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Objetivo: hambre cero

Las fábricas de producción portátiles de Blendhub Corp., que se pueden instalar en áreas agrícolas de países emergentes, contribuyen al abastecimiento de las comunidades y fomentan su economía local.

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11
mayo
2017
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Las grandes iniciativas empresariales que han cambiado el mundo suelen surgir de ideas sencillas que siempre han estado allí, pero, de puro obvias, pocos tienen la lucidez de llevarlas a cabo. Desde la cadena de montaje de Henry Ford hasta el auge de la economía colaborativa de la actualidad, el ser humano va marcando su propio paso a base de romper con lo establecido. Esto ha sucedido en todos los sectores imaginables y, ahora, asistimos a una nueva disrupción en un campo tan sensible para la sociedad como la alimentación.

Hasta ahora, el estatismo de las fábricas ha sido una de las rémoras de la producción de alimentos. Obligan a que las materias primas se sometan a enormes traslados entre países e incluso continentes y perjudican el producto de cercanía. El danés Henrik Stamm Kristensen, fundador de Blendhub Corp., una firma asentada en Murcia, tuvo una de esas ideas sencillas, tanto en su contenido como en su ejecución: simplificar la planta de producción alimentaria y reducir su tamaño al mínimo (unos 20 metros cuadrados) para que quepa en un contenedor. Es lo que él mismo define como «fábrica portátil», de modo que puede enviarse por mar y tierra a cualquier rincón del planeta, allí donde coinciden el agricultor o el ganadero, y también el consumidor. Más allá de sus perspectivas de negocio, el objetivo de este emprendedor es mucho más ambicioso: la producción localizada de powder, esto es, el mezclado de materias primas en polvo, como solución contra el hambre en el mundo.

El origen de esta empresa está en Premium Ingredients, fundada en 1997 y dedicada a la formulación y mezcla en polvo de materias primas. «No estábamos limitados, porque no procesábamos nuestra propia producción, sino que procesábamos la de terceros, para terceros», cuenta Stamm Kristensen. Empezaron a lo grande: el empresario trabajaba hasta entonces para la filial española de una multinacional alimentaria, que le pasó en exclusiva la distribución en nuestro país. Eso le permitió empezar con mucha liquidez para su actividad principal, el powder (‘polvo’ en inglés).

En todo este tiempo, aquella empresa primigenia, que cuenta con una planta de procesado en Murcia, ha pasado a pertenecer a un grupo más grande, Blendhub Corp., que engloba otras compañías, como la empresa de diseño y comercialización de alimentos funcionales en polvo Premium Ingredients; una plataforma de innovación abierta, Allfoodexperts; otra de procesamiento cárnico, NewmeatCo.; y, finalmente, PPB (Portable Powder Blending), dedicada a la fábrica portátil. «La desarrollamos y patentamos después de mucho tiempo de investigación y desarrollo. Y así logramos llegar a lo que buscábamos: una planta de tamaño muy reducido que puede ser transportada, con un coste muy bajo de fabricación (en torno a un millón de euros) y capaz de producir 6.000 toneladas anuales de alimentos en polvo».

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La ecuación es sencilla: la planta se puede instalar allí donde están los productores de materias primas y la empresa les da todos los servicios que requieran (gestión, procesamiento, asesoría, control de calidad…). Esto facilita, por ejemplo, la viabilidad de pequeñas comunidades agrícolas en países emergentes. «Para rentabilizarla, es suficiente con que produzca 1.000 toneladas anuales, esto es, a un 20% de su capacidad». Y permite, por ejemplo, producir alimentos básicos basados en tres materias primas, allí donde el hambre se ceba con la población. «Es uno de los grandes problemas de nuestro tiempo», dice el emprendedor. «Hoy, casi mil millones de personas pasan hambre», advierte, «curiosamente, en una época en que se producen más alimentos que nunca y cuyo coste no para de bajar». El problema está en la distribución: la mayoría de la producción está precisamente en la base de la pirámide social, pero, al añadirle valor y costes, pasa a los estratos más elevados. «Minamos así la producción del alimento básico», lamenta Stamm Kristensen. «El catedrático americano Ted London es uno de los mayores estudiosos de este fenómeno y ya ha demostrado en numerosos ensayos y ponencias que, si se genera producto para que lo consuma la base, y solo a partir de ahí se le aporta valor, de alguna manera garantizas ese producto entre los sectores más necesitados. Tenemos que cubrir productos que permitan, en su fase básica, alimentar a todos».

