Salud
El trauma invisible de la catástrofe de Valencia
La devastación de la tormenta ha dejado a los valencianos algo más que pérdidas materiales: profundas heridas psicológicas que necesitarán mucho tiempo para sanar.
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Oreto García, de 35 años, se quedó encerrada en casa de sus padres la noche de la catástrofe. «¿Deberíamos cargar los móviles?», dijo su padre la primera vez que se fue la luz en Torrent, uno de los pueblos de Valencia afectados por la DANA. No le hicieron caso. Luego empezó a entrar el agua, primero lentamente, por debajo de la puerta de la entrada, después por las ventanas, hasta alcanzar el metro y medio de altura. Intentaron contactar sin éxito a los servicios de emergencias, pero estos estaban hasta arriba de trabajo, y al final la familia se quedó sin batería y sin conexión con el resto del mundo, allí solos, sin luz, con el agua hasta la cintura, y sin un lugar alto al que subirse. Ella, su novio, su padre y la novia de su padre aguantaron como pudieron toda la noche. Perdieron coches, motos y todo lo que había en la casa.
La entrevista con García iba a ser el sábado, pero de un momento a otro se organizó el entierro de su tío, el único fallecido en la familia. Vivía en Paiporta, uno de los pueblos más afectados por la riada que hace dos semanas terminó con la vida de 216 personas. Se lo llevó la corriente. Todavía no tienen muchos detalles de cómo pasó. No han querido preguntar, y la familia no quiere dar detalles. García es psicóloga y ha vuelto al trabajo: se desplaza con el coche prestado de un amigo. Le viene bien trabajar, dice, pero a veces le cuesta. «Hay que remontar poco a poco», asegura por videollamada unos días después. Está fatigada, física y emocionalmente, como el resto de valencianos que han sufrido en sus propias carnes la catástrofe. A los daños materiales y la pérdida de vidas se suma el impacto psicológico que ha dejado la catástrofe.
«Yo sé que voy a necesitar apoyo psicológico y creo que es necesario decirlo, no me da vergüenza; no está mal acudir a profesionales de la salud mental», defiende García, que estos días se encuentra lidiando como puede con el estrés y las complicaciones del nuevo mundo que la rodea. Las tareas de limpieza y organización, después de las riadas que han arrasado decenas de municipios en Valencia y otras provincias, han distraído a García y a otras muchas personas afectadas. Les han permitido agotar sus fuerzas con eso y no pensar en lo que queda. Miguel Ángel Cisneros, psicólogo especializado en emergencias, ha constatado estos días esa misma realidad cuando paseaba por los municipios afectados.
Estuvo en la zona hasta un día antes de esta entrevista. Cuenta que, cuando se iban el último día, escuchó a dos vecinos hablar entre ellos, haciéndose las típicas preguntas de siempre: «¿Cómo estás? ¿Qué tal te va?». Ahora, frente a la catástrofe y el barro que no se va de las calles, lejos de los eufemismos que antes se podían permitir, esas preguntas ya se contestan crudamente, con la verdad. «Bueno», decía uno de ellos, «prefiero no parar, porque en cuanto pare, me derrumbo, así que mejor sigamos y luego ya veremos». Según Cisneros, «ahí lo que está pasando es que en momentos como este preferimos centrarnos en conductas superficiales, sencillas, para mantener la mente entretenida con eso, y así no pararnos a pensar en la profundidad de lo que ha pasado».
«En momentos como este preferimos centrarnos en conductas sencillas para mantener la mente entretenida», afirma el psicólogo Miguel Ángel Cisneros
De ahí, y de la ayuda masiva de los voluntarios, sale la energía que ha conmovido al país estos días. Con 216 fallecidos y 16 desaparecidos en el momento de escritura de este artículo, más de 78 municipios de las afueras de Valencia afectados y miles de casas y negocios destruidos, esta riada ha sido seguramente la más destructiva de la historia. La respuesta de los voluntarios y la sociedad civil también ha sido histórica. «Ocurre aquí y en otras muchas ocasiones», explica Cisneros, que ha estado presente en otras grandes emergencias como el 11M, «es normal que estas situaciones generen una respuesta masiva, una muestra de generosidad que empodera, pero es temporal».
