Energía

«Sí es posible que España se convierta en ‘La superpotencia renovable’»

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22
diciembre
2023

Daniel Pérez Rodríguez acaba de escribir un libro que, más que optimista, es casi triunfalista sobre la transición energética: ‘La superpotencia renovable’ (Arpa, 2023). En él sostiene que en los próximos años España tiene su disposición todos los elementos para convertirse en la gran superpotencia energética de Europa gracias a su potencial solar, eólico y en hidrógeno verde, y que, si juega bien sus cartas, conseguirá reindustrializarse, la plena independencia energética, crear empleo y fijar o incluso incrementar población en la llamada España vaciada.

Además de los datos que avalan que algunas de sus previsiones ya se están cumpliendo, se apoya en su experiencia. Pérez Rodríguez fue directivo en la energética Holaluz y en la actualidad ejerce como director general en L’Energètica, la empresa pública de producción de energía renovable de Cataluña, desde donde aplica políticas en consonancia con esta idea de futuro y desde donde afirma estar recibiendo la información que le da la razón. Conversa con ‘Ethic’ por teléfono, acostumbrado ya a las numerosas críticas que, desde todos los frentes, recibe su planteamiento.


Desde el primer momento la tesis que defiende La superpotencia renovable ha sido tachada de demasiado optimista o, desde determinados círculos ecologistas, de lo que se llama tecnoptimismo, fiar toda la solución a la crisis climática a la tecnología…

Bueno, a veces parece que si damos buenas noticias hay que justificarlas más que si damos malas, quizás porque somos más proclives a creer en estas últimas. Me han acusado de ser demasiado optimista, buenista… Estoy seguro de que, si en el libro defendiese una tesis pesimista, no recibiría la mitad de críticas. Por otra parte, creo que he intentado aportar suficientes datos en el libro como para demostrar que lo que sostengo no es ni siquiera una previsión de un posible escenario a futuro, sino algo que ya está pasando. Hay grandes empresas industriales que están viniendo a la Península Ibérica por los precios de la energía, y pongo varios ejemplos, que además son conocidos. Por tanto, todavía no somos esa superpotencia renovable, porque hay varios retos pendientes, pero ya se ve cómo las cosas están evolucionando hacia una situación en la que es posible que nos convirtamos en eso.

En el libro presenta varios ejemplos de esos primeros pasos, como la futura gigafactoría de baterías para coches eléctricos de Sagunto o la fábrica de diamantes sintéticos de Trujillo, pero advierte que es necesario avanzar mucho en potencia instalada… y en la capacidad de conectividad de esa potencia. ¿Serían solo primeros pasitos muy tímidos?

Sí, pero la parte buena es que ya podemos anticipar el precio futuro de la energía a través de los PPA [Power Purchase Agreement, acuerdos de compraventa de energía renovable a largo plazo y a un precio prefijado], donde se puede ver a qué precio cotiza. No es una previsión de un organismo internacional, es que, a día de hoy, si una empresa quiere comprar energía a diez años en España, lo hace a la mitad de lo que le costaría lo mismo en Alemania, Reino Unido o Italia. Eso está pasando ahora mismo, no es una previsión de que el precio va a ser mejor, ya lo es. Esto sucede porque los mercados ya están anticipando que la Península Ibérica va a hacer la transición energética. Con lo cual la gente que vende esa energía dice «si aquí ya hay 25 GWH de solar, hay otros 50 en tramitación y construyen todo lo que tienen planificado, el precio va a ser muy barato». Por ejemplo, si el consumo máximo de España fuesen 40 GWH y tenemos 50 instalado solo en solares, es que casi en cuanto tengamos un poco de sol el 100% de la demanda lo vamos a cubrir con eso y un poquito de viento o agua. Es verdad que nadie sabe qué pasará en el futuro, claro. Hipotéticamente, así de repente, se podría anunciar una moratoria de renovables en España, algo que haría subir esos precios. Pero, a día de hoy, una empresa de diamantes sintéticos que tenga que elegir entre Alemania y Extremadura, se va a Trujillo, como ya ha pasado, porque es mucho más barato.

«Los poderes públicos deben participar tanto por razones económicas como sociales y ambientales»

Precisamente de Trujillo estas semanas se han publicado noticias sobre el rechazo a la instalación de cables de alta tensión en la localidad para alimentar ese proyecto. En la misma región, Extremadura, vemos protestas contra las minas de litio o contra grandes plantas renovables, quejas que se repiten en toda España cuando las comunidades locales consideran que estas afectan al paisaje, el medio ambiente o la agricultura. ¿Es la justicia una asignatura pendiente en esta transición energética?

