Desigualdad
La realidad invisible de las mujeres sin hogar
La aparente paradoja entre tener un techo y carecer de un hogar completo revela, con desoladora crudeza, la complejidad del sinhogarismo femenino, una realidad a menudo relegada al ostracismo en la investigación y la conciencia social.
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La aparente paradoja entre tener un techo y carecer de un hogar completo revela, con desoladora crudeza, la complejidad del sinhogarismo femenino, una realidad a menudo relegada al ostracismo en la investigación y la conciencia social. A pesar de que la asociación predominante del sinhogarismo se ha arraigado en el imaginario colectivo como un fenómeno masculino o ligado a los hombres, ya que son visibles en las calles, es imperativo desafiar este estigma y reconocer que las mujeres no son inmunes a esta cruda realidad.
Las experiencias de estas mujeres, no siendo visibles en las calles, a menudo se diluyen en estadísticas y estudios, contribuyendo a una falta de comprensión de la verdadera magnitud del problema. Según datos recogidos en la Estrategia Nacional para la Lucha contra el Sinhogarismo en España 2023-2030, las mujeres jóvenes de menos de 29 años en esta situación han aumentado un 36,1% en los últimos 10 años. Estas mujeres principalmente se encuentran en una situación de exclusión residencial oculta, en infraviviendas o viviendas inseguras.
Este fenómeno, que impacta especialmente a las mujeres migrantes, se entrelaza en una red de desigualdades que las sumerge en una triple invisibilidad: como mujeres, como migrantes y como personas sin hogar. La convergencia de desigualdades se erige como un factor crítico en el sinhogarismo femenino, destacándose la creciente presencia de mujeres y migrantes. Datos recientes del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2022) revelan que las mujeres constituyen el 23,3% de la población sin hogar en España, mientras que la población migrante extracomunitaria representa el 41,6%. Dentro de esta última, un 37,2% son mujeres, marcando así una intersección crucial que exige una atención inmediata.
La convergencia de desigualdades se erige como un factor crítico en el sinhogarismo femenino, destacándose la creciente presencia de mujeres y migrantes
Profundizar en la complejidad del sinhogarismo femenino implica abordar las dificultades específicas de acceso a la vivienda. Las mujeres, especialmente las migrantes, enfrentan barreras sistémicas, desde discriminación en el mercado de viviendas hasta políticas de alquiler que pueden exacerbar su vulnerabilidad. Estas dificultades no solo contribuyen al sinhogarismo, sino que también perpetúan un ciclo de inestabilidad habitacional.
El sinhogarismo, en ocasiones camuflado, se manifiesta en situaciones donde la falta de un hogar propio surge de limitaciones económicas. Según Elena Sala, líder del programa Dones amb Llar de Assís, «en la calle son minoría, porque sufren otros tipos de sinhogarismo». Este fenómeno está intrínsecamente vinculado con la feminización de la pobreza, donde las desigualdades de género ejercen una presión desproporcionada sobre las mujeres en situaciones de vulnerabilidad. En este contexto, se destacan las diversas estrategias de supervivencia adoptadas por estas mujeres.
Enfrentándose a la falta de alternativas de vivienda, muchas de ellas se ven forzadas a acudir a redes familiares o de amistad, servicios sociales, realquilando habitaciones a cambio de servicios como cuidados, o forzadas a mantener relaciones marcadas por la violencia de género. La imposibilidad de acceder a un hogar estable limita sus perspectivas de escape y las sitúa en una encrucijada, donde la única opción aparente es mantener una relación abusiva para conservar un techo sobre sus cabezas. Esta dinámica cronifica las situaciones de violencia y exclusión, generando un círculo vicioso que atrapa a las mujeres en una red de adversidades.
Además, diversos estudios como el Informe de la RED Federación de Entidades y Centros para la Integración y Ayuda a Marginados (RED FACIAM), destacan que el 60% de las mujeres en situación de sinhogarismo han sido víctimas de algún delito, principalmente delitos sexuales. Según Cruz Roja, el 21% han sido agredidas sexualmente, el 20% ha sufrido acoso o persecución, y el 35% han vivido humillaciones.
El 60% de las mujeres en situación de sinhogarismo han sido víctimas de algún delito
Es esencial reconocer que este proceso lleva a las mujeres a agotar todas las posibilidades antes de recurrir a la situación de calle o a formas más evidentes de exclusión residencial. Sin embargo, la llegada a los recursos disponibles, tanto residenciales como de atención a las violencias, se caracteriza por condiciones precarias, exacerbando las experiencias de violencia sufridas por estas mujeres. La complejidad de este panorama subraya la necesidad de abordar tanto la falta de alternativas de vivienda como la violencia de género de manera integrada. La invisibilidad de estas mujeres en las estadísticas tradicionales de sinhogarismo subraya la urgencia de una detección temprana y de políticas de prevención eficaces. Solo a través de un enfoque holístico y comprensivo se podrán desarrollar soluciones efectivas, protegiendo a estas mujeres de la necesidad de desplegar estrategias de supervivencia perjudiciales.
Al seguir las interacciones de las mujeres con los servicios para personas sin hogar, emerge una dinámica intrigante. Su constante movimiento entre sitios oficiales y ocultos de sinhogarismo revela las complejidades de su experiencia. Este ir y venir entre la visibilidad y la invisibilidad, entre la formalidad y la clandestinidad, destaca la necesidad de enfoques más holísticos y comprensivos para abordar las raíces profundas de esta problemática. El sinhogarismo ha evolucionado hacia un fenómeno más complejo. Ya no se limita al estereotipo tradicional de un hombre de mediana edad, afectado por drogas o alcohol. Ahora, también afecta a mujeres, jóvenes y personas con problemas de salud mental, situándolos en condiciones de desprotección y vulnerabilidad tal y como alertan desde La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios.
En conclusión, el sinhogarismo femenino, particularmente entre mujeres migrantes o no, no es simplemente una estadística fría, sino una realidad compleja y multifacética. Desentrañar estas capas requiere un compromiso continuo con la investigación, la conciencia pública y la implementación de políticas que aborden directamente las intersecciones de desigualdades. Al reconocer y abordar estas interconexiones, podemos avanzar hacia soluciones efectivas y proporcionar el apoyo necesario a estas mujeres que, más allá de tener un techo, anhelan un hogar verdadero. Además, es vital considerar la perspectiva de género como un eje transversal en la comprensión del sinhogarismo, evitando cegueras y neutralidades que perpetúen desigualdades y discriminaciones. Incluir esta perspectiva de género en la atención a las mujeres en situación de sinhogarismo es clave a la hora de reconstruir su proyecto vital. La invisibilidad de las mujeres en estas circunstancias demanda una atención especial para desarrollar políticas inclusivas que consideren las capas adicionales de vulnerabilidad que enfrentan.
Raluca Budian es investigadora postdoctoral del Instituto de Innovación Social de Esade y del Observatorio de la Vivienda Digna; Susanna Salvador es directora asociada del Observatorio de la Vivienda Digna del Instituto de Innovación Social de Esade.
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