Cultura

El hombre cebú y la hermana pequeña

En estos cuentos escuchados a mujeres en Madagascar aprendimos a respetar a los mayores, a los que son diferentes y no se parecen a nosotros, supimos que juntos podíamos con todo, pero que solos no éramos nadie. También aprendimos que siempre hay alguien que te ayuda, hasta cuando parece que todo está perdido. Aprendimos a vivir con la sorpresa, con lo inesperado. Y también supimos que nada es lo que ves, que nada es lo que parece, que no hay una verdad, sino mil verdades, que no hay un color, sino mil colores.

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05
enero
2024

—Tenemos muchos hijos y mucha hambre, vamos a abandonar a alguno.

Y la vieja le dijo:

—Yo no voy a abandonar a ninguno, aunque no podamos darles de comer.
Y un día la vieja se fue al mar a buscar erizos para comer y el viejo se quedó en casa a cuidar de los hijos. Y cuando se fue, el viejo, como siempre, llamó a su hijo mayor, al mediano y a la más pequeña, y se los llevó al bosque.

Y cuando llegó al bosque, les preguntó a sus hijos:
—¿Conocéis este lugar?
— Sí, porque aquí es adonde venimos a buscar lagartos.
Y siguieron más lejos y el viejo volvió a preguntar:
—¿Conocéis este lugar?
—Sí, porque aquí es adonde venimos a buscar gallinas de Guinea.
Y se fueron muy muy lejos y entraron en lo más profundo del bosque.
Y el viejo les preguntó a sus hijos:
—¿Conocéis este lugar?
—No, no lo conocemos porque nunca hemos venido a este lugar.
—Pues quedaos aquí y por la tarde volveré a buscaros.

Y allí se quedaron y el hijo mayor dijo:
—A partir de ahora no tenemos padre ni madre porque nuestro padre nos acaba de abandonar.
Y los otros dos dijeron:
—Nuestro padre nos ha mentido –y comenzaron a llorar.
Y el hermano mayor dijo:
—No lloréis, vamos a buscar de comer.

Y se fueron a buscar comida y, cuando la encontraron, comieron y, cuando acabaron de comer, vieron una casa: era la casa del hombre cebú, a quien todos llamaban Yimubé.
Y como ya era de noche, y Yimubé no estaba, entraron en la casa y se acostaron a dormir.
Y Yimubé llegó y dijo:
—¡Huelo a persona! ¡Huelo a persona humana!
Y la hermana pequeña no podía dormir porque tenía miedo.
Y Yimubé abrió un poco la puerta y la hermana pequeña se dio cuenta de que alguien intentaba entrar y empujó la puerta para que Yimubé no pudiese entrar.
Y Yimubé preguntó:
—¿Quién está ahí?
Y la hermana pequeña respondió:
—¿Y tú quién eres?
—¿Por qué no estás dormida? –dijo Yimubé.
—¿Y tú por qué no estás dormido también?
Y Yimubé se fue y volvió más tarde y, cuando volvió, comenzó a cantar una canción que decía:

—¿Quién es el mayor?
El que duerme cerca de la puerta.
¿Quién es el mediano?
El que duerme en el medio.
¿Quién es la pequeña?
La que duerme al lado del fuego.

Y Yimubé preguntó:
—¿No duermes, pequeña?
Y la hermana pequeña respondió:
—Y qué quieres que haga si no tengo sueño.
Y dijo Yimubé en voz muy baja: «La pequeña estará muy rica cuando me la coma».
Y la hermana pequeña lo escuchó y dijo:
—Lo más rico que tengo es la lengua.
Y Yimubé se fue a ver si la pequeña se dormía y al cabo de un rato volvió y cantó la misma canción:

—¿Quién es el mayor?
El que duerme cerca de la puerta.
¿Quién es el mediano?
El que duerme en el medio.
¿Quién es la pequeña?
La que duerme al lado del fuego.

