Siglo XXI

«En Europa no hay polarización política, sino ‘pilarización’: hay más de dos grupos de opinión firme»

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
18
septiembre
2024

Polarización es la «palabra del año» más reciente para la Fundación del Español Urgente (Fundéu), un reconocimiento a su gran presencia en los medios de comunicación y a la evolución de su significado. ¿Por qué ha crecido tanto el interés por este término en los últimos años? Christin Scholz, doctora en comunicación persuasiva e investigadora en la Universidad de Ámsterdam, intenta comprender cómo las decisiones humanas se ven influidas por la polarización y cómo estas pueden repercutir en su bienestar. Actualmente, Scholz investiga los sesgos cognitivos responsables de que, generalmente, a las personas nos cueste aceptar los argumentos válidos que van en contra de nuestras creencias.


¿Hay una definición común para el concepto de polarización?

A nivel técnico, la polarización es la existencia o desarrollo de una división persistente y extrema en actitudes, identidades y comportamientos. Esto puede sonar complicado, pero básicamente significa que en la sociedad hay personas (o grupos) que tienen opiniones muy fuertes sobre un tema y difieren de las opiniones de otras personas o grupos. Estas opiniones suelen ser extremas en el sentido de que los individuos se aferran a ellas y son reacios a considerar evidencia de otros puntos de vista, lo que en consecuencia lleva a una desconexión entre estos dos o más grupos.

Polarización es un término que tomamos prestado de la física de imanes, y estos tienen solamente dos polos. Tiene sentido que utilicemos este recurso para hablar de divisiones dicotómicas como «izquierdas o de derechas», sin embargo, mencionas que en la polarización social, la «desconexión puede ser entre más de dos grupos». ¿También es polarización si en una comunidad hay varios grupos de opinión?

Los investigadores en psicología política se han centrado siempre Estados Unidos, donde hay un sistema bipartidista, y en este caso es muy fácil ver dos únicos polos. En cambio, en Europa hay un tipo diferente de polarización, normalmente llamado «pilarización», porque hay varios pilares. Al fin y al cabo, en muchos países del continente hay más de dos partidos políticos y más de dos puntos de vista para considerar, lo que hace que su estudio sea mucho más complicado. Ahora bien, aunque la terminología puede cambiar, la idea es la misma: hay diferentes grupos en la sociedad que están desconectados de otros con visiones distintas. Además, hay que mirar la polarización (o pilarización) como proceso, como movimiento de la sociedad hacia un estado diferente. ¿Por qué? Porque puede ser una señal de advertencia: si vemos procesos que conducen a esto, debemos abordarlos antes de llegar a un estado muy polarizado, dado que es más fácil prevenir la polarización que revertirla una vez que se ha desarrollado completamente.

¿Es la polarización y pilarización siempre política?

Diría que no, aunque lo que consideramos político también es bastante difícil de definir. En los últimos años, muchos temas se han politizado irremediablemente, como por ejemplo la discusión sobre la covid-19: quién se vacuna y quién no, el tema de las mascarillas, el toque de queda… En ese sentido, cualquier cosa puede convertirse en política en cuanto ciertas élites empiezan a hablar de ello. No obstante, la polarización puede afectar a cualquier tema que se te ocurra. Puede influir en temas de salud (¿se debe permitir el aborto?), temas relacionados con comportamientos medioambientales (¿debemos invertir en sistemas de reciclaje?)… Básicamente, cualquier tema en el que pueda haber un fuerte desacuerdo y que divida a la sociedad.

¿Por qué siempre se aborda la polarización como si fuera un estado indeseable? ¿Lo es necesariamente?

Esta es una de las grandes cuestiones. Tener una opinión firme no es algo malo. De hecho, que la gente esté involucrada en política y tenga opiniones bien desarrolladas sobre los asuntos de actualidad es, teóricamente, algo bueno para la democracia. En principio, esto debería significar que tenemos un electorado informado que toma decisiones bien fundamentadas cuando va a las urnas. El problema empieza cuando estas opiniones se vuelven demasiado rígidas. A veces esto se llama rigidez cognitiva, o sea, que toda información que uno recibe es evaluada basándose únicamente en si va acode con tu opinión o no. Entonces, la persona no está abierta a nueva evidencia que podría, o debería, hacerle cambiar de opinión. En mi trabajo estamos constantemente aprendiendo cosas nuevas que nos hacen cambiar la forma en que hacemos las cosas. Si no estuviéramos abiertos a estos cambios, entonces tener opiniones firmes no nos dejaría progresar. Lo mismo ocurre en los sistemas democráticos. Estar involucrado en política no es suficiente: estar cerrado a la evidencia puede también conducirnos a malas decisiones.

