Sociedad

Se duplica la violencia machista entre el colectivo más joven

La cifra de chicas adolescentes que sufrieron maltrato se ha duplicado en los últimos cuatro años. Los contenidos perniciosos generados a través de las redes sociales y las dificultades para identificar el maltrato psicológico son algunos escollos a la hora de poder poner freno a las relaciones abusivas.

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02
septiembre
2024

Entre 2018 y 2022, la Fundación ANAR recibió más de 20.500 peticiones de ayuda de niñas y adolescentes a través de su línea telefónica o chat. A raíz de ahí, han elaborado un estudio donde la conclusión es clara: no es que la violencia de género no esté disminuyendo sino que va en evidente aumento. La cifra de menores con novios o exnovios que las maltratan o denigran ha crecido un 87% desde 2018. Uno de las dificultades centrales para hacer frente a este problema social es que casi la mitad de las adolescentes no son conscientes de estar siendo víctimas de violencia de género. Además, la violencia sexual también ha crecido considerablemente en este período.

¿Cómo se explicaría que, con todas las campañas informativas y de sensibilización, la situación actual siga siendo esta? La omnipresencia de la tecnología puede responder, al menos en parte, a esta pregunta. Los contenidos de las redes sociales, muchos de ellos difundidos por influencers, se han constituido como un medio fundamental –en muchos casos, el único– a la hora de recibir información sobre determinados temas. Las redes también son la vía a través de la cual las parejas o exparejas pueden coaccionar, controlar y ejercer la manipulación con mayor soltura en las relaciones afectivos sexuales. Noemí Pereda, profesora de Victimología de la Universidad de Barcelona y directora del Grupo de Investigación en Victimización Infantil y Adolescente (GREVIA), explicaba recientemente en una entrevista que los programas de televisión, vídeos en internet o las letras de canciones que se dirigen al público más joven ofrecen una visión de las parejas que el colectivo adolescente absorbe y acepta como válida. Pereda también indicaba que no se puede relegar el papel educativo únicamente a la escuela y las familias sino que somos la sociedad al completo la responsable de garantizar el bienestar de la infancia y la adolescencia.

Generalmente, cuando en los medios de comunicación se habla de violencia machista, se hace referencia a la noticia de la última mujer asesinada o a una violación grupal a la que le han otorgado foco mediático. Es decir, se visibiliza la punta de un iceberg y el hecho puntual. La realidad de la violencia va mucho más lejos, pero resulta complejo detectarla cuando se trata, por ejemplo, de maltrato psicológico, aunque sea una realidad frecuente en buena parte de las relaciones adolescentes –y en la sociedad en general–. En este contexto, algunos recursos pueden ser de mucha utilidad. Saber transmitir la importancia de analizar los sentimientos propios y expresarlos entre iguales resulta vital, porque una inteligencia emocional desarrollada va a permitir tomar mayor consciencia de cómo afectan determinadas situaciones. Además, apoyar al colectivo joven a establecer límites y a negarse a ceder ante peticiones abusivas permitirá marcar unas líneas rojas que, en caso de sobrepasarse, estarán indicando riesgos para el bienestar personal y la salud mental y emocional.

La cifra de menores con novios o exnovios que las maltratan ha crecido un 87% desde 2018; casi la mitad no son conscientes de ser víctimas de violencia de género

En este sentido, desafiar las nociones tradicionales del amor, más conocido como el amor romántico, y desafiar los estereotipos de género, parece un interesante punto de partida. Eso es lo que hace Pamela Palenciano a través de su monólogo «No solo duelen los golpes», representación a la que suele acompañar un diálogo posterior y que ha pasado durante años por cientos de centros educativos y culturales de toda España. Otro sostén para prevenir la violencia machista en edades tempranas pasa por proporcionar modelos de masculinidad y feminidad donde los cuidados, el respeto y la libertad sean bases sustentadoras en las relaciones.

La implicación de los hombres en este complejo problema social también es imprescindible. Benjamín Ballesteros, director técnico de la Fundación ANAR, reclama un papel activo en la búsqueda de soluciones. «Este no es un problema de las mujeres, es un problema social y los hombres somos parte de la solución; debemos implicarnos de forma más activa en formar y ser buenos ejemplos para los menores de edad que están en nuestro entorno y, especialmente, en las redes sociales e internet». Y es que, como apuntaba Noemí Pereda, todos los agente sociales –medios de comunicación, publicidad, equipos educativos, empresas, familias– son responsables de hacer su parte para que las adolescentes y jóvenes puedan disfrutar de un futuro libre de violencias machistas.

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