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Legado sostenible para generaciones futuras

Somos lo que somos gracias a todos los que fueron antes que nosotros. Bajo esa premisa, debemos construir el futuro.

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Toda generación, a lo largo de la historia, se ha considerado la más importante hasta el momento, incluida la nuestra. Pensamos el presente contraponiendo lo sucedido en el pasado. Sin embargo, no podemos dejarnos llevar por una visión adanista en la que el mundo comienza cuando nosotros nos hacemos cargo del presente. Somos lo que somos gracias a todos los que fueron antes. Este es sin duda el mejor ejemplo de lo que supone la inteligencia colectiva.

Al igual que una película no puede juzgarse por un solo fotograma, la historia de la humanidad no puede ser evaluada tomando en cuenta solamente el momento que estamos viviendo. Se estima que la aparición de la especie humana se produjo hace 300.000 años. Imaginemos que quisiéramos ver la historia de la humanidad sentados en un cine, si cada año fuera un minuto, estaríamos 208 días seguidos viendo la película de nuestra existencia. 

Esto me lleva a una pregunta: ¿cuántas personas han habitado en el planeta desde los comienzos de la especie humana? Según las estimaciones de la Oficina de Referencia de Población de Canadá, han vivido en la Tierra 117.000 millones de personas. Somos importantes, pero no tanto como para considerarnos la única generación trascendental de la historia.

La esperanza de vida en España en 1900 era de 33 años; hoy esa esperanza de vida se eleva hasta los 86 años para las mujeres y 81 años para los hombres. El Producto Interior Bruto de España en 1970 era de 41.000 millones de euros; en 2023 se elevaba hasta 1,5 billones de euros. En definitiva, ¿cuándo hubieran preferido nacer, hoy o en 1900? Tirando de optimismo empírico, podemos decir que estamos en el mejor momento de la historia. 

El legado que hemos recibido va más allá de una transmisión de recursos, tangibles e intangibles, que hemos de devolver a las generaciones futuras

El legado que hemos recibido va más allá de una transmisión de recursos, tangibles e intangibles, que hemos de devolver a las generaciones futuras. Cada generación se construye sobre la anterior y, como si se tratara de capas en una excavación arqueológica, el presente no puede negar el pasado y, mucho menos, enmendarlo con las normas actuales. El legado tiene que ser un pacto entre el pasado y el presente. Predecir el pasado es fácil, lo complejo es acrecentar ese legado sin minusvalorar el empuje de todas aquellas personas que aportaron su trabajo para mejorar la sociedad.

Obviamente, no todo el legado que hemos recibido ha sido positivo. Rafael Chirbes decía que aquellos herederos de mayo del 68 que arrancaban los adoquines de un París encendido para defender la libertad hoy son los que han construido una sociedad de desigualdad.  Todas y cada una de las generaciones hemos tenido que afrontar los retos y desafíos pasados, además de los propios («los temas de nuestro tiempo» que diría Ortega). 

Ante esta situación podemos enfrentarnos a este escenario con dos actitudes diferentes. Una actitud pacífica sustentada en el contrato social que asumimos como sociedad avanzada y de progreso o podemos caer en la beligerancia y dedicarnos a destruir el pasado sin construir el presente. En definitiva, justificar el no futuro desde el lamento y la melancolía de un pasado que nunca fue. 

Clara Ramas, en su libro El tiempo perdido, nos recuerda que cuando pensamos en el pasado recordamos el desenlace, no el inicio de aquel arduo proceso plagado de problemas; vemos el final de la obra. Además, nuestro sesgo cognitivo nos lleva a recordar el «París que nos inventamos». Como dirían Les Luthiers: «Cualquier tiempo pasado fue anterior».

Por eso me pregunto: ¿somos capaces de afrontar los retos, buscar las soluciones, ponerlas en marcha y dejar un legado, tangible e intangible, para las generaciones futuras? Sinceramente, y a pesar de la realidad de confrontación, miedo, angustia, ansiedad, melancolía y frustración que estamos viviendo, estoy convencido de que sí somos capaces. 

Esto no será fácil ni inmediato, pero no olvidemos que el precio que pagaríamos como sociedad si no nos hacemos cargo de los temas de nuestro tiempo sería inmensamente mayor que el valor que se necesita para liderar colectivamente esos cambios.


Federico Buyolo García, director cultural de la Fundación Ortega-Marañón.

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