Internacional
«Europa no actúa de forma más contundente porque le tiene miedo a Rusia»
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La guerra de Ucrania ha corroborado que las normas e instituciones internacionales surgidas tras la II Guerra Mundial ya no sirven. Para Jorge Dezcallar (Palma de Mallorca, 1945), exdiplomático de carrera, embajador de España en Marruecos, ante la Santa Sede y en Estados Unidos, director general de Política Exterior para África y Oriente Medio y el primer director civil del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), pasamos «de un mundo multilateral a uno bipolar imperfecto, de proteccionismo, competencia y luchas entre grupos de países». En su último libro, ‘El fin de una era. Ucrania: la guerra que lo acelera todo’ (La esfera de los libros, 2024), analiza las causas del conflicto de Rusia con Ucrania, las repercusiones en el tablero internacional y los posibles desenlaces. Y advierte: «Las cosas todavía tienen que empeorar para que las dos partes acepten un alto el fuego».
El conflicto de Rusia con Ucrania dura ya más de dos años. Lo que Putin pensaba que iba a ser una «corta operación militar» se está complicando más de lo que imaginaba. ¿Por qué se han truncado tanto sus planes?
Todo parece indicar que el Kremlin no tenía una buena inteligencia y que esperaba que sus soldados fueran recibidos en Kiev con flores por multitudes entusiasmadas a su llegada; de hecho, sus soldados llevaban uniformes de gala en sus mochilas para el desfile. No fue así y Ucrania luchó y repelió el avance inicial ruso. Como los servicios de inteligencia rusos son buenos, yo me inclino a pensar que o bien no les escucharon o bien ellos no pusieron suficiente tinta roja en sus informes. También es posible que, en una dictadura como Rusia, nadie se atreviera a decir la verdad al jefe. El caso es que invadieron con pocos soldados un país de 46 millones de habitantes y que cometieron fallos garrafales de logística, motivo por el cual fueron obligados a retroceder cuando estaban a las puertas de Kiev.
«Rusia necesita Ucrania para recuperar la influencia mundial que tuvo la Unión Soviética»
La disputa por el territorio implica un cambio en la geopolítica como no veíamos desde la II Guerra Mundial. ¿En qué consiste fundamentalmente ese cambio?
Lo que Rusia está haciendo es poner patas arriba el tablero geopolítico heredado de la II Guerra Mundial: una estructura de seguridad europea que tiene hitos como el de 1975, que establece la inviolabilidad de las fronteras europeas. A Rusia no le gusta esa inviolabilidad, porque necesita Ucrania para volver a recuperar la influencia mundial que tuvo la Unión Soviética; [recordemos que] Putin piensa que su desaparición es la mayor desgracia que ha ocurrido en el siglo XX. Al desaparecer la URSS, Rusia se ve empequeñecida, pierde mucho territorio y mucha gente y, como consecuencia, pierde influencia global; y Putin sabe que para recuperarla necesita una zona de influencia en Kazajistán, en Bielorrusia y también en Ucrania. Cuando Ucrania empieza a deslizarse hacia Occidente en el año 2014, por el acuerdo comercial con la Unión Europea, se le encienden todas las alarmas, piensa que va a perder Ucrania e interviene desestabilizando el Donbás y anexionándose Crimea. Le sale barato, porque le cuesta 1 punto del PIB, y eso le envalentona y decide ir más adelante. Esto supone decir que las reglas que hemos recibido de la II Guerra mundial ya no nos sirven, que hay algunos estados civilización que somos muy grandes y que parece que tenemos más derechos que otros estados –esto lo dicen India, China, Rusia–. Vamos a pasar de un mundo multilateral, donde hay reglas comunes para todos, con organizaciones internacionales fuertes para resolver conflictos, a uno bipolar imperfecto, de proteccionismo, de competencia, de luchas entre grupos de países o bloques donde los organismos internacionales están de capa caída. Ahora hay una serie de países que piden un reparto distinto del poder con reglas de nuestro tiempo. Es la emergencia del Sur global.
¿Por qué Europa no tiene una reacción más contundente frente a Rusia? ¿Hasta qué punto funcionan las sanciones impuestas?
Las sanciones no están funcionando en la medida en que los europeos y americanos pensábamos que iban a funcionar, porque [Putin] ha encontrado forma de solventarlas: está vendiendo petróleo a India y China, que han aumentado mucho sus compras. Y los productos occidentales acaban llegando a Rusia vía terceros países, como Turquía, Emiratos Árabes Unidos o la propia China. Los rusos no están realmente sintiendo todavía en sus carnes el efecto de las sanciones. Europa no actúa de forma más contundente porque le tiene miedo a Rusia, que tiene potencia nuclear y constantemente nos lo recuerda. Si Ucrania pudiera ganar y a Rusia se le pusieran muy mal las cosas, probablemente, recurriría al arma nuclear. Y entonces entraríamos en la Tercera Guerra Mundial.
