Sociedad

Qué tiene de bueno y de malo la tecnocracia

¿Sirve la tecnocracia como vacuna contra el caos? El Gobierno italiano, encabezado por Mario Draghi, ha incluido perfiles especializados en ocho de las 23 carteras del país. La cuestión está en si realmente este modelo puede ser políticamente sostenible a largo plazo.

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22
noviembre
2021

Si se estropea un aparato en casa, ¿cuál es la solución más efectiva para solucionarlo? ¿Dar una propina al portero de la finca para que se ocupe de la incidencia o contratar a un profesional externo? Si extrapolamos esta imagen tan cotidiana a la esfera política, elegir asignar un cargo público a un especialista en la materia responde a un modelo gubernamental que ha salido a colación durante este año debido al nuevo Gobierno de Italia organizado por el primer ministro, Mario Draghi, que entregó ocho de las 23 carteras del país (entre ellas Economía, Interior y Transición Energética) a personas especializadas en el asunto. Hablamos de la tecnocracia.

Esta es, en pocas palabras, una forma de gobierno en la que los cargos públicos no son ocupados por ‘gente de partido’, sino por profesionales especialistas en cada una de las materias de las que se trate. Como todo lo acabado en ‘cracia’, esta idea también se hereda de los griegos: su significado vendría a traducirse como «el gobierno de los técnicos», algo que ya defendió Platón con su ideal de sociedad en la que proponía que «cada uno haga aquello en lo que es mejor». 

A los tecnócratas normalmente se les achacan supuestas carencias a la hora de dirigir

Ese gobierno de los mejores propone una manera de llevar una nación, región o ciudad que se asemeja al de una empresa, donde las distintas áreas funcionales son dirigidas por especialistas. La propuesta, a priori, parece razonable: expertos en agricultura gestionando los asuntos de agricultura y especialistas en sanidad resolviendo los problemas según su criterio profesional, sin prestar tanta atención a la popularidad de sus medidas o los efectos en las encuestas preelectorales. Sin embargo, ‘lo razonable’ choca a menudo con las lógicas internas que rigen los sistemas de partidos políticos, donde las ideologías y la permanente exposición pública lleva a la que se someten los dirigentes con responsabilidades de Gobierno acostumbran a imponerse sobre el sentido común. Siguiendo esas lógicas internas, podría ocurrir que un técnico independiente adolezca de la peligrosa costumbre de centrase más en el ‘hacer’ que el ‘parecer’, sin someterse a la disciplina de partido como sí lo haría un cargo de carnet.

Otra de las debilidades que a menudo se achaca a los tecnócratas, según los análisis, son sus supuestas carencias a la hora de dirigir. Porque ser un gran juez o un gran fiscal no capacita, necesariamente, para liderar un Ministerio de Justicia. Tampoco los resultados avalan a este sistema. Ninguna de las experiencias tecnócratas de Italia –uno de los pocos países de nuestro que ha recurrido en más de una ocasión a esta fórmula– ha logrado, de momento, superar el año y medio de mandato.

Por esta razón, en sistemas tan jerarquizados como la democracia española, lo normal es que la cabeza del ministerio, consejería o dirección general de turno la ocupe una persona de partido, y que los puestos técnicos no aparezcan hasta los segundos o terceros niveles en forma de asesores. Como en todo, hay excepciones como aquella designación del astronauta Pedro Duque como ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, o la del escritor Maxim Huerta como titular de Cultura y Deporte pueden considerarse experimentos tecnócratas, aunque no son la tónica general.

El sistema político de Italia hace que, en ocasiones, se recurra a un Gobierno de expertos como medida de emergencia

El ejemplo italiano acredita varias experiencias en este sentido. Su sistema político, con un jefe del Estado con mayor capacidad ejecutiva que, por ejemplo, el rey español, y multitud de formaciones políticas muy fragmentadas que raramente consiguen alcanzar una mayoría sólida, hace que en ocasiones se recurra a un Gobierno de expertos como medida de emergencia para salir de una situación de bloqueo institucional. El último caso lo encontramos, como decíamos al principio de este artículo, con el actual ejecutivo, dirigido por el economista de Mario Dragui. En este caso, su exitoso pasado como valedor del euro desde la presidencia del Banco Central Europeo o su experiencia en los mercados financieros como directivo de Goldman Sachs lograron generar cierto consenso para su designación como la persona idónea para enderezar el rumbo económico del país transalpino.

En otras partes del mundo, sin embargo, la tecnocracia es relativamente habitual. Ocurre en China, por ejemplo, donde la ausencia de oposición política brinda mucho más margen de actuación a estos expertos. O en Singapur, país con mayor tradición en este sistema, en el que los perfiles técnicos y políticos llegan a confundirse.

En España, de momento, la tecnocracia parece una fórmula inviable. Al menos, con el actual sistema político imperante. Aunque sí hubo voces que reclamaron un Gobierno de concentración, formado principalmente por tecnócratas, para superar la situación de bloqueo que sucedió a las elecciones generales de 2015 y 2019. Sin embargo, se prefirió repetir las elecciones. Se optó por la opción del portero.

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