«Estar involucrado en política no es suficiente: estar cerrado a la evidencia también puede conducirnos a malas decisiones»

Hace 20 años nadie hablaba de polarización. ¿Qué ha sucedido para que actualmente sea protagonista en tantas columnas de opinión?

La polarización no es algo nuevo, ni mucho menos. Ni somos la primera sociedad polarizada ni la última. Quizás ahora está más de moda, se publicita más y se utiliza como estrategia en muchos discursos políticos, aparte de que se está haciendo mucha investigación al respecto. Además, la polarización existe a diferentes niveles. Por un lado, a una escala más «macro», eventos como guerras o crisis económicas causan desigualdad y segregación en la sociedad, lo que luego conduce a polarización. Esto lo llevamos viendo desde principios de siglo en prácticamente todo el mundo. Por otro lado, a nivel individual existen algunos sesgos cognitivos que nos predisponen a preferir información que concuerde con nuestras opiniones. Esto tiene ciertas ventajas psicológicas y biológicas, pero también puede llevar a decisiones sistemáticas en cómo manejamos la información, y eso también conduce poco a poco hacia estados polarizados.

Entiendo que los acontecimientos sociales de gran impacto «despiertan» la posibilidad de polarizar una sociedad y son las limitaciones cognitivas del razonamiento humano las que perpetúan este proceso. ¿Cómo influyen estos sesgos a nivel individual?

La mente está diseñada para ser lo más precisa posible, pero también eficiente. Esto es en parte porque, no solo en la actualidad, sino en todas las civilizaciones de la historia, los humanos están expuestos a un montón de información al mismo tiempo. Por eso, el cerebro está constantemente ocupado filtrando información para tomar decisiones rápidamente: ¿qué es relevante para mí? ¿cómo debo actuar ahora? Esto nos lleva a ser tomadores de decisiones racionales, sí, pero imperfectos. Lo ideal sería considerar toda la evidencia disponible de forma exhaustiva y luego tomar una decisión plenamente informada, pero eso no es posible porque ni tenemos tiempo ni tenemos la capacidad de evaluarlo todo.

«Existen algunos sesgos cognitivos que nos predisponen a preferir información que concuerde con nuestras opiniones»

Entonces, ¿hay atajos mentales que son en parte beneficiosos porque nos ayudan a filtrar la información y reaccionar al entorno al que estamos expuestos, pero a veces pueden fallar?

Así es. En el contexto de polarización política, los atajos o sesgos más comunes pueden ser el llamado sesgo de confirmación y la disonancia cognitiva. El sesgo de confirmación se refiere a la tendencia de preferir información que esté de acuerdo con nuestra visión del mundo, o sea, tomamos nuestra percepción del mundo como «lo correcto» de cómo debería ser cualquier cuestión y nos encanta la información que la confirma. Por otro lado, la disonancia cognitiva se refiere a que, generalmente, las personas quieren mantener una imagen positiva de sí mismas y sentir que actúan de manera coherente, que sus opiniones y comportamientos son coherentes con su visión del mundo. Si de repente tú me dices algo que contradice mi opinión, probablemente me sienta incómoda porque hay un desacuerdo entre mi visión del mundo y la información que estoy recibiendo. Entonces, lo que yo haré inconscientemente es reducir esa disonancia, y eliminaré la discrepancia entre lo que me dices y lo que creo. ¿Cómo puedo hacer eso? Evaluando la evidencia, y si es válida, integrarla en mi percepción del mundo; o simplemente desacreditar lo que dices. La primera opción requiere, indudablemente, mucho más esfuerzo.

¿Es la segunda la salida fácil, la que nos protege de los ataques ajenos y la que puede llevarnos a un incremento de la polarización?

Exacto. Cosas como «no sabes de lo que hablas», «no tienes experiencia en el tema» es la forma sencilla de sentirme mejor, y como es sencilla, es más recurrente. Poco a poco, vamos evitando cualquier exposición a información contraria a nuestras actitudes. Si eres una persona de izquierdas, es probable que leas más periódicos de izquierda. Algo parecido ocurre con nuestro comportamiento en redes sociales: nuestros contactos tienden a ser de un grupo concreto. Además, es más probable que compartamos información que corrobore nuestros puntos de vista que que los contradiga.

«Es prioritario aprender sobre la vigilancia epistémica, o sea, aprender a ser inteligente a la hora de manejar nueva información»

Por lo que dices, da la sensación de que los medios de comunicación son extremadamente importantes para fomentar o mitigar la polarización. En Un mundo feliz, de Aldous Huxley, los ciudadanos tenían tanta información a su disponibilidad que la capacidad de evaluarla se volvía muy pobre. ¿Pueden los medios de comunicación volverse problemáticos al producir información innecesaria que dificulte nuestra capacidad cognitiva de filtración?

