¿Puede la red eléctrica dar respuesta a toda la industria que quiere descarbonizarse?
La inversión en infraestructuras, la flexibilidad de la regulación o la colaboración público-privada se alzan como algunos de los aspectos clave en el camino por aprovechar la ventana de oportunidad que abre la transición energética.
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Aunque pueda no parecer un gran avance, en la última COP se reconoció, por primera vez a escala internacional, que los combustibles fósiles están detrás del cambio climático y que la expansión de las renovables es la solución al problema ambiental. Sin embargo –y especialmente en Europa– estas tecnologías limpias no solo prometen la neutralidad climática, sino que auguran muchas otras ventajas: la electrificación verde aspira a desencadenar una fuerte reindustrialización que permita no solo revitalizar la economía del continente, sino también liberarlo de las cadenas de terceros países, en ocasiones, poco amigables.
En un contexto marcado por la apuesta hacia la transición energética, España experimenta la consolidación de las energías renovables, y está más que demostrado que estas tecnologías limpias no son una tendencia temporal, expandiendo su adopción y aplicaciones en diversos sectores y espacios. Sin embargo, su éxito depende, en gran medida, de la capacidad de las redes eléctricas para llevar esta energía verde desde los lugares en los que se genera hasta los puntos en los que se consume. Así, en la batalla global contra el cambio climático –y el camino hacia la modernización de Europa–, las redes eléctricas se sitúan como componentes esenciales.
El Gobierno de España plantea que, para 2030, las energías renovables aporten el 81% del consumo eléctrico
A nivel europeo, la red eléctrica es parte de la columna vertebral del mercado interior de energía y es fundamental para permitir la transición ecológica. Por eso, la Comisión Europea trabaja para que el sistema del futuro sea más digitalizado, descentralizado y flexible, con millones de paneles solares en tejados, más vehículos eléctricos, bombas de calor y comunidades locales de energía que compartan sus recursos. En España, el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), en un esfuerzo por cumplir con los objetivos del Acuerdo de París, quiere aprovechar la electricidad para reducir el 23% de emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990. Asimismo, el Gobierno plantea que, para 2030, las energías renovables aporten el 81% del consumo eléctrico. Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, estas medidas tendrían como consecuencia un aumento del PIB de 34.700 millones de euros en 2030 y un incremento de empleo neto de 522.000 puestos de trabajo.
La Asociación para la Transición Energética (ATE) advierte de que el objetivo del 81% de electricidad renovable para 2030 es inalcanzable sin inversiones en redes eléctricas bajo una regulación estable. En un comunicado emitido recientemente, la organización defiende la necesidad de que la transición energética sea algo más que un plan, y subraya que es imprescindible disponer de una red eléctrica robusta que permita que la electricidad renovable llegue a todos los puntos de consumo que quieran electrificarse. Además, la ATE afirma que, sin redes eléctricas, no es posible la consecución del objetivo país de descarbonización y reindustrialización, para lo que será necesario anticipar las inversiones que el sistema eléctrico necesitará. Por ello, se prevé necesaria una inversión que duplique las cifras actuales, aparte de eliminar el límite legal de las inversiones en redes eléctricas: así se conseguirá reforzar, modernizar y ampliar sus conexiones, dice la ATE.
Una oportunidad por y para la industria
La industria es uno de los grandes contribuyentes al cambio climático, y esto subraya una realidad ineludible: si no se consigue descarbonizar la industria, es prácticamente imposible alcanzar los objetivos climáticos. Desde inicios del siglo XXI, la crisis medioambiental se ha convertido en prioridad global, y por eso la descarbonización ya no es solamente una aspiración, sino una necesidad. Cada vez más empresas están encaminadas hacia la descarbonización, ya sea por motivos de sostenibilidad o debido a las exigencias legales, lo que refleja una tendencia global hacia un modelo económico más limpio y respetuoso con el medio ambiente. Por otro lado, a nivel comunitario, la Unión Europea está decidida a atraer inversiones y revitalizar industrias clave, incluyendo sectores industriales, energéticos y tecnológicos con el objetivo de impulsar la recuperación económica y avanzar hacia una economía más sostenible. La creación de empleo y la promoción de la innovación en tecnologías limpias son pilares fundamentales de esta estrategia, que busca no solo cumplir con las metas ambientales, sino también fomentar la competitividad y el crecimiento económico.