Las fábricas de PPB facilitan este escenario. Son la vía para universalizar la producción de alimentos o, como lo califica el emprendedor, «de localizar la globalización». Se acortan las distancias entre la huerta y la mesa, se reducen los costes y se promueven negocios y economías locales. Por el momento, han instalado una en India y otra en México. Los objetivos de la empresa son ambiciosos: colocar 40 fábricas en tres años. «Las plantas de producción portátiles son solo una parte de nuestra iniciativa», aclara Stamm Kristensen.

«Nuestra idea es crear una red, porque la producción anual no puede ser menor de 1.000 toneladas de polvo para que la fábrica sea viable económicamente. De este modo, si, por ejemplo, un productor de Birmania necesita una tonelada, podemos derivar su materia prima a la fábrica más próxima, la que tenemos en India». El concepto de ubicuidad en el que se basa su proyecto no es solo físico; se basa también en la nube y, a través de las nuevas tecnologías, proveen de servicio y asesoramiento a cualquier parte del mundo, desde la sede murciana.

Esta infraestructura les permite también atacar otro foco: el despilfarro de alimentos. «La pérdida total en frutas y verduras, desde la huerta, pasando por los almacenes y el transporte, oscila entre un 15 y un 30%», dice el emprendedor. «El reto es cómo consumir estos productos perecederos. Estamos trabajando con productores y startups, que son quienes pueden liderar el cambio». Y pone el ejemplo de una manzana desechada: «Si la recuperamos en un momento clave, se le quita la humedad y se convierte en polvo con un proceso industrial, es perfectamente aprovechable para alimentos posteriores. Eso es algo que se lleva haciendo décadas con la leche. Por ejemplo, la leche en polvo infantil. Y demuestra las propiedades nutritivas del alimento procesado en polvo, ya sea con estabilizadores o espesante, siempre que uses ingredientes naturales, a los que nosotros damos absoluta prioridad. Y eso nos lleva a la última pata de nuestro proyecto, pero posiblemente la más importante: la transparencia. No basta con que los alimentos lleguen a todo el mundo, sino que tienen que ser saludables. Si no, provocamos otros males, como la desnutrición y la obesidad».

«La sostenibilidad debe empezar en la tierra y terminar en la mesa»

Henrik-Stamm-Kristensen

A Henrik Stamm Kristensen (Copenhague, 1964), le atrajo la industria alimentaria a los 12 años, cuando realizó prácticas en la cocina de una residencia de ancianos, dentro del programa de inmersión laboral de las escuelas danesas. Desde entonces, ha estado siempre relacionado con este sector, en el que su actividad se resume en dos palabras: innovación y sostenibilidad.

¿Qué papel juegan las empresas en la sociedad?

El sector privado es el motor, porque una sociedad se desarrolla vía impuestos. La sanidad, las pensiones, las infraestructuras… todo lo que nos lleva a una sociedad avanzada se nutre de la creación de empleo. Pero claro, la empresa debe impactar de otras formas también.

¿Cuáles son los otros impactos?

Hay que diferenciar el sector privado que crea valor para sí mismo del que, además, crea valor para la sociedad y sus stakeholders. Y eso pasa por que la empresa sea sostenible. Porque, si el valor que creas solo se reparte entre tus inversores, el círculo se cierra ahí.

Esto tiene especial relevancia en el sector agroalimentario.

La sostenibilidad debe empezar en la tierra y terminar en la mesa. Nosotros abarcamos un grandísimo rango de propuestas a lo largo de la cadena, y lo intentamos hacer de manera socialmente responsable.

¿En qué se traduce algo así?

El objetivo de una empresa sostenible en el sector de la alimentación solo puede ser uno: reducir el número de personas que pasen hambre. Y eso solo se logra creando valor compartido.

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