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«En el derecho no es importante solo lo que se dice, sino cómo se dice»

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María Marañón
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06
agosto
2024

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María Marañón

Teresa Arsuaga (Madrid, 1971), abogada especializada en Derecho de Familia y máster en mediación y resolución de conflictos, ha dejado una huella en el ámbito jurídico. Doctora en Derecho con una tesis sobre el movimiento Law and Literature Studies, Arsuaga ha publicado ‘El abogado humanista(Editorial Aranzadi, 2018) y es miembro de la Italian Society of Law and Literature. En esta entrevista, exploramos su inspiradora carrera y su visión humanista del derecho.


Según explicas en el libro, el abogado «humanista» es la «alternativa a la concepción técnica y mercantilista hoy dominante en la profesión». ¿Cuál es el problema de esta concepción?

Mi interés nació en las universidades americanas de los años 70, cuando empecé a observar la influencia del movimiento Law and Economics y las ciencias positivistas en el discurso jurídico. Esto llenaba las sentencias de datos y estadísticas, lo que llevó a valorar un enfoque más humanista en el derecho, basado tanto en la literatura como en las habilidades que te aportan las disciplinas más humanistas. Hoy, este discurso es más relevante que nunca, especialmente en la crítica que se está dando de los cargos que tienen un servicio público. Un profesional humanista se define por tres aspectos clave. Primero, debe conocer diversos lenguajes, no solo el técnico, para evitar una visión reducida del ser humano y su experiencia, permitiendo una justicia más completa. Segundo, necesita una subjetividad enriquecida que le permita una aproximación amplia e integradora a la realidad, corrigiendo prejuicios y limitaciones. Esto es crucial para los abogados, que deben empatizar y comprender diferentes perspectivas. Tercero, debe poseer madurez intelectual y una crítica cultural que le permita resistir la expresión mecánica y estereotipada. La honestidad y personalización en la comunicación son esenciales para que sus textos sean transformadores y significativos. En España, aunque el impacto de Law and Literature Studies es limitado en comparación con Estados Unidos, Italia o Francia, se están iniciando programas y premios en abogacía humanista en algunas universidades. La literatura ofrece una manera efectiva de entender conceptos éticos como el sufrimiento, la igualdad y la dignidad, que son difíciles de captar con un lenguaje teórico. Así, el derecho como literatura y el abogado como escritor o crítico permiten dar vida a textos del pasado y aprender de ellos desde una perspectiva ética y humanística.

«Este movimiento aboga por dos elementos clave: el aprendizaje ético y el derecho como literatura»

Ese término, del abogado humanista, se inspira en el movimiento norteamericano Law and Literature Studies, que cuenta con exponentes como James Boyd White y Richard Weisberg. En España, ¿en qué punto se encuentra esta tendencia

Como decía, en España, se están comenzando a instaurar programas de abogado humanista en algunas universidades, y se han creado premios para reconocer esta práctica. Sin embargo, estamos lejos del impacto que tiene en Estados Unidos, Italia o Francia. Aquí, el interés por la literatura en el ámbito jurídico ha existido, pero de manera diferente, como medio para conocer instituciones jurídicas desde una perspectiva histórica. Este movimiento aboga por dos elementos clave: el aprendizaje ético y el derecho como literatura. En nuestro país, aunque esta práctica está dando sus primeros pasos, veo esfuerzos significativos. Me ha llegado [la noticia de] que un profesor de la oposición de abogados del estado utiliza mi libro para formar a nuevos abogados, y esto me hace feliz. Es un indicio de la creciente conciencia y desarrollo en este campo.

En tu libro, mencionas que el abogado humanista se inspira y aprende de técnicas artísticas como la literatura y el arte para desarrollar argumentos, crítica e interpretación. ¿Cómo esta perspectiva puede enriquecer la práctica jurídica tradicional?

Desde mi perspectiva, que también comparto en el libro, creo que es crucial volver a centrar la educación jurídica en el derecho de hacer justicia. Esto implica no solo mejorar las habilidades tradicionales del abogado, como la lectura crítica y la escritura, sino también desarrollar una mayor conciencia sobre el uso del lenguaje y sus implicaciones. Es una oportunidad para complementar la enseñanza impersonal y burocrática actual, permitiendo a los profesionales del derecho cultivar experiencias más ricas, comprensión profunda, imaginación creativa y empatía genuina en su práctica.

«Es crucial volver a centrar la educación jurídica en el derecho de hacer justicia»

Uno de los capítulos habla de la contraposición del derecho y aquello que es justo. ¿Se encuentran, hoy en día, desconectados? Y, de ser así, ¿qué ha suscitado esta desconexión? ¿Cómo podemos, si es que debemos, reconectarlos?

Los abogados deben estar conscientes de que detrás de cada caso hay personas y principios fundamentales de humanidad. Es crucial que el derecho no se desconecte de estos valores humanistas que promueven la justicia y la equidad. Aunque el movimiento del Law and Economics –la concepción predominante del derecho hoy– enriquece al derecho con perspectivas económicas, no podemos perder de vista la idea de que la labor del abogado va más allá de consideraciones puramente económicas. Como mencionaba Jhering, la verdadera lucha debe ser por lo justo y por los derechos de las personas. Esto debería ser una constante en la mente de todos los juristas, sin importar las influencias externas.