Pero la hermana pequeña no se durmió. Y Yimubé marchó de nuevo. Y ya estaba a punto de amanecer cuando la pequeña despertó a sus hermanos y dijo:
—Hermanos, despertad, porque hace un rato ha estado aquí el hombre cebú.
Y el hermano mayor dijo:
—Todavía es de noche, vamos a dormir un poco más.
—A lo mejor nuestra hermana dice la verdad –dijo el mediano.
Y entonces escucharon a Yimubé, que cantaba:

—¿Quién es el mayor?
El que duerme cerca de la puerta.
¿Quién es el mediano?
El que duerme en el medio.
¿Quién es la pequeña?
La que duerme al lado del fuego.

Y cuando oyeron la canción, supieron que su hermana pequeña decía la verdad. Y en esto llegó la luz del día y ya no estaba oscuro. Y el mayor dijo:
—Tenernos que salir de aquí porque, si no, el hombre cebú acabará con nosotros.
Y se fueron de la casa de Yimubé, pero antes pusieron tres troncos encima de la cama donde habían estado durmiendo. Y regresaron al bosque a buscar un lugar donde refugiarse. Y encontraron un árbol muy grande que tenía un agujero enorme en el tronco. Y, subiendo por el agujero, llegaron a la copa del árbol y allí se escondieron.
Y el hermano mayor dijo:
—Quedaos aquí, yo voy a buscar algo que comer.

Al rato llegó el hermano mayor, y traía miel, pájaros y erizos.
Y los hermanos abandonados comieron todo lo que encontraron en el bosque, pero el resto de los hermanos, que se habían quedado en la casa con su padre, no comieron nada porque su padre no encontró nada de comer.

Y Yimubé volvió y vio tres bultos encima de la cama, y, pensando que eran los tres hermanos, que se habían quedado dormidos por fin, se los tragó uno a uno. Pero no eran los hermanos sino los tres troncos, que se le quedaron a Yimubé atravesados en la garganta:
—Me ahogo, me ahogo –gritó Yimubé, y se dio un golpe tan fuerte en el estómago que los tres troncos salieron volando de su garganta.

Furioso, salió de su casa dando grandes zancadas, para buscar a los tres hermanos.
Hasta que de pronto se paró a oler el aire y dijo:
—Huelo a persona, huelo a persona humana.

Y Yimubé se fue hacia el norte a buscar a los hermanos y no los encontró, y se fue al sur y tampoco, y se fue al este y tampoco, y se fue al oeste y por allí estaban. Yimubé llegó al pie del árbol donde los tres hermanos se habían subido y encontró a la hermana pequeña jugando al sol, pero los hermanos echaron una cuerda y subieron a su hermana para que no se la comiera. Y Yimubé, haciéndose el amable, dijo:

—¿Por qué no me dijisteis que os ibais? Yo quería ir con vosotros. Huele a algo muy rico allá arriba. ¿Me podéis dar un poco?
—Abre la boca, saca la lengua y te echaremos miel –le respondió la pequeña.
Y Yimubé abrió la boca y tenía una lengua muy muy larga, tanto que llegaba a la copa del árbol. Entonces los hermanos le cortaron la punta de la lengua y le echaron miel en la boca. Y Yimubé dijo:
—Guauuuu, está muy dulce. Dadme pájaros también.
—Abre la boca, saca la lengua y te echaremos pájaros –dijo la hermana pequeña.
Y Yimubé abrió la boca y sacó su larga lengua. Y le cortaron otro trozo y le echaron un pájaro.
—Guauuuuuu, qué bueno. Dadme un erizo también.
—Abre la boca, saca la lengua y te echaremos erizos –le dijo la hermana pequeña.
Y ya solo le quedaba un poco de lengua. Pero Yimubé abrió la boca y sacó la lengua, y esta vez se la cortaron toda y ya no tenía lengua.
Y Yimubé intentó subir al árbol para comerse a los hermanos pero resbaló en el liso tronco y cayó al suelo, y su barriga explotó y de allí salió un montón de gente. Y es que se había comido a casi todo el pueblo, hasta a los panyakas y a la hija del panyaka.
Y también había muchos animales: cabras, gallinas, cerdos… Y cuando salieron el panyaka dijo a los tres hermanos:
—A partir de ahora vais a ser vosotros nuestros panyakas, porque, si no fuera por vosotros, estaríamos todavía en la barriga del hombre cebú.

