Medio Ambiente

«Griegos y romanos veneraban el agua como algo sagrado»

Fotografía

Ramón Grau
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10
julio
2024

Fotografía

Ramón Grau

María Belmonte (Bilbao, 1953) es traductora profesional y viajera. Después de tres libros sobre viajes por las costas de Grecia, Italia y el Norte de España, Belmonte vuelve a las librerías con ‘El murmullo del agua: fuentes, jardines y divinidades acuáticas’ (Acantilado, 2024), un ensayo en el que traza los caminos de este elemento a través de la historia de Occidente, partiendo de Grecia.


Este es tu cuarto libro, el tercero en el que realizas tu particular recorrido por los países del sur de Europa, a medio camino entre un libro de viajes y un ensayo estético y cultural. ¿Qué tiene el Mediterráneo (sobre todo Grecia e Italia) para que siempre esté en el centro de tus ensayos?

Todo empezó con mi primer libro publicado, Peregrinos de la belleza, en el que escribí sobre personajes del norte de Europa que, al entrar en contacto con el Mediterráneo, sufrían una transformación vital y quedaban prendados de algo indefinible, pero absolutamente esencial. Es la búsqueda de ese misterioso algo lo que me lleva una y otra vez a escribir sobre el Mediterráneo en espera de descubrirlo.

A lo largo del libro te ocupas de todo lo relacionado con el agua, pero comentas en varias ocasiones lo difícil que es definirla como entidad, incluso en un nivel puramente científico. ¿Qué dirías que es el agua y por qué esa veneración a lo largo de los siglos?

Mi libro ha querido ser una celebración del agua y en ningún momento he pretendido agotar un tema tan vasto. Sería imposible. El agua es el elemento más esencial para la vida y al mismo tiempo sigue siendo muy misterioso. Tales de Mileto afirmaba que el agua fue el comienzo de todo y, de hecho, la historia humana de los últimos 6.000 años gira en torno al agua. Las civilizaciones han florecido gracias al agua que les permitía regar sus cultivos y han colapsado también debido a su falta. No es de extrañar, por lo tanto, que el poeta Píndaro comience su Primera Oda Olímpica con la frase el agua es lo mejor.

«Las civilizaciones han florecido gracias al agua que les permitía regar sus cultivos y han colapsado también debido a su falta»

¿Seguimos venerando el agua? ¿Le hemos perdido el respeto al agua como sociedad?

Estamos tan acostumbrados a vivir en una sociedad del bienestar que hemos llegado a suponer que todo lo que existe en la Tierra está ahí para el disfrute de los humanos. Abrimos un grifo y sale agua. Eso es lo normal. Es un bien de consumo más. Pero no hay que olvidar que el 26% de la humanidad no tiene acceso al agua potable. Griegos y romanos eran mucho más conscientes de la importancia del agua y la veneraban como algo sagrado que había que cuidar y por ello se castigaba a quien la mancillaba.

A propósito de la naturaleza, cuando describes algunos sitios que te has ido encontrando en tu exploración, como las grutas, hablas de «la sensación tranquilizadora y perturbadora de la presencia de lo sobrenatural en la vida cotidiana». ¿Pasamos por alto con demasiada frecuencia esa naturaleza cotidiana que no deja de ser en sí misma un milagro? ¿Hemos dado por hecho tantas cosas que se nos ha olvidado el respeto mistérico al mundo? Pienso en la destrucción de paisajes, en la indiferencia ante el cambio climático…

Tales de Mileto escribió que «todo está lleno de dioses», con lo cual quería decir que la naturaleza entera era divina, el agua, los árboles, las rocas… y la mitología era una representación poética de esas fuerzas naturales que no se sabían explicar. Nosotros, los modernos, tenemos una visión demasiado antropocéntrica de la vida; el ser humano es lo más importante, y ello nos ha llevado a perder la conexión que los antiguos tenían con la naturaleza y que les hacía respetarla y venerarla. Y esa misma visión antropocéntrica nos ha creado los graves problemas a los que nos enfrentamos en estos momentos.

«No hay que olvidar que el 26% de la humanidad no tiene acceso al agua potable»

Por otro lado, en nuestras ciudades vemos cómo cada vez se talan más árboles y desaparecen jardines y espacios naturales urbanos públicos. ¿Qué piensas de quienes identifican el progreso con urbanismo de hormigón?

La planificación urbana de ciudades cada vez más grandes debido al crecimiento de la población es un tema muy complejo y supongo que ya se están tomando medidas para preparar las ciudades para el calentamiento climático. Precisamente, entre esas medidas debería estar el aumento del arbolado, de los jardines y de los llamados refugios climáticos.

En otra parte del libro, refiriéndote a Roma, dices que «el agua era esencial no solo para la supervivencia, sino para el placer». Pienso en los balnearios y en los centros de spa y me pregunto si no es ahí precisamente donde queda el último residuo de veneración por el agua. ¿Qué te parece?

Tendemos a acudir a los lugares donde abunda el agua porque son mágicos, porque nos calman y porque el agua procura experiencias sensoriales estimulantes. Marguerite Yourcenar puso en boca del emperador Adriano que «la voluptuosidad es un momento de apasionada atención al cuerpo». Eso es algo que se puede conseguir en un balneario, en un río, junto a una fuente, o en un baño en el mar. Cuando nos sumergimos en el agua, penetramos en un nuevo territorio, en una atmósfera distinta donde rigen valores más elementales. De ahí la felicidad que podemos llegar a sentir junto al agua.

«Cuando nos sumergimos en el agua, penetramos en un nuevo territorio»

Sin embargo, estos espacios, igual que el que describes en el lago Como y que alberga la villa Pliniana, han quedado reducidos a espacios de lujo, donde solo personas con determinado nivel socioeconómico tienen la posibilidad de acceder a esa exuberancia de la naturaleza. ¿Debemos reconsiderar los jardines y los espacios acuáticos como derecho para todos y no como un lujo exclusivo?

Es una cuestión problemática porque ya hemos visto lo que sucede cuando los lugares son de acceso público. Somos tantos que terminamos degradándolos. Hasta la cima del Everest, el lugar más elevado de la Tierra, está colapsado de visitantes. Pienso que hay que preservar los lugares y protegerlos de la invasión humana. ¿Cómo encontrar el equilibrio entre lo público y lo privado? No tengo ni idea. Hasta ahora no lo hemos conseguido.

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