«Si Ucrania pudiera ganar y a Rusia se le pusieran muy mal las cosas, probablemente, recurriría al arma nuclear»
¿Qué probabilidades existen de una victoria rusa y, sobre todo, qué consecuencias tendría esto para el resto del mundo?
Las probabilidades de victoria rusas están más cerca hoy de lo que estaban ayer. Una vez que fracasa la ofensiva ucraniana del año 2023, y que Rusia consigue superar los errores iniciales de la invasión y hacer unas defensas muy fuertes que los ucranianos son incapaces de superar, empezamos a flaquear en la ayuda occidental. El último paquete de ayuda que ha aprobado Europa le ha costado mucho tiempo y ha tenido que convencer a los húngaros; en el caso de Estados Unidos, los republicanos estaban bloqueando un paquete de ayuda importante que Biden ha podido mandar al final, vinculándolo con Israel y con otras cosas para que pasara. Hay un cansancio y la ayuda está llegando con cuentagotas. Además, Ucrania no tiene la capacidad que tiene Rusia para reponer los muertos en el frente de batalla, que tiene tres veces más la población ucraniana. En este momento, la situación sobre el terreno favorece a Rusia. Una victoria de Rusia no es deseable. Vamos hacia un mundo bipolar, con China y Estados Unidos como grandes potencias, pero imperfecto; porque si quieren hablar de armamento tendrán que tratar con Rusia, que tiene 1.500 cabezas nucleares, y si quieren hablar de economía tendrá que contar con Europa, que tiene el 20% del PIB mundial.
Cuando cayó la URSS, una de las garantías de Occidente a Rusia fue la no aproximación de la OTAN a sus fronteras. Pero el Tratado del Atlántico Norte ha ido creciendo y, hoy, es uno de los principales motivos o excusas de Putin para atacar Ucrania. ¿Considera un error extender la OTAN?
Aquí hay dos cosas: primera, todos los países tienen derecho a buscar su seguridad de la forma que crean oportuna y si quieren entrar en la OTAN, es una decisión soberana que hay que tomar en cuenta; otra cosa, la segunda, es que la OTAN tenga que abrirles necesariamente la puerta. Siendo el director político en [el Ministerio de] Exteriores con Javier Solana, visité los países bálticos en 1992-1993 que acaban de independizarse; me reuní con sus ministros de Asuntos Exteriores y les aseguré nuestro apoyo para entrar en la Unión Europea, pero ellos me decían que lo que querían era entrar en la OTAN. Eso podía complicar las cosas, porque pondría nervioso a Rusia, pero ellos respondían que uno no se puede fiar de los rusos y que su seguridad era la OTAN. España cambió de posición, como el resto de Europa, y estos países entraron en la organización. Su seguridad ha mejorado, pero eso ha irritado mucho a Rusia, que tiene la sensación de que la han engañado y, además, se siente acosada por el establecimiento de tropas y por esa frontera directa con una organización militar. Lo que acordó Europa fue no desplegar armas nucleares en los antiguos países de la órbita soviética y eso se cumple. No solo eso, sino no poner tropas permanentes, por eso las que están ahí siempre lo hacen de forma rotatoria, lo cual no ha sido suficiente para tranquilizar a Rusia.
En noviembre tendrán lugar las elecciones estadounidenses. ¿Qué repercusión tendría una victoria de Trump en el tablero internacional?
Muchísima. Trump es un hombre al que la política exterior le preocupa muy poco, entre otras razones, porque no la entiende y, ya lo ha dicho, establecerá barreras comerciales grandes: a China le quiere poner hasta un 60% y a los europeos un 10%, de entrada, para todos los aranceles. A nosotros nos preocupa sobre todo el aspecto de seguridad. En el caso de Ucrania, por ejemplo, también ha dicho que él se sienta con Putin y en 24 horas lo arreglan, pero lo hacen sobre la cabeza de Ucrania. En el caso de la OTAN, opina que no sirve para nada y está pensando salirse y, además, a los países que no pongan el 2% no los defenderá. Tampoco cree en las organizaciones internacionales; ya se salió del Acuerdo de París sobre el cambio climático o de la Organización Mundial de la Salud. La incertidumbre que provocaría Trump sería muy mala, como también sería el prestigio y la calidad de la democracia americana; nos guste o no, Estados Unidos es el gran líder del mundo libre y su imagen se deteriora con el asalto al Congreso [en 2021] por no aceptar los resultados electorales o con lo que dice sobre los inmigrantes, los hispanos, las mujeres, los jueces, los periodistas. Es un hombre que no contribuiría a un mundo más estable, sino a uno incierto e impredecible.
«La incertidumbre que provocaría Trump sería muy mala, como también sería el prestigio y la calidad de la democracia americana»
¿Qué pasos deberíamos tomar desde Europa para dotarnos de una seguridad y defensa que nos proporcionara autonomía estratégica y militar?
