Pensamiento

John Locke y la libertad

En el plano de la libertad política, Locke forma parte de la tradición contractualista, que explica el origen del Estado como fruto de un contrato original entre personas que aspiran a vivir en sociedad conforme a una serie de normas y leyes establecidas por ellas.

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29
julio
2024

John Locke fue un importante filósofo del siglo XVII cuya relevancia en la historia del pensamiento es incontestable. No solo son importantes sus aportaciones en el plano político, de las que hablaremos aquí, sino también en lo referente a otros ámbitos como la epistemología (en parte se adelanta a la teoría kantiana de la cosa en sí), la psicología e, incluso, la antropología cultural.

Su más famosa teoría habla de la mente como una hoja en blanco, teoría que se apoya en la noción de cierto relativismo cultural, y esto dos siglos antes de que dicho concepto cobrase verdadera relevancia de la mano de antropólogos como Franz Boas. Locke establece que la mente no nace con ideas innatas, que es como una hoja en blanco o tabula rasa. Para demostrar su posición, pone de relieve la infinidad de creencias diversas que atesoran los diferentes pueblos y naciones del mundo. Esta variedad de perspectivas (que sería la base del posterior relativismo cultural) sería la prueba de que, en efecto, la humanidad carece de ideas innatas, puesto que, en caso contrario, todas las culturas contarían con las mismas creencias.

En el plano de la libertad política, Locke forma parte de una larga tradición, la tradición contractualista, que entiende y explica el origen de la sociedad y el Estado como fruto de un contrato original entre personas que aspiran a vivir en sociedad conforme a una serie de normas y leyes establecidas por ellas. Esta tradición del pensamiento político se ve prolongada hasta la actualidad.

Otros padres del contractualismo son Hobbes y Rousseau. Según estos enfoques, la verdadera libertad consiste en establecer un acuerdo entre la mayoría de las personas para determinar las normas a seguir. De algún modo, el ciudadano estaría entregando parte de su libertad natural (libertad que puede ser empleada para llevar a cabo agresiones, actos inmorales, etc.) a cambio de ser verdaderamente libre, al evitar por este medio agresiones y abusos de otros, puesto que estas acciones serían sancionadas por el Estado, que habría de mantener la ley y el orden.

Lo que parece inicialmente una contradicción (someterme al Estado para ser más libre) puede favorecer el libre ejercicio de los derechos individuales

Lo que parece inicialmente una contradicción (someterme al Estado para ser más libre) puede servir para crear un microcosmos social (la sociedad civil, el Estado) que favorezca el libre ejercicio de los derechos individuales. En última instancia, solo un Estado fuerte puede garantizar la libertad eficiente. De acuerdo con la visión de Hobbes, antecesor de Locke, nadie sería libre en un estado de naturaleza en el que el «hombre es un lobo para el hombre» («homo homini lupus»). Solo dentro de un marco legal y de acuerdo con una normativa clara podemos ejercer nuestra libertad, al estar esta protegida por el poder del grupo, del colectivo social, cuya voluntad ha de cristalizar en los patrones de conducta establecidos: la Ley.

No obstante, Locke sostiene que es la libertad natural de la persona la que sirve de fundamento a la sociedad políticamente organizada. Locke argumenta que esa libertad se expresa en el pacto o contrato para instituir la sociedad política o Estado y como decisión grupal para adoptar un régimen político o de gobierno. Es decir, que el Estado es configurado y diseñado de acuerdo con la libertad original de la que goza todo individuo en su estado de naturaleza.

De este modo, en Locke habría una diferenciación entre libertad natural y libertad civil. La libertad civil es la libertad enmarcada dentro de la ley; una libertad superior, en definitiva. Merece la pena señalar que con este tipo de ideas Locke trató de legitimar la revolución inglesa de 1688, que sirvió para instaurar una monarquía constitucional compartida con el Parlamento (germen de las modernas democracias liberales). Por teorías como estas, este filósofo ha pasado a ser estimado como fundador del liberalismo político.

John Locke ha pasado a ser estimado como fundador del liberalismo político

Para asegurar la libertad civil Locke establece la separación de poderes en tres: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Intuitivamente, no cabe duda de que poderes separados e independientes sirven para garantizar la libertad del ciudadano que, de este modo, no vería sus derechos pisoteados por un poder exclusivo y arbitrario. Si, por ejemplo, un rey quisiera imponer una pena de cárcel a alguien no podría hacerlo sin más, sino que el poder judicial habría de determinar si de hecho tal persona merecería ser encarcelada o no (de acuerdo con toda una serie de procesos legales). En gran medida, pues, las ideas de Locke son las nuestras propias, al menos en lo que concierne a las bases de nuestra vida política.

Para terminar, añadir que, para Locke, también en la práctica, la libertad civil es superior a la natural, algo que se demuestra por el hecho de que fue traficante de esclavos, una actividad que, en su tiempo y sociedad, se ajustaba a ley; era una práctica aceptada legalmente y, por tanto, ejemplo de libertad civil, por mucho que interfiriese con la libertad natural de otros.

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