otorgaban al baño. Con la caída de este Imperio esta costumbre se perdió en buena medida, aunque en Europa funcionaron algunas casas de baño.
Los baños en agua caliente reducen la inflamación de los tejidos, estimulan la circulación sanguínea y abren las vías respiratorias
La cultura musulmana es también inseparable del agua. Además de su concepción purificadora, se encargaron de mejorar las técnicas de riego y lograron un inmenso aprovechamiento del agua, herencia de culturas orientales. Pero, más allá del pragmatismo y de la distribución de aljibes y mezquitas, en Al Ándalus el sonido del agua se consideraba como uno de los más calmantes. Los baños árabes –hammam– se convirtieron en un completo ritual del cuerpo. Y es que, para el islam, el agua tiene propiedades terapéuticas, espirituales y paisajísticas.
Un baño con música de fondo mientras el vapor del agua caliente lo invade todo: esta envidiable escena no está al alcance de todo el mundo. Sin embargo, también una ducha caliente permite amplios beneficios, como aliviar el dolor y liberar toxinas. Si se trata de un baño, además, reduce la inflamación de los tejidos, estimula la circulación sanguínea y abre las vías respiratorias, entre muchos otros beneficios.
Pero más allá de sus beneficios individuales, el agua es un bien común que pone de manifiesto la relación que las sociedades tienen con la naturaleza. Aunque en los últimos años se viene contemplando casi exclusivamente como un recurso más, su vínculo con los pueblos y los territorios no se puede reducir a un simple modelo productivista.
Precisamente por ese lazo natural con el origen y el entorno, estar en presencia del agua tiene un efecto relajante. Los espacios acuáticos, sobre todo cuando están complementados con plantas y árboles, permiten al cuerpo y a la mente bajar revoluciones y calmarse; es decir, reducen el estrés y facilitan la producción de endorfinas. Y es que si nuestro cuerpo está compuesto, en un alto porcentaje, de agua, no es extraño que cuando nos sumergimos en un medio acuático armonicemos nuestro organismo con ella.
«Hay mucha agua sin vida en el universo, pero en ninguna parte hay vida sin agua», dice la bióloga Sylvia A. Earle. Quizá no somos conscientes de las infinitas ventajas que supone contar con un elemento único sin salir de casa o del barrio. Seguramente, las 2.400 millones de personas que viven con escasez de agua en el mundo no entiendan cómo a cientos de kilómetros algunos la despilfarramos y ninguneamos. Disponer de agua potable es un privilegio que no podemos pasar por alto.
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