Sociedad
«Los políticos han hecho de la teatralización del conflicto su día a día»
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2024
Artículo
La periodista Marta García Aller ha reunido en ‘Años de perro’ (Círculo de Tiza, 2024) una selección de sus crónicas para El Independiente, El Confidencial y Onda Cero. Pero el libro es más que una recopilación de artículos: su autora nos propone un viaje en «un tiempo que a veces pasa tan deprisa que se nos escapa, porque últimamente la actualidad corre más rápido, como si en lugar de años humanos viviéramos años de perro».
Empezaste a escribir los artículos que se recopilan en Años de perro en 2016. En aquellos momentos, el bipartidismo languidecía acosado por los escándalos de corrupción y nuevos partidos habían entrado en el Parlamento con el compromiso de regenerar la política. Visto con perspectiva, parece que hemos aplicado la frase de El Gatopardo: «Que todo cambie para que todo siga igual».
Efectivamente, todo ha cambiado muy deprisa pero el bipartidismo vuelve a gozar de buena salud. Tres de cada cuatro votos que vimos en las últimas elecciones en las europeas han ido para el bipartidismo. Cosa que, por cierto, no está pasando en los países de nuestro entorno, como Francia o el Reino Unido. Pero esto no quiere decir que sigamos igual que hace siete años. El hecho de que el bipartidismo haya recobrado su fuerza no quita que hayamos vivido cambios profundísimos en este tiempo.
El bipartidismo ha recuperado gran parte de su representatividad, pero ¿no te parece que el enfrentamiento constante entre PSOE y PP está llevando a que, al final, sean grupos minoritarios los que dictan las grandes decisiones?
Bueno, en España está gobernando el bipartidismo: el Gobierno central es socialista y el poder territorial está abrumadoramente en manos del Partido Popular. Otra cosa es que estos partidos, que son los partidos fuertes, se dejen influir más o menos por minorías con las que tienen que negociar. Creo que el bipartidismo no está en cuestión. Pero creo que hay un exceso de polarización. A veces tiene más de escenificación que de realidad. Porque los políticos han hecho de la teatralización del conflicto su día a día. Pero si miramos qué votan los ciudadanos, no están optando abrumadoramente por los extremos, ni mucho menos. La mayor parte de los ciudadanos se sitúa en una horquilla que los politólogos ubican entre el 4 y el 6, siendo el 0 la extrema izquierda y el 10, la extrema derecha. Hay muchos más grandes consensos entre los votantes en la sociedad española de lo que parece. Creo que, aunque esa polarización y esos conflictos identitarios y culturales hagan más ruido en los medios, a la hora de la verdad hay grandes consensos todavía en el debate público en materias como la eutanasia, el aborto… Son muchas cosas que en otros países dividen a la sociedad y en España, sin embargo, la opinión pública, incluida la educación pública, la sanidad pública… creo que gozan de una unidad bastante sólida.
«A la hora de la verdad hay grandes consensos todavía en el debate público»
Pero la política también es lo que se aprueba en el Congreso de los Diputados y en este año no se han aprobado los presupuestos, solo se ha aprobado la Ley de Amnistía y algunos pocos decretos gracias a que Junts les ha dado su apoyo. Quiero decir que ese voto sociológicamente de centro o de moderación no se traduce luego en una política real.
Ahora mismo es verdad que tenemos una legislatura en barbecho, incapaz de sacar adelante grandes políticas, pero eso no entra en colisión con el hecho de que existen grandes consensos en la sociedad española. El catedrático Xavier Coller ha publicado un ensayo muy interesante titulado La teatralización de la política en España. Para escribirlo se ha entrevistado con cientos de parlamentarios de todas las cámaras nacionales y autonómicas y muestra cómo se aprueban muchas más cosas de las que nos creemos y se aprueban con abrumadoras mayorías, también en las comunidades autónomas. Esos consensos siguen ahí, lo que pasa es que, cuando enfocan las cámaras, lo que se muestra es la crispación, los políticos lanzándose los trastos de la cabeza… Parece que vivimos una bronca insoportable, que la tensión mediática es máxima, pero en realidad la estabilidad en España creo que es más sólida de lo que nos creemos.
¿Crees que los periodistas nos estamos dejando engañar en gran medida por esa teatralización de la refriega entre los partidos políticos y dejamos de atender temas importantes que quedan invisibilizados, como la falta de acceso a la vivienda, el encarecimiento de la cesta de la compra, el invierno demográfico, la España despoblada, etcétera?
En Años de perro verás que precisamente lo que intento hacer con las crónicas es buscar el contexto de las transformaciones de la sociedad. Hay reflexiones sobre la vivienda, sobre el aumento de la pobreza infantil, sobre los recursos que necesita la Sanidad Pública y hasta qué punto hemos aprendido algo a raíz de la pandemia. También sobre cómo la inflación afecta al día a día y a la cesta de la compra, cómo los jóvenes están cada vez más desencantados con la política porque no pueden hacer un proyecto vital con el precio de la vivienda como está y los salarios cada vez más precarios. Creo que, como periodistas, está en nuestra mano poner el foco en estos problemas. También me parece que, en estos años, las redes sociales han jugado un papel fundamental a la hora de promover esa teatralización de la política, ya que lo más escandaloso, la mayor salida de tono o la última metedura de pata de un político es lo que recibe más retuits, llama más la atención. No necesariamente es lo más relevante pero sí es lo más espectacular. Pero también creo que la gente se está cansando de tantos fuegos artificiales y espera que el periodismo se ocupe no solo de cosas que llaman la atención sino también de aquellas que aportan el contexto y que nos ayudan a entender bien los cambios que se están produciendo. Eso es lo que he intentado en Años de perro.
