Cultura

La rotura poética de Idea Vilariño

Con una obra sencilla y descarnada, la uruguaya Idea Vilariño ha sido reconocida como una de las poetas más importantes de la literatura latinoamericana.

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06
marzo
2024

«Ya no estás / en un día futuro / no sabré dónde vives / con quién / ni si te acuerdas». La uruguaya Idea Vilariño (1920-2009) se sintió rota desde muy joven. Nacida en 1920, en el seno de una familia acomodada pero fuertemente concientizada política y culturalmente, recibió desde niña una educación en que la música y la poesía eran componentes irrenunciables. Pero la belleza que conlleva el aprendizaje de dichas disciplinas se vio enturbiada por los numerosos problemas de salud que sufrió desde pequeña. A ello, se le unió el fallecimiento temprano de sus padres y su hermano mayor. Desde entonces, la poesía se convirtió en el vehículo perfecto para expresar su desgarro.

Además de poeta, Vilariño fue ensayista, crítica, docente, compositora y traductora. Pero la poesía fue el cauce con que dar salida a la tristeza de su interior. Escribía compulsivamente, desde muy joven, sin intención de que sus versos fuesen leídos por otros. Eso, seguramente, provocó que no tuviese ningún tipo de cortapisa a la hora de descarnar una lírica en que preponderaba el dolor.

En 1945 publicó su primer poemario, La suplicante, que obtuvo varios galardones internacionales. Pero ella, lejos de abrazar el reconocimiento, decidió llevar una vida aislada en que la esfera pública se limitaba a sus clases de Literatura, primero en la Enseñanza Secundaria y posteriormente en la Universidad de la República, en su Montevideo natal.

La suplicante ya fijaba los temas que acompañarían su lírica toda su vida: la intensidad del amor y su finitud, junto con la irremediable asunción del dolor y la muerte.

Formó parte de la Generación del 45, compuesta por diferentes escritores uruguayos que forjaron lo mejor de su obra entre los años 1945 y 1950. Aquella Generación, públicamente agasajada por el poeta español Juan Ramón Jiménez, contaba en sus filas con Mario Benedetti, Carlos Martínez Moreno, Sarandy Cabrera, Amanda Berenguer y Juan Carlos Onetti, quien se convertiría en el más profundo motivo de dolor de Idea Vilariño, desde que se conocieron a principios de los años 50.

Vilariño y Onetti vivieron uno de los amores más apasionados y tortuosos que ha dado el mundo de la poesía

Onetti e Idea se enamoraron perdidamente, y la poesía de ella comenzó a brotar más visceral, con versos sencillos que conectaban de manera inmediata con el lector. El amor, que ya se adivinaba en sus primeros poemas, comenzó a ocupar un lugar preponderante. Pero se trataba de una emoción oscura, pasional y tormentosa. Porque, a pesar del amor que ambos escritores se profesaban, nunca compartieron su vida. Los dos estaban casados con otras personas. Idea propuso a Onetti que se uniesen, pero el escritor nunca se atrevió a romper su matrimonio.

De esta pasión demoledora y su realización intermitente surgió Nocturnos (1955), uno de sus poemarios más aclamados, y, dos años más tarde, Poemas de amor. En ambos, Onetti era la figura clave de toda una sinfonía de un amor quebrado e interrumpido.

El alcance de aquella pasión que la desgarraba se puede encontrar en el hecho de que ambos amantes solo estuvieron juntos en ocho ocasiones. No obstante, no dejaron de escribirse cartas, dedicarse libros y, sobre todo, de permanecer unidos más allá de las convenciones.

Gracias a esa rotura, la poeta uruguaya pudo edificar un corpus poético en que la fluidez de los versos y la cristalina expresión del dolor lograron que alcanzara la fama internacional y que, aún a día de hoy, sea considerada una de las poetas más influyentes de la literatura latinoamericana.

Su lírica desnuda y limpia crece con las sucesivas lecturas, en las que comienzan a aparecer ambigüedades que provocan una profunda conmoción en el lector.

Solitaria, frustrada en su pasión no desatada, consciente del dolor físico y emocional, de lo irremediable de la muerte y lo absurdo de la vida, la obra de Idea Vilariño sigue creciendo con el tiempo, y muchos lectores consideran su Ya no como uno de los poemas de desamor más hermosos jamás escritos.

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