Toda transición tiene ganadores y perdedores, eso es evidente. Va a haber paisajes que van a verse alterados, va a haber profesiones que van a tener que ser reconvertidas… pero el global es positivo, extremadamente positivo. Energía más barata, menos contaminante y que traerá más trabajo a nuestro territorio. Otra cosa es que en ese proceso haya que asegurarse de que los perdedores pierdan menos y de que los ganadores también ganen un poco menos para que los perdedores no pierdan tanto. Hay que estudiar medidas de compensación o corrección para determinadas situaciones. Pero también creo que los decibelios de la oposición a cada proyecto son mucho más bajos cuando existe una industria asociada a cada gran proyecto renovable. Es decir, en Trujillo, Sagunto o Mont-roig del Camp [municipio de Tarragona donde está prevista la instalación de tres plantas de fabricación de láminas de cobre laminado (elecfoil), un componente esencial de las baterías eléctricas] hay oposición a los proyectos renovables, pero es mucho menor que en lugares donde no hay industria, en los que hemos visto caer proyectos de plantas solares porque el territorio los rechaza. Asociarlas a la industria hace que la gente esté a favor porque considera que atraer empleo siempre es positivo. Oposición siempre va a haber, y hay que respetarla y entenderla, pero tampoco podemos caer en la inacción de solo tramitar las cosas que tengan un 100% de consenso.

¿Una opción posible, que ya se propone desde algunos círculos ecologistas, sería la creación de un fondo soberano de renovables, similar al de otros países como Noruega con el petróleo, que hiciese revertir esos beneficios que se prevén en el conjunto de la ciudadanía?

Sin duda. Yo trabajo en una empresa pública que se dedica a invertir en proyectos renovables. Se trata de capturar una parte del negocio y su rentabilidad. Los poderes públicos deben participar tanto por razones económicas como sociales y ambientales. Igual que ahora se está planificando esa inversión del 5% en Telefónica para contrarrestar el poder del fondo saudí. Ahora mismo en Cataluña, Galicia o el País Vasco se están probando fórmulas para que las administraciones autonómicas participen en los parques eólicos o los diferentes proyectos renovables. Ahí se deben ensayar fórmulas, como que los ayuntamientos exijan un porcentaje de participación en los diferentes proyectos para participar de los beneficios y poder tener algo que decir en su gestión futura.

«Habrá municipios que ganen población gracias a centrales renovables que vengan con industria asociada, justo lo que pide la España vacía»

En algunos casos hablamos de ayuntamientos de municipios muy pequeños.

Bueno, es que depende del caso. Tampoco es viable crear una empresa eléctrica en cada municipio, hay que ser realistas. En el caso catalán nos dedicamos a invertir en proyectos renovables propios o coparticipados con la iniciativa privada. A nivel autonómico es perfectamente viable y a nivel nacional ya se ha planteado algo así con las centrales hidráulicas, a medida que vayan revirtiendo al Estado las concesiones en las diferentes cuencas. Es cuestión de analizar las medidas, de saber utilizar los fondos Next Generation para capturar una parte de estos beneficios y generar unos ingresos para tal o cual ayuntamiento con un convenio, una tasa municipal… De manera que ese municipio, aparte de ver cómo se ocupan una serie de hectáreas o se crea empleo, pueda participar en esas inversiones.

Una queja habitual es que esos empleos que se crearán son tan especializados que no revertirán en la población local.

Es que eso también es positivo, porque se atraerá población a las zonas que la necesitan. El proyecto industrial de Mont-roig del Camp prevé tres fases que van a crear más de 200 empleos en cada una. No hay tantos parados en ese municipio, así que habrá una parte del personal que será local, pero otra vendrá de fuera. Habrá municipios que ganen población gracias a centrales renovables que vengan con industria asociada, justo lo que pide la España vacía.

«Nadie pone en duda, ni las propias compañías petroleras, que la transición renovable hay que hacerla y que es la energía del futuro»

Ha mencionado administraciones gobernadas por partidos muy diferentes, pero en los últimos tiempos hemos visto cómo las medidas de la transición energética se convertían en bandera electoral, asociándolas a veces a determinadas siglas. ¿Esto puede perjudicar a ese avance hacia la superpotencia renovable?

No, porque creo que por suerte las renovales ya son algo transversal. Nadie pone en duda, ni las propias compañías petroleras, que la transición renovable hay que hacerla y que es la energía del futuro. La discrepancia no es si hay que hacer o no transición energética, sino el ritmo. Hay gente que cree que se va demasiado rápido, con las zonas de bajas emisiones, con la pacificación del tráfico en las ciudades, la prohibición de los coches de combustible… Pero incluso ahí, el debate no es si hay que acabar con los coches de combustible, sino cuándo. Nadie en su sano juicio va a promocionar su energía diciendo que viene producida 100% con carbón o gas. Ni el más radical negacionista montaría una comercializadora diciendo eso, nadie. Insisto: el debate no es si hay que ir hacia allí, en eso coincide todo el mundo con dos dedos de frente, sino el ritmo. Yo me posiciono en ir muy rápido, porque estamos en emergencia climática y vemos que cada verano va a ser más cálido. Y esto ya ni siquiera por una perspectiva ambiental, que también, sino en el caso de España por interés económico. Es decir, vamos a perder turismo, en toda la Península Ibérica, si continúan las olas como las de este año. Aparte de pérdidas millonarias en muchos sectores, como el agrícola, o nos vamos a quedar sin agua por las sequías. La transición energética no es ideológica, es una cuestión de interés.

