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«Chernóbil es un lugar bastante pavoroso, raro y extrañamente reconfortante»

Fotografía

Rebecca Marr
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16
octubre
2024

Fotografía

Rebecca Marr

Cal Flyn creció entre las montañas que rodean al lago Ness y ha pisado los lugares más extraños del planeta. Es autora de varios libros, pero solo encontró su voz después de dejar el periodismo para ir (entre otras cosas) a trabajar a una granja de perros husky en un lugar donde nunca se asomaba el sol. Su más reciente libro, Islas del abandono, habla de lugares como minas abandonadas en las que florece una particular biodiversidad, hasta sitios despojados por la guerra y la radiación atómica. 


En su primer libro, Thicker Than Water, habla sobre cómo después de dedicarse por años a hacer periodismo sintió en un momento una dosis de mucha angustia, de cuestionarse su vida…

Sí, fue un periodo complicado. Siempre estuve interesada en escribir y, después de la universidad, empecé a trabajar como investigadora para una revista de actualidad. Luego fui reportera. Pero de alguna manera sentía que mi carrera, aunque se veía bien en el papel, no hacía «match» con mi personalidad. ¡Así que hice un plan de escape! Me fui a Finlandia, estuve viviendo en una granja de perros husky por unos meses. Luego, me mudé fuera de Londres, al norte de Inglaterra.

¿Una granja de perros husky?

Encontré un anuncio que ofrecía trabajar en unas perreras rurales en Finlandia, trabajo duro y sin paga. Y dije «¡suena genial!». Fue en invierno, y a veces teníamos temperaturas como -30 °C, en la que empieza a ser doloroso estar a la intemperie sin importar lo que tuvieses puesto. Si te quitabas los guantes a esa temperatura, en minuto y medio no podías sentir tus manos. Fue tan estresante como estar en una sala de redacción, por las condiciones extremas: estás intentando mantenerte seguro, cuidar a los perros, hacer todo a tiempo… Mi parte favorita era cuando estábamos en la oscuridad. Estábamos 200 km al norte del círculo ártico, lo que significa que pasábamos meses sin ver luz solar directa. Suena como si fuera deprimente, ¡pero es increíble! Cuando el sol se asoma más allá del horizonte, el cielo era como una acuarela, con rosa y azul y púrpura y amarillo. Y a veces, con cambios de temperatura y presión, había partículas de hielo flotando en el aire como brillantina. A veces era como un sueño… aunque a veces era como una pesadilla.

Poco después de volver fue cuando investigó y publicó su primer libro, sobre el legado colonial de uno de sus familiares. ¿Podría hablar un poco sobre él y lo que significó escribirlo?

Es la historia de un pariente mío que fue a Australia durante la era colonial y que ha sido identificado como líder probable de varias masacres de gente aborigen. Fue difícil enterarme de que había un personaje así en mi árbol familiar, especialmente como escocesa, pues tenemos una narrativa nacional de ser víctimas. Es, en cierta medida, una historia de maldad: alguien que creía que era un héroe terminó siendo responsable de actos nefastos. Pero también quería ver las consecuencias a largo plazo de lo que había pasado, y ver cómo el grupo aborigen estaba hoy día. Mucha gente terminó causándoles más problemas intentando hacer lo que creían correcto: les han quitado niños a sus padres, los han forzado a estructuras corporativas para manejar su tierra… Entendí entonces que las buenas intenciones no siempre se traducen en buenos resultados. Y creo que eso es algo a lo que vuelvo en Islas del abandono al hablar de gente que quiere salvar, preservar, mejorar la naturaleza… y a veces causan más daño porque constantemente se entrometen e interrumpen procesos que están en desarrollo; todo por intentar arreglar las cosas a nuestra manera.

«Las buenas intenciones no siempre se traducen en buenos resultados»

La idea de Islas del abandono viene de un ensayo que escribió sobre la belleza de las Islas Slate, ¿no es así?

Sí, escribí un ensayo sobre la estética de los paisajes postindustriales, y eso me llevó a pensar en lo que consideramos que es hermoso, lo que consideramos natural, y si acaso lugares que fueron intervenidos de forma artificial pueden ser naturales de nuevo. En principio fue una pregunta de «¿podemos pensar que estos lugares son hermosos? ¿Está mal, éticamente, pensar que son bellos?». Leyendo me topé con toda la ciencia alrededor de estos lugares, que preguntaba cosas como «¿pueden ser estos lugares biodiversos?», y la respuesta es sí; «¿pueden ser estos lugares valiosos, únicos, raros a nivel ambiental?» y la respuesta es por supuesto que sí. Y sentí que una tesis más amplia crecía a partir de lo que podía ser una pregunta muy sencilla.