El cofundador de Antora Energy, Andrew Ponec, es optimista al respecto: tal como subrayó en el World Economic Forum, la energía limpia está cambiando el panorama. La caída de los costes está haciendo que la electricidad solar y eólica sean las fuentes más económicas en muchas partes del mundo. Asimismo, plantea que el almacenamiento de energía térmica, alimentado por energías renovables, puede ser clave para el proceso de descarbonización, ya que utiliza materiales de bajo coste, escalables y abundantes. Las calderas eléctricas con almacenamiento pueden suministrar calor directamente a los procesos industriales existentes, lo que facilita su integración en la industria.
Si se toman en cuenta estas directrices, la inversión en redes eléctricas podría potenciar la oportunidad industrial y comercial para Europa. Bajo este contexto, España se encuentra ante una oportunidad de desarrollo de nueva demanda industrial y energética que necesita que las redes eléctricas estén disponibles y bien dimensionadas para atender al consumo presente y futuro. El país parte de un buen punto, dadas las infraestructuras existentes y que sabe aprovechar el potencial de las condiciones climáticas y geográficas. De acuerdo con un informe de la consultora PwC, «cada vez existe una mayor demanda procedente de nuevas industrias que quieren instalarse en España e industrias ya existentes que quieren electrificarse debido a la ventaja competitiva derivada de la alta disponibilidad de recursos renovables (sol, viento y terreno) que se tiene a nivel nacional frente a la mayoría de los países de la UE».
Cada vez más industrias quieren instalarse en España debido a la ventaja competitiva de los recursos renovables del país
De este modo, el relativo optimismo –y sus consecuentes inversiones– que ofrecen las fuentes renovables siguen transformando el mercado energético, ya que anima a las empresas a cambiar sus sistemas de producción con el fin de reducir sus emisiones y aumentar su competitividad. Sin embargo, algo que se debe tener en cuenta es que, por mucho que se aumente la generación de energía renovable, las oportunidades pueden desaprovecharse si no contamos con un sistema de redes eléctricas adecuado.
La conexión a la red eléctrica se ha convertido en un obstáculo para muchos proyectos, especialmente para los industriales. La capacidad limitada de la red para absorber nuevas instalaciones renovables ha dejado algunos proyectos en suspenso, evidenciando la necesidad crítica de mejorar y expandir la infraestructura eléctrica. Estos desafíos resaltan la importancia de invertir en tecnologías y soluciones que puedan optimizar la integración de energías renovables a gran escala. Se debe apostar por unas redes eléctricas capaces de transportar la energía de manera eficiente desde sus puntos de generación hasta los lugares donde se necesita. Estas no solo deben ser capaces de manejar grandes volúmenes de energía renovable, sino también de hacerlo de manera flexible y adaptándose a las fluctuaciones en la producción y demanda energética. Solo así se puede garantizar que la energía contribuya de manera significativa a la matriz energética y avanzar hacia un sistema más sostenible.
En última instancia, la transición hacia la descarbonización es un desafío complejo pero indispensable en la lucha contra el cambio climático. Si bien los beneficios de las energías renovables son innegables, su pleno aprovechamiento requiere un enfoque integral que incluya no solo la generación de energía, sino también la modernización de nuestras redes eléctricas. Este proceso conllevará una transformación técnica y económica, provocará una reevaluación de nuestros modelos de producción y consumo y extenderá el compromiso colectivo con la mitigación del cambio climático. ¿Será este el gran cambio que necesita el planeta para recuperar su salud medioambiental?
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