Una ventaja evidente que defiende varias veces en el libro es que nuestra economía dejaría de depender de países gobernados de forma poco democrática o respetuosa con los derechos humanos como pueden ser Rusia o Arabia Saudí. Pero la transición energética requiere de unos materiales y unas industrias en las que China es imprescindible.

Sí, totalmente. Yo soy firme partidario de acabar con esa dependencia de China y apostar por la reindustrialización de cara a la transición energética, y creo que a Europa le está faltando mucha ambición. Me da envidia ver los pasos que están dando Estados Unidos o India en reindustrialización, mientras la Unión Europea está pecando de excesiva timidez e ingenuidad. Se ha visto cómo Alemania lo fio todo a Rusia, claramente se ha equivocado y está sufriendo un daño industrial tremendo. Por las mismas razones, Europa no debería fiarlo todo a China y deberíamos reindustrializarnos. Pero, dicho esto, prefiero una dependencia de China una vez que de Putin todos los días. En el caso de las centrales de gas, o que usen petróleo… o el uranio enriquecido, que también viene de Rusia, igual que parte del carbón… el problema es que para funcionar necesitan a Rusia constantemente. La ventaja de la solar, la eólica o de la batería donde se almacene es que, aunque deberíamos fabricarlas nosotros, si todavía hay una parte que se fabrica fuera, una vez que le has comprado la placa solar, ya funciona. No dependes cada día de si China invade Taiwán y se aplica un bloqueo comercial. En ese caso extremo, no se podrían instalar nuevas placas solares, pero las que ya existiesen seguirían funcionando.

«El problema no es que no haya litio suficiente para la transición energética, sino que la capacidad de fabricación va más lenta que el consumo»

¿Y el agotamiento de los materiales?

Creo que estamos muy lejos y creo que aporto bastantes cifras en el libro para acreditarlo. Por ejemplo, el litio. Se habla mucho de que no hay litio cuando en realidad cada vez hay más yacimientos de litio conocidos en el mundo, se vuelven más rentables y aumentan las reservas mundiales. El problema no es que no haya litio suficiente para la transición energética, sino que la capacidad de fabricación va más lenta que el consumo, pero esto lo que quiere decir es que habría que hacer nuevas explotaciones para acompasar la producción a la demanda. No es que no haya litio, es que no somos capaces de extraerlo al ritmo suficiente. Evidentemente el agotamiento de los materiales es un tema que hay que valorar, tener en cuenta y planificar bien. Hay que innovar en el reciclaje e investigar nuevos materiales, por supuesto, pero no caer en el colapsismo de que mañana nos vamos a quedar sin materiales, o interesadamente aludir a noticias de que sube el precio del litio para afirmar que no hay suficiente, cuando ese precio sube por otros motivos. Se mezcla mucho y se hace bastante demagogia con este tema.

¿Cuál sería el mayor reto actual de esa transición en España?

La gran asignatura pendiente es la modernización y ampliación de la red eléctrica. Genera más aceptación poner un molino eólico, o un parque entero, que una torre de alta tensión. Hace poco una portada de The Economist hacía un chiste con el tópico de los ecologistas que abrazan árboles diciendo que tendríamos que abrazar torres de alta tensión. ¿Por qué? Porque sin ellas no hay transición energética, la electricidad no vuela por el aire, hay que trasladarla. Esto ya está dando problemas: en Madrid, en el corredor del Henares, hay industrias y centros de datos que se quieren establecer y no pueden porque no hay conexión eléctrica suficiente. En Irlanda ha pasado algo muy similar, se ha tenido que aprobar una moratoria para los centros de datos porque no hay suficiente red eléctrica para alimentarlos. Ahora vemos una cola de proyectos renovables, pues esto anticipa una cola de industrias, centros de datos o… proyectos de hidrógeno verde… que se van a querer conectar y no van a poder.

Una última crítica es que esta previsión no supone el tan anunciado cambio en el modelo productivo, sino solo cambiar su combustible de los hidrocarburos a otro más verde.

No estoy de acuerdo y habría que ver qué consideramos como «el modelo productivo». España ha tendido en exceso a depender del turismo y el pelotazo de la construcción, con una economía de servicios. La tesis de La superpotencia renovable viene a defender la reindustrialización, esto, un modelo menos especulativo y más material. Una crítica común a la economía actual es que es muy especulativa, con un punto de casino. El modelo renovable, más pegado a la industria, se basa en el sector que tiene más los pies en la tierra, estable y con una visión a largo plazo. Pienso que tener una industria rentable y verde es una muy buena manera de cambiar el modelo. Fíjate cómo ya vamos hacia que una parte de la cuenca mediterránea o Extremadura basen su economía en tener fábricas de baterías u otros elementos de la cadena de la electrificación y van a dejar de depender de los vaivenes del turismo.

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