El libro se compone de ensayos sobre lugares a los que viajó por todo el mundo, cada uno es un abandono particular y diferente. ¿Hay algún sitio que la haya marcado?

Chernóbil, el primer lugar al que fui. Era quizá el más famoso y un ejemplo muy emotivo de lo que estaba hablando. Tras la explosión del reactor, la regeneración de la naturaleza que ha estado ocurriendo allá ha sido cubierta por muchos medios, y hay muchos documentos científicos al respecto. Es un lugar bastante pavoroso, raro y de alguna manera extrañamente reconfortante.

¿Por qué da pavor?

Los edificios son desconcertantes, es incómodo estar en ellos. Se siente como estar en el set de una película en la que unos zombis podrían aparecer en cualquier momento. Y aunque nunca había estado en un lugar como ese, se sintió familiar entrar a una casa que no era del todo una casa, con el suelo viejo y chirriante, con las gavetas que habían sido abiertas y ahora había papel por todas partes. Se sintió aterrador por esas razones… Y hay un sentido de peligro que no es del todo imaginario, por la radiación. La mayoría de lugares son seguros, pero todavía hay riesgos si vas al lugar equivocado y te quedas ahí demasiado tiempo.

«Chernóbil se siente como estar en el set de una película en la que unos zombis podrían aparecer en cualquier momento»

Hay lugares en el libro que desafían nuestra concepción de «abandonado». Mientras hay historias alrededor de islas solitarias y edificios que caen lentamente en la ruina, también hay lugares como Detroit y la «plaga» que aqueja a la ciudad: miles de casas abandonadas, lotes vacíos o retomados por las plantas y los animales, que se convierten en «praderas urbanas»…

Detroit fue bastante difícil de retratar. Está abandonada… y a la vez no lo está. Es difícil decir que la ciudad está desolada, porque en muchos sentidos está prosperando; la gente que la conoce sabe de historias de éxito en partes de la ciudad que están siendo revividas. No se puede escribir sobre un lugar como Detroit y descartar estas historias de regeneración. ¿Cómo una ciudad tan atareada puede ser un lugar abandonado? ¿Lo es o no lo es? Hay áreas enteras abandonadas, y hay otras áreas que brillan con luces, que tienen granjas urbanas… Ambas existían al tiempo. Y los ciudadanos de Detroit no querían hablar para nada. Estaban cansados de cómo la gente dice lo horrible que es su ciudad. Ese no era mi plan… pero, a sus ojos, yo solo era otro periodista escribiendo sobre lo mismo.

¿Qué le enseñó el escribir sobre lugares abandonados del concepto de, valga la redundancia, el abandono?

Escribí todo un libro sobre lugares abandonados, así que siento que debo saber decir «¿qué es un lugar abandonado?» ¡Jaja! Pienso en el «abandono» en contraste con la «ruina». El abandono es una ventana de tiempo: el edificio o lugar se está degradando, el propósito original del sitio ha sido dejado a un lado, pero todavía se reconoce lo que era antes. Y para cuando se vuelve una ruina, ha perdido una parte esencial de sí mismo. Quizá empieza con una casa vacía. Después de un tiempo, quizá una década (dependiendo del clima, dependiendo de si las ventanas están abiertas o no, de si entran ciertas cosas), ahí se convierte en un lugar abandonado. Tiene ese sentimiento desconcertante, no es del todo una casa… pero todavía se reconoce como tal.

¿Y qué le enseñó sobre la soledad, que a menudo asociamos con estos lugares?

Que es un concepto que va de la mano con el miedo. Escribiendo este libro estuve en sitios peligrosos como Paterson, Nueva Jersey: lleno de edificios que podían caerse en cualquier momento, gente inyectándose drogas, agujas en el suelo… En teoría, ese debió ser el lugar más aterrador. Pero el miedo realmente salió a la luz en los lugares en los que estaba sola, especialmente en la isla de Swona, al norte de Escocia. Fui la única persona en esa isla por veinticuatro horas. Solo yo, las vacas «salvajes» y las aves. Y aunque estaba físicamente a salvo… Me sentí tan aislada que me afectó. Hay caballos que son de rebaño, que están mucho más cómodos en la presencia de otros caballos. Si los separas y los dejas solos, son bastante nerviosos y asustadizos. ¡Y me di cuenta de que yo era igual! Soy una persona de rebaño. Pensaba que era alguien que hacía sus cosas sola, salir a caminar sola, viajar sola… Pero cuando estás realmente sola, eso le hace cosas bastante locas a tu cerebro. Al menos eso pasó conmigo.


Este contenido es parte de un acuerdo de colaboración entre el diario ‘El Tiempo’ y ‘Ethic’. Lea el contenido original aquí.

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