«El ‘lobby’ del gas no está dispuesto a aceptar que necesitamos dejar atrás la caldera»

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22
julio
2024

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Las emisiones de CO2 generadas por el uso de la calefacción y el agua caliente sanitaria (ACS) en una vivienda de 100 m2 habitada por cuatro personas suelen rondar las dos toneladas anuales. Si tenemos en cuenta que un coche emite una tonelada cada 5.000 kilómetros, podemos concluir que las calderas también merecen atención a la hora de enfrentar el problema de la contaminación urbana. El mensaje más frecuente que llega a la población es que los expertos aconsejan hacer un uso eficiente de la calefacción, pero, ¿es este consejo el único concepto que deberíamos conocer? ¿Cómo afecta la información no contrastada de este tipo de sistemas? Tratamos de dar respuesta a estas y otras cuestiones con Jeannette Bain, subdirectora de Políticas Públicas y Gobernanza Climática de la Fundación Ecología y Desarrollo (Ecodes).


Quizás los primeros aspectos que se vengan a la mente al pensar en reducir la huella de carbono propia sea cambiar la forma en la que nos desplazamos por la ciudad o consumir productos de cercanía. Sin embargo, una gran parte de las emisiones, tanto de España como de Europa, provienen de los hogares. ¿Qué es lo que más contamina en una casa?

Según la Comisión Europea, el 40% de la energía consumida y el 36% de las emisiones de CO2  son atribuibles a los edificios. Una gran parte, tanto de esa energía como de esas emisiones, provienen de los sistemas de calefacción y agua caliente. Calentar los espacios en que vivimos y el agua que utilizamos es lo que más energía consume en un hogar. Además, mientras que los aparatos eléctricos consumen cada vez menos, la electricidad que utilizan es frecuentemente de origen renovable; en lo que respecta a calefacción se ha hecho relativamente poco progreso. Seguimos utilizando calderas de gas fósil, a pesar de que existen alternativas.

¿Qué medidas podemos adoptar para reducir la huella ambiental de nuestros hogares?

Hay muchas cosas que se pueden hacer. Si queremos centrarnos en lo esencial, sería reducir el consumo de calefacción. La mejor medida es el aislamiento térmico, porque reduce el consumo y mejora el confort tanto en invierno como en verano. Esto no es algo que esté al alcance de todos y, a menudo, una renovación integral puede ser un proceso muy engorroso. Es absolutamente necesario que el Estado y las diversas administraciones públicas prioricen la rehabilitación del parque de viviendas, empezando por aquellas en las que viven personas en situación de vulnerabilidad.

«Mientras que en transporte y en electricidad avanzan rápidamente hacia la descarbonización, el progreso es mucho más lento en la calefacción»

En España, en 2022 las ventas de las bombas de calor eléctricas aumentaron más de un 20% en comparación con el año anterior. Sin embargo, en el mercado de la calefacción del país siguen dominando las calderas de combustibles fósiles y se estima que hay unos 8,5 millones de calderas de gas y de gasoil en funcionamiento. ¿Qué impacto tiene esto en la huella climática de los hogares y del país? ¿Cómo describiría la situación actual? ¿Qué sería necesario para darle la vuelta a esta situación? ¿Avanzamos a buen ritmo en lo que respecta a la descarbonización de los hogares?

Las respuestas a estas cuatro preguntas son: «Enorme», «preocupante», «voluntad política» y «no». 

«Enorme» porque las calderas son hoy en día la fuente principal de emisiones de los hogares, y una de las más importantes del conjunto de la economía. Mientras que tanto en transporte como en electricidad se avanza rápidamente hacia la descarbonización, el progreso es mucho más lento en la descarbonización de la calefacción.

La situación es «preocupante» porque el lobby del gas no está dispuesto a aceptar que necesitamos dejar atrás la caldera de gas. Se nos presenta el espejismo de las calderas de hidrógeno, pero hay numerosos motivos técnicos, económicos y logísticos por los que utilizar hidrógeno para la calefacción no es viable. Cuando empieza a parecer evidente que el hidrógeno no será la solución, se nos habla de biogás. Pero, al contrario de lo que se nos hace creer, será imposible encontrar las cantidades necesarias para calentar todos los hogares con biogás de fuentes sostenibles. Cuando antes terminemos con este debate estéril, menos tiempo habremos perdido.

«En un mundo ideal, estaríamos rehabilitando viviendas de manera integral y a un ritmo rápido desde hace muchos años»

Hace falta, por lo tanto, «voluntad política» para cerrar este falso debate, fijar objetivos de descarbonización de la calefacción, y decir alto y claro que hay ciertas tecnologías que no son compatibles con la lucha contra el cambio climático. Deberíamos decir: «Gracias a la caldera de gas por ser nuestra fiel compañera durante tantos años, pero es hora de despedirnos».

Por todo ello, «no» avanzamos a buen ritmo. En un mundo ideal, estaríamos rehabilitando viviendas de manera integral y a un ritmo rápido desde hace muchos años. Pero no es el caso. En vista de este fracaso, muchos de nosotros decimos que hay que poner en marcha un plan B en paralelo: instalar rápidamente bombas de calor eléctricas (la llamada «aerotermia»). No es la solución ideal, pero es pragmática: es más simple y rápido que una rehabilitación integral, y mucho más eficientes que una caldera de gas.

Solo un 17,3% de los hogares en Europa cuentan con bombas de calor eléctricas. Quizás el cambio de calderas de gas a bombas de calor eléctricas siga estando fuera del alcance de muchos hogares europeos. ¿Cómo conseguir que esta solución sea asequible para todos?

Es cierto que no todo el mundo puede permitirse una bomba de calor eléctrica, sin embargo, hay que pensar también en el coste total del sistema, no solo en el coste de compra. La bomba de calor eléctrica, al igual que otros sistemas de calefacción renovable como los captadores solares térmicos, ahorra dinero a lo largo de su vida útil. Cuando el precio del gas subió en 2022, tras la invasión rusa de Ucrania, esto saltó a la vista. Hoy parece que ya se nos ha olvidado.

«Gracias a la caldera de gas por ser nuestra fiel compañera durante tantos años, pero es hora de despedirnos»

De todos modos, quizás estemos mezclando el fin con los medios. El objetivo no es la bomba de calor eléctrica en sí, sino estar bien en casa, consumiendo lo menos posible. Para ello, los Estados tienen que apoyar sin ningún tipo de dudas la rehabilitación integral de viviendas. Dicha rehabilitación incluirá en muchos casos bomba de calor eléctrica, pero también puede integrar otros sistemas de calefacción y agua caliente renovables. Por supuesto, todos los edificios nuevos deben estar dotados de sistemas renovables. Si hacemos todo lo anterior, los precios de los sistemas renovables disminuirán de manera natural.

¿Considera que la población en general es consciente de las emisiones de CO2 que genera el uso de la calefacción doméstica y el agua caliente sanitaria (ACS)? No nos podemos olvidar de la calidad del aire, ya que la calefacción es una de las principales causas, junto con el transporte, de la mala calidad del aire en las ciudades.

Falta mucha información sobre la contribución de las calderas de gas tanto al problema climático, como al de calidad del aire. Todo el mundo es consciente de que los coches contribuyen al cambio climático y contaminan el aire, pero se habla mucho menos de los millones de calderas que también empeoran esos dos problemas. En España, 10.000 personas mueren al año por problemas de calidad del aire, casi diez veces más que por accidentes de tráfico. Tenemos que activar todas las palancas para resolver este drama y decir adiós a la caldera de gas es parte de ese proceso.

«No hay ningún estudio serio que explique de donde va a salir suficiente biogás o biometano sostenible para alimentar millones de calderas»

¿Las calderas de biomasa, de hidrógeno o biometano son realmente una solución que cuida el medio ambiente? ¿Cuáles son los desafíos o limitaciones asociados a estas calderas? ¿Considera que puede existir alguna forma de greenwashing en el sector? ¿Cuáles son las consecuencias de esta desinformación, tanto para los consumidores como para el medio ambiente?

La caldera de hidrógeno es un espejismo. Hace un par de años publicamos un Cazamitos del Hidrógeno en el que explicábamos de manera pormenorizada todas las razones, técnicas, logísticas y económicas por las que el hidrógeno para calefacción es una malísima idea. El hidrógeno, siempre que sea renovable, puede tener cabida en la transición energética, pero no para calefacción. No hay nadie hoy en día que lo considere como una opción seria. Con respecto al biometano y el biogás, es el espejismo siguiente. Para ganar tiempo, y como ven que la idea de la caldera de hidrógeno no despega, ahora el lobby del gas habla de biometano y biogás, pero no hay ningún estudio serio que explique de donde va a salir suficiente biogás o biometano sostenible para alimentar millones de calderas. La caldera de biomasa puede tener sentido en medios rurales, allí donde haya recurso local y sostenible.

¿Qué políticas o medidas pueden fomentar el uso responsable y sostenible de sistemas de calefacción que ayuden a cumplir los objetivos climáticos?

Mucho más importante que promover un uso razonable (la mayoría de nosotros lo somos, por convicción ecológica o por el peso de la factura), lo que es fundamental es una política pública de rehabilitación integral de viviendas, que incluyan cuando sea necesario sistemas de calefacción renovable.

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