¿Qué papel juegan los abogados en asegurar que la ciudadanía entienda los documentos públicos y lo que firma, y qué medidas podrían mejorar esta comprensión?

Existe la necesidad de que el lenguaje jurídico se explique, pero sobre todo, no se debe olvidar que en el fondo es un lenguaje literario. Parte de lo que pongo en valor en el libro es que en el derecho no es importante solo lo que se dice, sino cómo se dice. La manera en que una sentencia está redactada es el lenguaje jurídico que permanece disponible para otros y para las generaciones futuras. Así, del lenguaje literario, el abogado puede aprender mucho en cuanto a cómo se crea una determinada atmósfera en el relato de los hechos y hasta qué punto se trata de dos narrativas en competición, donde se debe presentar algo que el juez considere verdadero. Es importante la audiencia y aprender de la literatura para escribir realmente bien y lograr un texto de calidad.

«Recomiendo a otros profesionales abrazar una revisión crítica de cómo se comunican con sus clientes, colegas y jueces»

Hablas en tu obra sobre la importancia del lenguaje y la comunicación en la práctica del derecho. ¿La manera en que nos dirigimos a las personas puede influir en la justicia y en la percepción pública del sistema legal?

El lenguaje y la comunicación en la práctica del derecho son elementos fundamentales que pueden influir tanto en la justicia como en la percepción pública del sistema legal. Creo firmemente que la forma en que nos dirigimos a las personas no solo afecta la manera en que se perciben las decisiones legales, sino también la confianza y la legitimidad del sistema judicial en general. Es crucial colocar a las personas en el centro de nuestra preocupación jurídica, reconociendo la complejidad y la riqueza de su naturaleza y experiencia, incluso cuando el sistema parece operar de manera independiente. Respecto al lenguaje jurídico, gestionar la tensión entre el relato de los hechos y la necesidad de emplear un lenguaje técnico y específico en la abogacía diaria es un desafío constante. Recomiendo a otros profesionales abrazar una revisión crítica de cómo se comunican con sus clientes, colegas y jueces. En mi experiencia, he encontrado inspiración en ejemplos literarios y discursos éticos de figuras como Lincoln y Mandela. Estos textos no solo son ejercicios literarios, sino también críticas culturales que enseñan cómo escribir con criterio personal y ético. Tanto Lincoln como Mandela, en momentos de profundo sufrimiento, lograron transformar el odio en esperanza a través de sus discursos. Esta habilidad para convertir situaciones difíciles en actos de esperanza ilustra cómo el abogado puede aprender y aplicar lecciones transformadoras de la literatura y la política. No se trata solo de la claridad en la escritura, sino de la honestidad y la capacidad de invitar a reflexionar sobre experiencias humanas amplias y significativas.

¿Cómo gestionas esa tensión entre el relato de los hechos y la necesidad de usar un lenguaje técnico y específico en el ejercicio diario de la abogacía? ¿Qué recomendarías a otros profesionales para participar de esta revisión crítica?

En mi trabajo, destaco preguntas clave que los abogados deberían considerar al redactar. La escritura no se presenta simplemente como una técnica, sino como un proceso de aprendizaje individual. No se trata de reglas rígidas que deben seguirse al pie de la letra. A menudo, los abogados, en su búsqueda de rigor, pueden terminar creando textos que son difíciles de comprender. Es necesario preguntarse: ¿Este texto ayuda a aumentar la comprensión del lector o intenta manipularlo? ¿El escritor muestra una visión amplia o estrecha de las experiencias humanas? ¿Qué tipo de vida promueve este texto? ¿Significado y aprendizaje, o manipulación y autoritarismo repetitivo? Estas son cuestiones esenciales que deben abordarse. Por lo tanto, mi enfoque es invitar a los abogados a examinar los textos jurídicos desde una perspectiva crítica y literaria. Creo firmemente que este enfoque no solo mejora la claridad y la eficacia de nuestra comunicación legal, sino que también promueve una práctica más ética y reflexiva en el ejercicio del derecho.

«Los abogados, en su búsqueda de rigor, pueden terminar creando textos que son difíciles de comprender»

En tu opinión, ¿cuál es la responsabilidad social del abogado en la sociedad posmoderna? ¿Cómo puede contribuir la abogacía a promover el cambio social y la justicia?

Es una pregunta complicada, que tendría que pensar con detenimiento, pero creo que lo más importante es que las personas se encuentren en el centro el derecho. Es fundamental poner a las personas en el centro de la preocupación jurídica, reconociendo la complejidad y la riqueza de su naturaleza y experiencia, incluso cuando el sistema parece funcionar por sí solo. Sí, creo que esto debería ser lo más importante.

Mirando hacia el futuro, ¿cuáles son los cambios más urgentes en el sector de la abogacía española? ¿Es realista su implementación?

Es muy importante que la formación en derecho incluya componentes adicionales como estas materias. Aunque el sistema jurídico español es robusto y confiable, con jueces y abogados altamente capacitados, creo que es beneficioso complementar el derecho con disciplinas que aporten sentido en un mundo cada vez más tecnológico e impersonal. En un contexto posmoderno, esta formación extra no solo enriquece éticamente a los profesionales del derecho, sino que también les proporciona herramientas para comprender y abordar los desafíos contemporáneos de manera más viva y adecuada. Es vital que los abogados mantengan una conexión profunda con los principios humanistas que subyacen a la justicia, incluso mientras se adaptan a las nuevas realidades tecnológicas.

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