La península de Corea mantiene un conflicto desde hace casi 75 años, aunque en fase de armisticio desde 1953. La Guerra de Corea, que tuvo lugar entre 1950 y 1953 en dicha península, enfrentó a las fuerzas comunistas de Corea del Norte, apoyadas por China y la Unión Soviética, contra las fuerzas capitalistas de Corea del Sur, respaldadas principalmente por Estados Unidos.
Fue lo que conocemos como una guerra proxy o guerra por delegación, un conflicto en el que dos o más potencias utilizan a terceros para enfrentarse indirectamente. Ocurrió en un momento álgido de la Guerra Fría en el que la URSS y Estados Unidos, como potencias hegemónicas, se enfrentaron de forma indirecta en ese espacio.
La guerra fue extremadamente violenta y dejó un impacto duradero en la región. Le puso fin momentáneamente el armisticio firmado el 27 de julio de 1953, que estableció una zona desmilitarizada alrededor del paralelo 38. Pero no se firmó un tratado de paz formal, por lo que, técnicamente, las dos Coreas siguen en guerra.
El norte y el sur continúan enfrentándose por otros medios, casi siempre en lo que llamamos «zona gris». La «zona gris» en relaciones internacionales se refiere al espacio intermedio entre la paz y la guerra donde actores estatales y no estatales compiten utilizando tácticas que no llegan a ser consideradas como guerra abierta.
Hoy vivimos un episodio más en esta «zona gris»; recientemente, Corea del Sur ha experimentado una crisis política significativa. El presidente, Yoon Suk Yeol, declaró la ley marcial en todo el país el pasado 3 de diciembre, una medida que no se veía desde hace más de tres décadas.
Yoon justificó la decisión por lo que describió como una amenaza «antiestatal» vinculada a fuerzas opositoras y presuntas conexiones con Corea del Norte. La medida fue vista como un intento de proteger el orden constitucional y evitar un colapso político en medio de tensiones internas y externas.
La declaración de la ley marcial generó una gran oleada de protestas y una crisis política y social sin precedentes
Sin embargo, la declaración de la ley marcial generó una gran oleada de protestas y una crisis política y social sin precedentes. Aunque fue revocada en cuestión de horas, ha dejado al país en un estado de tensión y ha provocado que se pida la destitución del presidente.
El mundo ante la noticia
Esta declaración ha generado diversas reacciones internacionales:
- Estados Unidos ha expresado su preocupación por la estabilidad democrática en Corea del Sur y ha llamado a la calma y al respeto de los procesos democráticos.
- China ha instado a todas las partes a mantener la estabilidad y evitar acciones que puedan escalar la situación.
- Japón ha mostrado su inquietud por la seguridad regional y ha subrayado la importancia de la cooperación internacional para mantener la paz en la península coreana.
- La Unión Europea ha condenado la medida como un retroceso democrático y ha pedido la restauración inmediata del orden constitucional.
Estas reacciones reflejan la importancia estratégica de Corea del Sur en la región y la preocupación global por cualquier inestabilidad en la península coreana.
La influencia de Corea del Norte en Corea del Sur ha sido un tema de debate y preocupación constante. Recientemente, el presidente de Corea del Sur acusó a la oposición de simpatizar con Corea del Norte y de ser una amenaza «antiestatal». Estas acusaciones fueron, precisamente, una de las razones detrás de la declaración de la ley marcial el 3 de diciembre de 2024.
Sin embargo, no hay evidencia concreta que demuestre una influencia directa y significativa de Corea del Norte en la política interna de su vecina. Las acusaciones de Yoon han sido vistas por muchos como una táctica política para deslegitimar a la oposición.
China y su influencia en la zona
No se pueden descartar maniobras de influencia desde la República Popular China porque el llamado poder afilado es cada día más importante en las relaciones internacionales y este país –detrás de la existencia de Corea del Norte– sabe muy bien cómo desplegar las operaciones de influencia en el mundo.
Para China, tener en jaque a Occidente, sin desestabilizarlo totalmente –la nueva ruta de la seda es un proyecto suficientemente importante como para necesitar cierta estabilidad mundial– es un paso más en su carrera por alcanzar la hegemonía mundial.
Eso, unido a que las aspiraciones de ambas Coreas es la unificación, cada una con su postura tremendamente distante, nos hace no descartar esa posibilidad. Sin embargo, hay que insistir en que no hay evidencias.
El mundo sufre una involución democrática; el poder verdaderamente democrático está sufriendo una caída y los países, sus mandatarios, se encuentran más a gusto en el poder permanente que sometiéndose a elecciones.
Pretextos los hay de todo tipo. Es razonable pensar, al menos mientras Yoon no muestre evidencias de que es razonable su arranque de autoritarismo, que el país del sur de la península ha sufrido un intento del gobernante de mantenerse en el poder para «salvar a la patria» y a sus ciudadanos; sobre todo, de evitar que estos acudan a las urnas para mantener las reglas de la democracia.
Alfredo A. Rodríguez Gómez es profesor de Relaciones Internacionales de la UNIR, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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