No creo que la cantidad de información sea necesariamente el problema. Creo que reducir el sistema de medios a solo dos canales no ayudaría a abordar esos sesgos cognitivos. Lo que sería problemático es más lo que llamamos fragmentación de los medios, que significa que hay muchos canales pero todos muy especializados, y si eliges ver solo uno de esos canales, entonces escucharás exclusivamente un punto de vista nada más. Esa exposición unilateral podría contribuir a una tendencia polarizadora.

Las causas de la polarización podrían estar, por tanto, en los acontecimientos socioeconómicos extraordinarios y en su perpetuación por parte del individuo y sus sesgos cognitivos. Ahora bien, ¿qué podemos hacer para mitigar este proceso?

Ojalá tuviera una buena respuesta para eso. De momento, y a pesar de tantos estudios que se han llevado a cabo, se desconoce. Por sentido común se podría pensar en un sistema de partidos menos polarizado o bipartidista, se podría pensar en nuevas formas de elegir representantes… Se podría pensar en cambiar la estructura del entorno mediático, tal vez regulando cosas como los algoritmos de las redes sociales o imponiendo restricciones a ciertos tipos de periodismo. No obstante, creo que es demasiado complejo. ¿Qué pasaría si eres fanático de un medio de comunicación con ideas extremas y las autoridades lo prohíben? Eso sería censura, ¿no? No se puede simplemente silenciar una opinión porque entonces los afectados se convertirían en mártires y en poco tiempo aparecería otro medio, legal o ilegal, para satisfacer la demanda. Mi recomendación, por ahora, es enseñar a las personas sobre la vigilancia epistémica, que es básicamente aprender a ser inteligente a la hora de manejar nueva información. Debemos ser conscientes de que los sesgos cognitivos son inherentes al ser humano, y mantenernos siempre con la mente abierta a nuevas pruebas. El mundo cambia, nosotros cambiamos, y no está mal cambiar de opinión si hay razones para ello. Hay que enseñar y aprender sobre alfabetización mediática, o sea, entender por qué ciertos tipos de medios actúan de la manera en que lo hacen y qué consecuencias puede tener.

«Necesitamos entender el sistema político, las estructuras sociales, la mente humana y la base biológica del procesamiento de información»

Se están buscando soluciones que abarquen diferentes niveles, tanto individual como colectivo, y has mencionado la importancia de los medios de comunicación, los discursos políticos, el funcionamiento del cerebro, el papel de la educación, etc., para hallarlas. ¿Significa esto que la polarización se entiende mejor si se estudia de forma interdisciplinar?

Totalmente. Necesitamos entender el sistema político, las estructuras sociales, la mente humana y la base biológica del procesamiento de información. Un solo científico o un solo campo de investigación no puede explicarlo todo. Por eso, las interacciones entre diferentes campos son realmente útiles para comprender la polarización. De hecho, esa fue la motivación principal para iniciar el Área de Investigación Prioritaria en Polarización en la Universidad de Ámsterdam, y aquí intentamos aplicar un enfoque transversal en lugar de centrarnos solo en un pequeño aspecto de la polarización. Por ejemplo, un proyecto en el que estoy involucrada ahora mismo reúne a científicos del mundo de la comunicación, politólogos, psicólogos y neurocientíficos. Estamos utilizando máquinas de resonancia magnética para estudiar los sesgos cognitivos cuando las personas procesan la información acorde y ajena a sus opiniones.

¿Qué es lo que más te ha sorprendido desde que te dedicas a investigar el proceso de polarización política?

Aunque es algo que sucede cada varios años, sigue pareciéndome increíble: cuando hay un nuevo desarrollo en la sociedad, como puede ser la inteligencia artificial, internet o la polarización política. Siempre hay avalancha de actividad, mucha discusión pública, mucha investigación sobre ello. En estos casos, al principio la gente se estanca en el pesimismo, y parece inevitable pasar por eso de «dios mío, ¿qué va a pasar si la polarización destruye por completo todos nuestros sistemas democráticos?», o como ocurrió hace años, «¿qué va a pasar si todo el mundo empieza a ver la televisión y acaba con el cerebro lavado por todo este contenido visual? ¿Cómo de mal acabará la juventud que se ha criado con las redes sociales?». Lo que me sorprende es esa predisposición a centrarnos en todo lo que podría salir mal. Luego, generalmente, tras los primeros años de incertidumbre, empezamos a ver que el peor escenario no siempre es lo que acaba sucediendo. A menudo, también vemos zonas grises en las que pueden ocurrir cosas buenas y malas, y tal vez lo malo no es tan malo como pensábamos.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME