Opinión

Lideresas en Europa

Nunca hasta ahora había habido tantas mujeres con tanto poder de decisión en Europa. Tres mujeres parece que van a tomar las riendas, una conservadora y dos ultraconservadoras: Ursula von der Leyen, Marine Le Pen y Giorgia Meloni. Además, en Alemania emerge la figura de Sahra Wagenknecht.

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21
junio
2024
Ursula von der Leyen, Giorgia Meloni, Marine Le Pen y Sahra Wagenknecht.

Nunca hasta ahora había habido tantas mujeres con tanto poder de decisión en Europa. Tres mujeres parece que van a tomar las riendas, una conservadora y dos ultraconservadoras. Las ultraconservadoras son Marine Le Pen, presidenta de Agrupación Nacional (RN), el antiguo Frente Nacional que fundó su padre, Jean-Marie Le Pen y con claras ambiciones a ser la próxima presidenta de Francia, y Giorgia Meloni, líder indiscutible de la derecha y ultraderecha italianas, cabeza de uno de los grupos de ultraderecha en el Parlamento Europeo, los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) y presidenta del Consejo de Ministros de la República de Italia. Ambas han salido claramente reforzadas de los recientes comicios europeos y una tercera, Ursula von der Leyen, líder del Partido Popular Europeo, que necesita, entre otros, de ellas dos para repetir mandato como presidenta de la Comisión Europea. De hecho, ya empezó antes de los comicios a suavizar su discurso sobre Meloni.

Antes de seguir, puntualizar que, ni que decir tiene que ser mujer no te hace más progresista ni feminista, por más que tanto Meloni cono Le Pen reclamen el voto de las mujeres en sus mítines. Pongámonos en antecedentes.

Como sabemos, el resultado de las recientes elecciones de los 27 países de la Unión Europea ha dejado como conclusión un parlamento escorado a la derecha y con amplia presencia de la ultraderecha; evidenciando un desplome de liberales y verdes, y señalando un estancamiento de las fuerzas socialdemócratas y de izquierda, con lo que eso supone para las políticas de izquierdas y para el feminismo.

Sin embargo, nada de lo anterior ha sido una sorpresa. Aunque los partidos socialdemócratas han aguantado el chaparrón desde la derecha más o menos dignamente, la mayoría de las encuestas ya habían señalado, y acertaron, esa deriva que marcaba un fortalecimiento de los partidos de extrema derecha.

Meloni y Le Pen han obtenido juntas 131 escaños, a los que podrían añadirse –si no hubiera pequeñas disputas entre ellos– los 15 diputados del partido ultranacionalista alemán, el AfD, y los 11 del Fidesz, del primer ministro húngaro Viktor Orbán; o sea, sumarían 156 escaños. Si, además, unieran otros pequeños grupos que se mueven en un espectro parecido, la suma podría llegar hasta 175 diputados.

Que Meloni y Le Pen se entienden no es ninguna novedad. Según decía Le Pen: «Creo que ambas estamos de acuerdo en lo esencial, especialmente en que nuestros respectivos países recobren poder [en detrimento, se sobreentiende, de las instituciones europeas]». Von der Leyen anda al acecho y de los otros posibles pactos tendremos noticias en breve.

Sin embargo, no todas las lideresas políticas se mueven en la misma órbita ideológica, aunque, cierto, no con la misma fuerza electoral.

Muchos de los votos proceden de ese mismo hartazgo por las políticas preocupadas por lo identitario y lo sentido

En Alemania, donde las elecciones fueron ganadas por los democristianos, ha nacido un partido nuevo: Alianza Sahra Wagenknecht, un partido escindido de Die Linke, la izquierda tradicional alemana, que casi ha desaparecido en estos comicios. Wagenknecht, la carismática líder de la agrupación, ha obtenido 6% de los votos. BSW fue el tercer partido más votado en Alemania oriental –la zona de la antigua alemana del Este–, por encima de los socialdemócratas. Pero en este caso, al contrario de las políticas anteriores, no es la ultraderecha quien marca las pautas ideológicas del partido sino, al contrario. Parece que los votantes de Wagenknecht, hartos de discursos ecofriendly, diversidades sexuales y welcome emigrantes –y que olvidaban las preocupaciones de la izquierda real, una mayor equidad económica, las mejoras salariales y los problemas de precariedad e inseguridad de los trabajadores– han dado un giro a la izquierda premiándola, con tan solo cinco meses de presencia política del partido.

Ni que decir tiene que, quizás, muchos de los votos a uno y otro lado proceden de ese mismo hartazgo por las políticas preocupadas por lo identitario y lo sentido, y muy alejadas de las necesidades reales de los ciudadanos de a pie, especialmente de los más humildes. No olvidemos que los estudios muestran que buena parte de los votantes a la ultraderecha procede de barrios y sectores obreros, tradicionalmente de la izquierda. Pero, mientras el votante de Le Pen y Meloni apuesta por partidos en los que la xenofobia, y el neoliberalismo son marca de la casa –lo sufrirán en sus propias carnes antes o después–, los votantes de Sahra Wagenknecht apuestan por recuperar una izquierda que, desde el materialismo tradicional, quiere resolver los problemas en los que se ve envuelta una Europa que, a día de hoy, parece más preocupada por meternos en conflictos bélicos que por resolver las dificultades reales que viven sus ciudadanos. No hablo de oídas, su libro Los engreídos. Mi contraprograma en favor del civismo y de la cohesión social, da buena cuenta de cómo quiere dirigir sus políticas. De las otras dos, Meloni y Le Pen, no conocemos libros de su puño y letra, pero sí sus políticas puestas en marcha en sus respectivos países.

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