Y fue así como los eres hermanos se hicieron muy ricos, los más ricos del pueblo.
Y corrió la voz de la fortuna de aquellos tres hermanos y llegó a oídos de los viejos, que se pusieron muy contentos. Y el viejo dijo:
—Voy a pedirles comida para sus hermanos.
Y el viejo caminó días y días hasta llegar adonde vivían sus tres hijos. Y cuando llegó, la hermana pequeña se puso muy contenta de ver a su padre, pero los dos mayores no tanto.
—Dadme algo que comer para vuestros hermanos, que tienen hambre.
—Llévate una cabra, que caminará a tu lado, porque el arroz pesa demasiado –le dijo la hermana pequeña.
Y el viejo se llevó la cabra y, cuando estaba en el bosque, mató la cabra y se la comió toda. Y cuando llegó, no tenía nada para darle a sus hambrientos hijos.

Y la madre dijo a sus hijos:
—Vamos a ir nosotros a ver a vuestros hermanos porque padre no ha traído nada.
Y se pusieron en camino hacia el lugar donde les habían dicho que vivían los hijos.
Pero la vieja no sabía cómo llegar porque su marido no se lo había dicho. Y la vieja iba cantando una canción que decía:

—Hija, hija pequeña,
¿dónde están tus cabras,
tus cebús, tu casa?
Hija, ¿dónde te encuentras?

Pero no obtuvo respuesta, así que cantó otra vez:

—Hija, hija pequeña,
¿dónde están tus cabras,
tus cebús, tu casa?
Hija, ¿dónde te encuentras?

Y seguía caminando y cantando:

—Hija, hija pequeña,
¿dónde están tus cabras,
tus cebús, tu casa?
Hija, ¿dónde te encuentras?

Y la hermana pequeña la oyó y le respondió cantando:

—Callad, todos callad,
que oigo un pájaro cantar.
Es niño que llora,
dadle de mamar.
Es un perro que ladra,
dadle de comer ya.

Y la vieja y sus hijos siguieron caminando, siguiendo la voz de la hermana pequeña, hasta que llegaron al lugar donde estaban los tres hermanos. Aquellos estaban tan flacos que los tres hermanos en seguida les dieron de comer y dijeron:
—Madre, tú no querías abandonamos, fue padre quien nos abandonó.
Y la madre comenzó a llorar y luego hicieron una fiesta para celebrar que estaban juntos otra vez. Y soltaron un pavo y le dijeron a su padre:
—Padre, tendrás que coger a ese pavo y, cuando le des alcance, podrás comer.
Y soltaron el pavo y el padre se lanzó a perseguirlo. Se fue lejos, muy lejos y nunca más volvió.

Angano angano arira arira.


Este cuento forma parte del libro El hombre cebú y la hermana pequeña, y otros cuentos de las niñas de Madagascar’ (Libros de las Malas Compañías, 2023), de Ana Cristina Herreros.

El 60% de la población de Madagascar vive bajo el umbral de la pobreza. Los colectivos con más riesgo de exclusión social son la infancia y las mujeres, cuya situación de pobreza las convierte en blanco de las redes de prostitución. En medio de esta situación de vulnerabilidad, sus abuelas les cuentan cuentos donde solo se vence al monstruo –un ser con cabeza de animal y cuerpo de hombre (como los depredadores que las rodean)– si están juntas y se ayudan entre ellas. Estos cuentos permiten que las niñas puedan ser conscientes de la fuerza de lo colectivo en un ambiente tan hostil como en el que se ven obligadas a vivir. Este libro de cuentos malgaches es el resultado de escuchar a esas abuelas contar cuentos. Con la venta de este libro la editorial colabora con la Asociación Agua de coco / Bel Avenir en sus proyectos educativos en Tuléar y Fianarantsoa de Madagascar.

Acceda a la galería de imágenes para ver algunos de los bordados realizados por las niñas del proyecto para ilustrar el libro de cuentos.

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