¿Quemado por el trabajo?
El desgaste físico y emocional en el entorno laboral es cada vez más frecuente. A menudo, los primeros signos se pasan por alto, mientras que las empresas siguen sin implementar medidas suficientes para enfrentar esta epidemia silenciosa.
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COLABORA2024
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«¿Hemos normalizado el burnout?», reflexionaba recientemente Jennifer Moos, autora del libro Why Are We Here? The Burnout Epidemic and Unlocking Happiness at Work. La pregunta no podría ser más pertinente: el desgaste físico y emocional derivado del trabajo está en alza, sobre todo entre las generaciones Z y millennial, al tiempo que las empresas se quedan cortas a la hora de abordar este desafío creciente.
Las cifras globales son preocupantes. El 84% de todos los empleados afirma tener estrés causado por el trabajo, y el porcentaje sube al 91% en la Generación Z y al 87% entre los millennials, según un estudio global realizado a 11.922 personas entre 18 y 65 años en 2022. Si ponemos el foco en Europa, el 59% de los trabajadores ha experimentado burnout o ha estado a punto de hacerlo, dato que asciende al 69% en el caso de los menores de 25 años. Los países del este de Europa y Reino Unido están a la cabeza.
En España, el 55% de los entrevistados afirmó haberse sentido cerca del burnout en algún momento. Otros estudios hablan del 67% de personas extenuadas emocionalmente en el entorno laboral en América Latina y el Caribe, de altos niveles de estrés diario en los empleados en países de Oriente Medio o de cómo la sobrecarga de trabajo genera un fuerte agotamiento e insatisfacción en la generación Z en China.
La OMS describe el burnout como un síndrome derivado del estrés crónico en el entorno laboral, que se caracteriza por tres dimensiones: un profundo agotamiento físico y emocional, un creciente distanciamiento mental del trabajo acompañado de actitudes negativas o cínicas hacia el mismo, y una disminución en la eficacia profesional. Pero ¿cómo sabemos si estamos cayendo en el burnout? ¿Cuáles son los síntomas?
Este síndrome no llega de la noche a la mañana, sino que es una acumulación de estrés en el tiempo. El psicólogo germano-estadounidense Herbert Freudenberger fue el primero en acuñar el término e identificar 12 etapas de desarrollo y su sintomatología, aunque de manera más reciente se han simplificado en cinco.
- Fase de entusiasmo, cuando se comienza un nuevo empleo con mucha energía y motivación, pero el exceso de compromiso puede derivar en sobrecarga de tareas y responsabilidades.
- Aparición del estrés, etapa en la que la motivación empieza a decaer, surgen síntomas como cansancio, irritabilidad, mal descanso, cambios en el apetito y cefaleas.
- El estrés se prolonga, volviéndose constante, afectando a la salud física y emocional, además, aparecen la apatía, el cinismo y el resentimiento, así como la fatiga y el distanciamiento con familia y amigos.
- La llegada del burnout implica un agotamiento extremo, con sentimientos de desesperanza, vacío, aislamiento y baja productividad.
- Finalmente, la última etapa, la cronificación del problema, que, si no se trata, la sintomatología se agrava y pueden aparecer problemas serios físicos y emocionales como la depresión. De hecho, el agotamiento relacionado con el trabajo podría ser un factor de riesgo para la supervivencia general de las personas, por lo que es importante identificarlo y tratarlo lo antes posible.
El entorno laboral moderno se caracteriza por una significativa cantidad de personas que se sienten extenuadas, frustradas y con problemas de salud mental, por lo que es vital analizar las causas subyacentes desde diversas perspectivas. Algunas investigaciones se centran en las dinámicas en el ámbito laboral, analizando, por ejemplo, el vínculo entre burnout y trabajo decente, en las que este síndrome «parece depender principalmente del déficit de aspectos relacionados con la calidad del trato y las relaciones interpersonales en el terreno laboral (percepciones de equidad, participación, no discriminación), así como del equilibrio de la carga de tareas y la adecuación de las horas de trabajo».
El 84% de los empleados afirma tener estrés causado por el trabajo
Otros estudios abordan el problema desde una visión más sistémica, en vez de centrarse en elementos individuales, lo relacionan con factores económicos, políticos y culturales, concluyendo que «los países con menor rendimiento económico y estructuras de gobernanza más débiles suelen experimentar mayores tasas de burnout, lo que indica que factores sociales amplios juegan un papel crucial en el estrés laboral». Por el contrario, otros investigadores abogan por la necesidad de ahondar más «en el papel de los rasgos de personalidad en el desarrollo de burnout laboral», lo que podría ayudar a implementar medidas de prevención en las personas más proclives a sufrirlo.
Por el momento, analizando segmentos poblacionales por edad, género y sectores laborales, sí que parece que la susceptibilidad a padecer burnout varía según los momentos vitales, afectando más a las personas entre 20 y 35 años, pero, mientras que en el caso de los hombres se reduce con el paso del tiempo, las mujeres experimentaban un nuevo pico a partir de los 55 años, según un estudio realizado en Canadá. Otros informes y una reciente investigación en Finlandia llegaron también a la conclusión de que las mujeres sufren más de este síndrome a causa de «la socialización, los roles y las expectativas sociales de género».
En cuanto a los sectores, «industrias como las finanzas, la automotriz, la manufacturera, la salud y la educación muestran niveles de estrés más altos en comparación con otros». En España, por ejemplo, se da una alta prevalencia de desgaste profesional entre los médicos y entre los periodistas. A la luz de estas conclusiones, todo parece indicar que detrás del burnout podría haber un contexto multifactorial.
El 71% de los trabajadores no estarían recibiendo el apoyo adecuado por parte de sus empleadores, según una encuesta británica
Las empresas no son ajenas al desafío que enfrentan y a cómo la mala salud mental de sus empleados afecta a la productividad. De acuerdo con el informe Risk Outlook 2024 de la firma International SOS, «el 80% de las organizaciones afirman que es probable que sus empleados se vean afectados por estrés y agotamiento en los próximos 12 meses» y la baja implicación de los empleados le cuesta a la economía global 8,9 billones de dólares, lo que equivale al 9% del PIB mundial, según calcula Gallup.
Sin embargo, en las organizaciones siguen faltando medidas para afrontar realmente el problema. Una encuesta de 2024 realizada en Reino Unido sostiene que «a pesar de la creciente necesidad de un mejor apoyo a la salud mental de los empleados, el 71% de los trabajadores podrían no estar recibiendo el apoyo adecuado por parte de sus empleadores».
Y no solo esto, el caldo de cultivo del burnout, como indica un estudio de McKinsey, podría hallarse en dinámicas tóxicas relacionadas con «tratos injustos, carga de trabajo irracional, baja autonomía y falta de apoyo», por lo que su abordaje necesitaría de mucho más que un curso de mindfulness para empleados. La implementación de cambios sistémicos en las organizaciones podría ser la clave para hacer frente a esta epidemia silenciosa.
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