Mascotas de sociedad
La exposición en las redes sociales de las mascotas de algunas celebridades supone un aumento de los «me gustas» por parte de sus seguidores, pero también una preocupación por la irresponsabilidad que significa la alteración y desubicación de la fauna y su correspondiente hábitat.
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Cuanto mayor es la fama, más acceso se tiene a los recovecos cotidianos de quien la ostenta. Esa categoría incluye conocer los datos pasados de los famosos –dónde se crió, deportes practicados, pasatiempos– y a la gente de su entorno: amigos, familiares y mascotas. Estas suelen llevarse un protagonismo equiparable al de sus dueños ya que, aparte de los habituales perros y gatos, suelen tratarse de razas exóticas o, en general, poco comunes dentro de lo que entendemos a priori como animales domésticos. Algunos casos bastante significativos serían el chimpancé Bubbles del cantante Michael Jackson, el oso hormiguero del pintor Salvador Dalí, o el tigre Currupipi del torero Jesulín de Ubrique.
En cuestión de grandes felinos, las actrices norteamericanas Tippi Hedren y Melanie Griffith protagonizaron un singular ejemplo. El marido de Hedren y el productor Noel Marshall, tras la estancia de ambos en África en 1969 por el rodaje de la película Satan’s Harvest, «dieron vueltas a la idea de hacer una película sobre una familia que compartía la casa con grandes felinos. Grandes amantes de los animales, veían en el proyecto la oportunidad de ayudar a la preservación de esas especies amenazadas y demostrar que fieras y humanos podían convivir sin problemas». Ron Oxley, un entrenador de animales para las películas, les llevó un león de su propiedad «hasta que se adaptasen del todo unos a otros y pudiesen cohabitar en paz y armonía». Aceptaron entusiasmados. En 1971 se publicó en la revista Life una sesión que inmortalizó la peligrosidad de su excéntrica devoción por el amor de las mascotas y que dio lugar a fotografías icónicas.
Otro caso paradigmático y reciente es el de Tiger King. Netflix estrenó una miniserie sobre su vida en 2020 que lo hizo mundialmente conocido. Bhagavan Antle, «Doc», era el dueño del californiano Myrtle Beach Safari, en funcionamiento desde hace 37 años, donde se ofrecía una experiencia directa con los tigres que alcanzó bastante popularidad entre los visitantes famosos. Cuentan con millones de seguidores en las redes sociales TikTok e Instagram. Sin embargo, el mismo año del estreno de la miniserie, Antle fue acusado de «un delito grave de tráfico de especies silvestres, un delito grave de conspiración para traficar con especies silvestres, cuatro delitos menores de conspiración para violar la Ley de Especies en Peligro de Extinción de Estados Unidos y nueve delitos menores de crueldad hacia los animales». En las fotos de sus redes sociales, se le ve junto a su familia y empleados nadando en compañía de los tigres. Un contraste nada desdeñable ante los «cargos de crueldad perpetuados deliberadamente», según el escrito de la acusación. El safari ahora se encuentra cerrado permanentemente.
Tiger King fue acusado de «cargos de crueldad perpetuados deliberadamente» contra los animales
Los mapaches y los zorros también han alcanzado una curiosa relevancia. En el caso de los primeros, sus apariciones a través de reels en Instagram, donde la gente muestra, por ejemplo, una camada aparecida en los alrededores de su casa, o en TikTok, donde la imagen de uno –de nombre Ginger– baila al son de la canción Pedro de Raffaela Carrà, sumadas a su fisonomía apacible, han generado tentativas de adopción o compra. Según la información de la rehabilitadora de vida silvestre Erika Yery, «el mapache se ha adaptado al entorno del hombre, […] la comida para mascotas que se deja al aire libre reemplaza los alimentos básicos de la dieta tradicional. Esta urbanización ha creado la posibilidad de encuentros frecuentes entre humanos y mapaches». Tales encuentros generan una problemática evidente pues, tanto como mascota como en su entorno natural, «un mapache puede contraer enfermedades como el moquillo felino y canino, la toxoplasmosis o la rabia», según indica Erika Montejo en National Geographic , lo cual debería tenerse en cuenta como factor crucial a la hora de disipar la idea de cuidarlos en un entorno doméstico. En España, su tenencia como mascota es ilegal. En el caso de los segundos, los zorros difieren, en cuanto al peligro que pueden suponer los mapaches, en que sí pueden ser criados en cautividad siempre y cuando no pertenezcan a una especie subprotegida por el convenio internacional e intergubernamental CITES. Entre la dedicación virtual que se les ofrece, la cuenta norteamericana @juniperfoxx muestra un espécimen hembra en idealizadas fotos retozando junto a otros «amigos animales». Jessika Coker, al mando de la cuenta, es autora asimismo del libro Juniper, la zorra más feliz (Chronicle Books), en el que relata sus andanzas, su vivencia en Florida y el «placer de pintar con sus patas». Actualmente, cuenta con más de tres millones de seguidores.
Plantearse la posibilidad de este tipo de animales como mascotas es la causa de importantes cambios en los ecosistemas
Independientemente del nivel adquisitivo de quien convive con una mascota salvaje y de la los seguidores que puedan traer en redes sociales, y más allá de que sean legales, plantearse la posibilidad de tener este tipo de animales como mascotas es la causa de importantes «cambios en la estructura y función del paisaje y los ecosistemas». Desde el Ministerio se hace hincapié mediante campañas de concienciación que apelan a una responsabilidad que, como ciudadanos que conviven con otros seres vivos, se debería recordar más a menudo, debido al desequilibrio que ocasionan el abandono y la introducción de las especies ajenas al territorio. Ese capital natural debe integrarse como algo primordial en las perspectivas de sostenibilidad de cualquier gobierno. De lo contrario, pocas resoluciones podrán emplearse para estabilizar el estado crítico de la biodiversidad del planeta.
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