Cultura

30 años de ‘Pulp Fiction’

Hace tres décadas llegaba a las pantallas una película llamada a revolucionar el cine. ‘Pulp Fiction’ deslumbró con novedades narrativas, temporales, éticas y estéticas que siguen vigentes a día de hoy.

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16
agosto
2024

Una mujer y un hombre mantienen una conversación trivial en el interior de una típica cafetería estadounidense. Un par de minutos después, con visibles rasgos de alteración, se declaran su amor y, levantándose de la mesa, blanden sendas pistolas y gritan al resto de clientes que se trata de un atraco y que «cualquiera de vosotros, malditos imbéciles, se mueve y los ejecutaré a todos, hijos de puta». La imagen se congela y «Misirlou», un musical oriental popularizado en Estados Unidos en los años 30, en la interpretación surf de Dick Dale & The Del Tones, invade los oídos del espectador. Un espectador que no era consciente, en 1994, de estar asistiendo a una de las últimas revoluciones cinematográficas.

Un año después, Pulp Fiction se alzaba, contra todo pronóstico, con la Palma de Oro en el Festival de Cannes, dejando atrás a películas de Zhang Yimou, Krzysztof Kieślowsky o los hermanos Coen. Su director, Quentin Tarantino, subía a recoger el galardón entre abucheos y algún grito que le señalaba como fascista. Su respuesta, tras tomar con una mano el galardón fue enseñar el dedo corazón de la otra a quien estuviera lanzándole improperios. Y el arte, la industria y el consumo cinematográficos cambiaron para siempre.

Nadie, salvo el hoy tristemente famoso productor Harvey Weinstein, quiso apostar por una película que, además de la citada Palma de Oro, obtuvo el Oscar al mejor guion, fue nominada a otros seis y batió todos los récords de recaudación del cine independiente, con más de 200 millones de dólares frente a los 8 millones de su presupuesto. Uno de los motivos del escaso apoyo al proyecto de Tarantino fue su negativa a que absolutamente nadie interviniese de ningún modo en el mismo. Pulp Fiction fue concebida como una obra de autor y así debía ver la luz. Los resultados demostraron que dar libertad creativa a un cineasta, además de prestigio, podía reportar grandísimos beneficios, y Hollywood comenzó a replantearse las fórmulas que, hasta entonces, creyó incontestables.

El ritmo de la narrativa desordenada de Tarantino embelesó a los espectadores y cambió las reglas de juego en Hollywood

Pulp Fiction enganchaba desde las primeras escenas con un ritmo trepidante en que diferentes historias y líneas temporales se engarzan con disparatada elegancia sin correr el riesgo de desorientar al espectador. Al contrario, este se convierten en parte activa del filme al ir reconstruyendo mentalmente todo un entramado de escenas, personajes y situaciones para entrar en el juego que propone Tarantino: la violencia como caricatura de la sociedad estadounidense, en su vertiente más pop.

El propio director dejó clara su opinión al respecto declarando que lo que hizo especial a Pulp Fiction fue que «era tremendamente violenta, pero divertida. Es una comedia. Todas las tiendas de vídeo en Estados Unidos la pusieron en la sección de comedia cuando salió». Y mucho sabía Tarantino de tiendas de vídeo. Trabajó durante años en un videoclub. Ahí nació su aprendizaje: horas y horas de visionado de películas que iban de la nouvelle vague al blackexplotation, pasando por Sergio Leone, Kurosawa, Fellini, el cine de artes marciales y la serie Z. Tal amalgama fílmica brotó de manera esplendorosa en Pulp Fiction. De todo ello robó Tarantino, al estilo Picasso, para conformar un estilo tremendamente personal que desordenó las reglas del juego del séptimo arte.

Y es que, efectivamente, Tarantino tomó arquetipos del cine como el del gangster violento, el antihéroe incauto y la apabullante femme fatale para llevarlos a su terreno, romperles las costuras y mostrar al espectador la complejidad que podía habitar en cada uno de ellos. En Pulp Fiction, los arquetipos se convierten en un escuadrón disfuncional de humanos perplejos y entregados a los vaivenes del mundo que les rodea. Aparte de la mezcla de historias diversas y diferentes cronologías, cada una de las narrativas principales abre puertas a otras con nuevos personajes. Inolvidable el breve papel de Harvey Keitel interpretando al Señor Lobo, en algunas de las secuencias más violentas e hilarantes.

Otra de las novedades que aportó al cine Pulp Fiction es que cada uno de sus personajes se entrega, en uno u otro momento del filme, a diálogos o soliloquios que, tras su apariencia banal, ayudan a definir su carácter. De esta manera, podemos conocer el reverso humano de un criminal de segunda, por ejemplo, que obtiene de este modo la personalidad que, hasta entonces, el cine solo otorgaba a los personajes principales. Un recurso, el de los diálogos «tarantinianos», que se ha convertido en norma en numerosas películas y series, como, por ejemplo, Los Soprano o Breaking Bad.

La pasión de Tarantino por la cultura pop hizo que, además, recuperase a John Travolta para la gran pantalla, acelerase la carrera cinematográfica de Samuel L. Jackson y Uma Thurman, lograse que Bruce Willis abandonase su eterno papel de héroe atiborrado de esteroides y reivindicase la figura del enorme Christopher Walken. Un elenco de actores en estado de gracia. O agraciados por la efusiva energía de un director con las ideas claras. Cada uno de ellos goza, en la película, de escenas que han quedado grabadas, para siempre, en la memoria del espectador. El baile autoparódico de Thurman y Travolta, el tiroteo milagrosamente esquivado por L. Jackson y su posterior perorata bíblica, la narración sobre la custodia del reloj que hace Walken o la huida, catana en mano, de Willis de la más demencial encerrona forman parte ya del imaginario colectivo de los cinéfilos.

Pulp Fiction supuso, al fin, una revolución cinematográfica que propició que el espectador prestase mayor atención, desde su estreno, a películas anticonvencionales, violentas, rupturistas y subversivas tanto en lo temático como en lo estético y narrativo. Sin Pulp Fiction, difícilmente hubiesen existido y cosechado tanto éxito otras joyas del séptimo arte como El club de la lucha, Magnolia, El gran Lebowski o Sospechosos habituales.

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