«Luego habrá que afrontar esto a largo plazo», asegura, y ahí entran otros mecanismos de la mente que pueden hacer que este tipo de tragedias se procesen de forma natural o no. «La mente aplaza cuestiones; no es procrastinación, sino un mecanismo de defensa», explica. Su criterio para empezar a autoanalizarse llega a los seis meses. Antes, probablemente, sea pronto para preocuparse por las consecuencias psicológicas de las personas afectadas: «Es relativamente normal que tengamos experiencias, o bien de negación de lo que está ocurriendo, o bien de represión de nuestras propias emociones, o reminiscencias del hecho traumático, de mantenimiento del estado de alerta; son tres síntomas clásicos del estrés postraumático».
Ahora, las lágrimas, la rabia y el silencio extraño que experimentan las víctimas son respuestas emocionales lógicas y esperables ante este tipo de circunstancias. «Eso no significa que no necesitemos ayuda o acompañamiento. La ayuda temprana sirve para evitar que se desarrollen esos trastornos», aclara Cisneros. Precisamente el acceso a este servicio es determinante, según los estudios que cita el experto, para que el trauma no se convierta en un problema crónico.
De momento, García está fundida: «Está siendo un poco más duro de lo que pensaba gestionar esto, pero me voy a dar tiempo». Ha llorado mucho. El primer día se hinchó a llorar: «Lloré porque me di cuenta de que estuve a punto de morir, pero también porque hemos perdido los coches, las motos, la furgoneta, que eran mi vida». Luego tuvo que ponerse en marcha, llamar a gente, pedir ayuda para limpiar, bajar el coche que se había quedado subido encima árbol, retirar el muro que rodeaba la casa. La riada lo había tumbado. Después de limpiar, toca sentarse a descansar: «Cuando coges la marcha de estar limpiando, se te olvida, pero cuando vuelves a casa, te hundes. La solución es llorar, y luego sigues».
Su padre ha reaccionado de otra manera. Le sale la rabia y el enfado con más facilidad. Esa reacción también es habitual. Lo explica Vanessa Rodríguez, psicóloga especializada en emergencias: «Hay que tener en cuenta que los supervivientes de catástrofes y desastres naturales pueden mostrar diferentes reacciones emocionales, como la tristeza, enfado, culpa, irritabilidad, y reacciones físicas, como dolores de cabeza tensionales, fatiga, cambios en los hábitos alimenticios y de sueño, y otros».
«Los supervivientes pueden mostrar reacciones como tristeza, enfado, culpa o reacciones físicas», explica la psicóloga Vanessa Rodríguez
Estas reacciones dependen de cada superviviente y se ven influenciadas por factores como la proximidad al evento, el funcionamiento psicológico previo, los sistemas de apoyo disponibles, los valores y normas culturales, y la capacidad percibida del sobreviviente de haber recibido la ayuda adecuada. Como regla general, cuanto más afectado se vea por un evento, mayor será la reacción, explica Rodríguez. Su consejo para saber el momento en el que hay que acudir a un experto es similar al de Cisneros: «Si van pasando los meses y los síntomas no disminuyen o comienzan a interferir en otras áreas importantes de la persona, entonces se debería consultar con un profesional».
García describe así sus emociones: «Sientes todo al mismo tiempo. Sientes rabia por la gestión que se ha realizado de esto, sientes culpa por sentirte tan mal cuando hay gente que lo ha pasado peor que tú, sientes frustración, sientes un poco de alegría porque estás vivo, pero sientes mucha tristeza, mucha ansiedad. Es todo al mismo tiempo». Luego se refiere a una frase del escritor, periodista y poeta valenciano Vicent Andrés Estellés, de cuyo nacimiento se acaban de cumplir cien años. La frase dice: «Perquè hi haurà un dia que no podrem més i llavors ho podrem tot», «porque habrá un día que no podremos más, y entonces lo podremos todo». Durante la entrevista, esta es la única petición de García: «Deja esta frase para el final, que me gusta mucho. Y ha sido un poco el reflejo de lo que ha pasado, que nos hemos visto tanto en la mierda, que al final el pueblo ha resurgido y ha sacado fuerzas y ha ayudado».
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