Nuestro modelo estaba basado en la exportación de valores en un mundo pacífico y rodeado de gente bondadosa. Europa tiene que hablar con una sola voz. Tomemos el ejemplo de Gaza, que nos puede afectar en forma de encarecimiento de los transportes, de migración de refugiados, de terrorismo y, sin embargo, no somos capaces de influir en lo que está pasando, porque no tenemos una voz común. Europa tenía el 25% de la población mundial de 1900, hoy en día tiene el 6%, porcentaje con el que mantenemos el 20% del producto bruto mundial y empleamos el 50% del gasto social mundial. Es decir, tenemos los mejores hospitales, escuelas, carreteras con un coste brutal que hemos logrado mantener a duras penas. Pero el centro económico del planeta se está trasladando muy deprisa a la zona de Asia-Pacífico, al estrecho de Malaca: en esa zona está ya el 65% de la población del mundo y el 62% del PIB mundial. Hoy en día, los BRICS tienen un PIB más fuerte que el G7, que no llega al 50%. Europa gasta en defensa 350.000 millones de dólares al año (Estados Unidos hasta 890.000, pero es otra liga), China, 250.000; Rusia, 65.000, pero ni los chinos ni los rusos ni los americanos nos toman en serio, porque no somos capaces de gastarlo con economías de escala, con interoperabilidad y, sobre todo, porque no hablamos con una sola voz. Sabemos lo que tenemos que hacer: integrarnos y desarrollar políticas comunes de defensa, exterior, migración, energética… Entonces, podremos ser un actor relevante en el futuro.
En cuanto a la situación en Oriente Próximo, ¿cómo podemos esperar que acabe no la cuestión de Israel y Palestina, sino este conflicto vigente?
Para que acabe este conflicto vigente lo primero que hay que hacer es resolver el problema de los rehenes, porque si no, no habrá Gobierno de Israel que pueda hacer nada. Lo que pasa es que el Gobierno israelí –que yo creo que tiene mucha culpa de lo que está pasando– está anteponiendo los intereses personales de algunos de sus miembros a los intereses del país. Netanyahu no quiere que esto acabe, porque entonces habrá elecciones, se formará una comisión de investigación y le culparán por los fallos de seguridad que ha habido. Está priorizando la destrucción de Hamás sobre la liberación de los rehenes, pero la destrucción de Hamás es imposible. Israel ha cometido un grave error diplomático y político desde que existe como estado independiente, que ha sido no ser capaz de ser reconocido en el entorno geográfico al que pertenece. Talleyrand [político y diplomático francés] le decía a Napoleón que sobre las bayonetas se puede hacer todo, menos sentarse encima. Israel se ha sentado encima de sus bayonetas, que es el apoyo americano que le da en armas y en defensa, y ha creído que aguanta con esa superioridad militar aplastante sobre todos sus vecinos. Con el ataque de Hamás, se ha sentido vulnerable por vez primera y la gran superioridad en la que basa su potencia regional en la zona se ha visto puesta en entredicho, por lo que quiere demostrar a los árabes que el que le ataca va a pagar unas consecuencias terribles.
«Estamos ayudando a Ucrania lo justo para mantener el tipo, pero no lo suficiente como para que pueda ganar la guerra»
¿Puede Rusia beneficiarse, de alguna manera, de este conflicto en Gaza?
Muchísimo. Gaza ha quitado el foco de atención de Ucrania. Los periódicos y las televisiones no hablan apenas de Ucrania; volverán a hablar ahora si las cosas se ponen mal para los ucranianos. Las universidades están protestando por Gaza, no por Ucrania o los uigures de China y eso beneficia a los rusos. Con la guerra en Gaza la atención mundial se ha alejado de Ucrania y, con ello, la urgencia de apoyarla económica y militarmente. A Ucrania le estamos dando lo suficiente para mantener el tipo con dificultades cada vez mayores, pero no para ganar la guerra.
¿Quiere esto decir que sin el apoyo europeo Ucrania no conseguirá ganar la guerra?
Europa no puede sustituir a los americanos, que le están dando a Ucrania algo que los europeos no le podemos dar: inteligencia. Nosotros le damos armas y dinero, pero tan importante como eso es la inteligencia. Es decir, dispare usted aquí, ahora. Si los americanos dejan de apoyar a Ucrania, los europeos no tenemos capacidad para compensar la ayuda, sobre todo militar. Rusia se ha convertido en una economía de guerra. En este momento, el gasto militar ruso es más alto que el gasto social; las fábricas que antes hacían lavadoras, están haciendo tanques. Rusia hace ahora 1.500 tanques al año, Ucrania tiene 350 en total; sin ayuda occidental, Ucrania no puede aguantar frente a un enemigo que es infinitamente más poderoso y más grande. Lo mejor sería un alto el fuego, pero las cosas todavía tienen que empeorar para que las dos partes acepten. Cualquier negociación implica concesiones y mientras los dos piensen que van a ganar, no están predispuestos a hacerlas. A lo mejor, sería posible un armisticio tipo Corea, donde ninguno renuncia a sus aspiraciones máximas, pero deciden dejar de matarse momentáneamente, aunque eso implicaría que Ucrania tendría que aceptar verse privada de un territorio.
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