«Parece que vivimos una bronca insoportable, pero la estabilidad en España es más sólida de lo que nos creemos»
Desde que tengo uso de razón llevo oyendo que hay crispación en la vida política española, pero no sé si ahora hay algo distinto o si estamos llegando a unos extremos mayores.
Yo creo que sí. Cambios y tensiones ha habido siempre. Barbaridades e insultos se han oído en el Congreso desde los tiempos de Sagasta, pero nunca habíamos tenido esta sensación de vivir en tiempos hiperacelerados. Tiene mucho que ver con la dependencia de las pantallas. Todo se está retransmitiendo en tiempo real y nos llega un bombardeo de mensajes que nos hace sentir que no tenemos tiempo para nada, que no podemos asimilar las cosas que están pasando. Antes pasaban muchas cosas también, pero no teníamos esa sensación de atropello, de cambios vertiginosos que se nos amontonan unos sobre otros.
Y por esta razón, tal vez corremos el peligro de no razonar sobre lo que está pasando o no reflexionar suficientemente y perder el sentido, dejar de ver lo que se llamaba el signo de los tiempos.
Podemos dar sentido a lo que pasó en el siglo XX, como decías, porque lo miramos con perspectiva, que es lo que todavía no tenemos del siglo XXI. Sabemos cómo acabó la Segunda Guerra Mundial, pero los que la estaban viviendo no lo sabían, no alcanzo a imaginar el túnel de incertidumbre que eso podía suponer. Sabemos que cayó el muro de Berlín y sabemos cómo se desmoronó la URSS. Entonces empezaron los años 90, una época de gran optimismo, se hablaba de «el fin de la Historia» y parecía que las guerras habían terminado en Europa. Pero Putin ha puesto todas esas creencias patas arriba y ya no sabemos si la Guerra Fría realmente acabó o estamos todavía en ella. No sabemos muy bien qué es lo que va a pasar porque nos falta la perspectiva para entender esos cambios. Lo que sabemos seguro es que hemos pasado de un optimismo en los 90 a un pesimismo atroz en este momento. También había, a finales del siglo XX, muchas esperanzas puestas en los avances tecnológicos, en la irrupción de muchas tecnologías que venían a cambiar el mundo. Efectivamente, lo cambiaron, lo que pasa es que la ingenuidad con la que creíamos que iba a funcionar internet ocultó una serie de contraindicaciones que no vimos venir. Porque, al final, los humanos terminamos cometiendo los mismos errores.
«Hemos pasado de un optimismo en los 90 a un pesimismo atroz en este momento»
En lo que respecta a los avances tecnológicos, ahora parece que es al revés, como si prevaleciera el miedo antes que el optimismo. Todos estos avances que nos llegan de la inteligencia artificial y de la robótica y del Internet de las Cosas nos producen miedo.
Antes la imaginación del futuro tecnológico permitía creer que la tecnología iba a solucionar todos los problemas y ahora lo que nos encontramos es mucho miedo a que estas tecnologías vayan a crear problemas nuevos. Pero creo que esto tiene mucho que ver con la sensación de incertidumbre que se nos va atragantando, que está ligada a los cambios que estamos viviendo, a los problemas económicos, a los populismos y a la precarización. Hemos perdido la esperanza de que los hijos puedan vivir mejor que los padres y esto hace que el nivel de incertidumbre y de pesimismo respecto al futuro sea mayor.
¿Vivimos ahora peor que hace 25 o 50 años?
No es que en los años 70 se viviera mejor que ahora, pero sí había una sensación de que se iba progresando. Había muchas más carencias, pero la gente estaba convencida de que la siguiente generación iba a vivir mejor. Y ahora eso ha cambiado. Seguramente, con las cifras en la mano, vivimos en el mejor momento de la Historia, pero también en uno de los más inciertos.
«No es que en los años 70 se viviera mejor que ahora, pero sí había una sensación de que se iba progresando»
¿Te preocupa el ascenso de los populismos y el aumento de la polarización?
Sí. El auge de los populismos tiene que ver mucho con esa incertidumbre, con la necesidad de recetas más autoritarias, que seducen a mucha gente. A veces, los diagnósticos de los populistas dan en el clavo de las preocupaciones y los miedos de la gente, pero desde luego las soluciones están lejos ser realistas y mucho menos de traer ninguna justicia social. Son peores sus respuestas que los problemas que pretenden resolver. Y eso tiene que ver con la incertidumbre de la que hablábamos. Me preocupa muchísimo la emergencia de los populismos y es otra de las constantes que está presente a lo largo del libro. Empieza con la llegada de Trump a la Casa Blanca. Trump parecía una anomalía hace siete años y poco a poco hemos visto que no es ninguna excepción, porque de hecho el trumpismo ha llegado a Europa. Lo vemos en muchos líderes de extrema derecha y de la derecha populista que están haciéndose con el poder hasta hacer temblar los propios cimientos de la Unión Europea.
¿Qué te parecen los intentos de las instituciones europeas y de gobiernos como el español de regular el flujo de información en los entornos digitales?
Lo que se está promoviendo con el Reglamento Europeo de Libertad de los Medios de Comunicación es precisamente poner a salvo a los medios de la influencia del poder político. Y creo que todo lo que vaya en la dirección de ayudar a los medios a ser independientes es bueno para todos. Las democracias necesitan de medios independientes y para eso los medios tienen que ser rentables, para no depender ni de poderes políticos ni de intereses particulares. Si no es así, los ciudadanos no tienen información libre e independiente en la que basarse para tomar la decisión de quién quieren que les gobierne. El periodismo es un pilar fundamental para que la democracia funcione. Y con todos los cambios tecnológicos, los retos son enormes, como por ejemplo el desafío de la desinformación, pero todavía tenemos mucho camino que andar.
COMENTARIOS