«Quien sigue a un ‘influencer’ es porque desea ser influido»
El reputado filósofo, escritor y pedagogo José Antonio Marina desentraña y cuestiona algunos aspectos del comportamiento humano que han atravesado a la sociedad a lo largo de la historia y continúan vigentes en la actualidad.
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El pasado 21 de noviembre, el encuentro ‘Conversaciones Humanitarias: hacia un mundo sostenible‘ organizado por la Fundación Cruz Roja Española, invitó a diferentes personalidades a compartir y reflexionar sobre cómo involucrar a los diferentes actores civiles en la sostenibilidad de nuestra sociedad.
En esta línea, tuvimos la oportunidad de hablar con el reputado filósofo, escritor y pedagogo José Antonio Marina, fundador de la Universidad de Padres y miembro del Consejo Editorial de Ethic que, con sus palabras, y alineado con los objetivos de la jornada, nos ha llevado a comprender la importancia de desarrollar una pedagogía en la sociedad civil para asegurar la responsabilidad y la participación de los distintos actores en la resolución de los problemas sociales. Marina también destaca el lugar de la «compasión» como pieza clave en la búsqueda de soluciones a problemas colectivos. Para ello, la formación y la toma de conciencia por parte de la sociedad son la base, y tanto las autoridades como las ONG deben tomar parte e implicarse.
En uno de los episodios de su pódcast, «Proyecto para una inteligencia, conversaciones desde el Panóptico», habla de psicología de las masas, y cómo es fácil despertar la agresividad de la gente mediante agitadores que encienden las mechas del miedo y del odio. ¿Qué cree que revela esa agresividad colectiva que estos personajes logran despertar en las masas? ¿Un sentimiento de indefensión e impotencia frente a un futuro incierto, quizá?
La agresividad en los individuos, los comportamientos violentos, son asuntos que tienen diversas causas: hay una predisposición genética, en algunos casos deriva de una falta de control de los impulsos, en otras de la incapacidad de resolver los problemas de otra manera que no sea la violencia, y en muchas simplemente se da el deseo de imponerse o de conseguir alguna ventaja con ella. En el caso de la violencia colectiva, suelen depender de la furia producida por la aparición de una ofensa, un daño o una amenaza. Es muy fácil desencadenarla construyendo la figura del enemigo.
¿La agresividad anula la compasión?
El camino suele ser el inverso. La compasión es un freno a la agresividad, porque significa sentirse afectado por el dolor ajeno. En los casos en que se trató sistemáticamente de excitar la agresividad contra un grupo social, como en el caso de los nazis, el primer paso es erradicar la compasión. Lo estudié detalladamente en Biografía de la inhumanidad.
«El estado normal de la humanidad ha sido el de ‘servidumbre voluntaria’»
Vivimos en una época en la que las voces de las personas con conocimiento científico, artístico, filosófico, etc., se escuchan menos que las de aquellos con un altavoz más grande, pero sin trayectoria, estudios o disciplina en un campo determinado. La «todología» abunda en las redes y en los medios. ¿Cree que hemos perdido el respeto y el amor por la sabiduría?
La gente siempre ha sido crédula y se ha dejado llevar por embaucadores de todo tipo. El estado normal de la humanidad ha sido el de «servidumbre voluntaria». Lo que sorprende es que después de la defensa del pensamiento crítico que hizo la Ilustración hayamos vuelto a una situación preilustrada. Quien sigue a un ‘influencer’ es porque desea ser influido.
Los valores principales que definen una sociedad democrática son, a su vez, los que más se han ideologizado en los espectros políticos y sociales: igualdad, libertad, justicia… tanto es así que hoy no solo están totalmente desprovistos de contenido, sino que hasta generan confusión. ¿Cree que es importante recuperar el consenso sobre estos conceptos para poder devolverles su valor? ¿Cómo podremos hacerlo?
Los conceptos que se manosean mucho resultan devaluados. Llevo muchos años trabajando en una Ciencia de la evolución de las culturas que nos permitirá comprender cómo hemos llegado hasta aquí. La mayor parte de las palabras que se utilizan en el debate político son confusas: soberanía, nación, pueblo, representación, democracia, derecho, deber, etc. Necesitamos recuperar la claridad. Por eso, en mi último libro Historia universal de las soluciones, propongo una Academia del Talento Político, en la que tanto gobernantes como gobernados aprendan a resolver los problemas que vivir en sociedad plantea.
Un artículo publicado en Scientific American revelaba la relación entre la compasión y la clase social (nivel educativo, prestigio ocupacional y riqueza). ¿Qué impacto puede tener la falta de compasión de dirigentes empresariales y políticos en un momento crucial de toma de decisiones por el bien común?
Es cierto que toda posición de poder aleja y debilita los lazos sociales con el resto del grupo. Disponemos de la suficiente comprobación experimental para poder afirmarlo. No se trata de maldad de los «poderosos» sino de un «automatismo perverso del poder». Creo que es a lo que se refería Lord Acton cuando escribió: «El poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente». Por supuesto que hay poderosos que son honrados y compasivos, pero tienen que vencer el sesgo cognitivo y emocional que la posición de poder provoca.
«Lo peligroso no es la IA, sino la inteligencia humana que la utiliza»
Con el pensamiento crítico disminuido, la dependencia de los móviles, la desconexión con la naturaleza, ¿cree que la humanidad se encuentra en un buen momento para recibir a la inteligencia artificial sin que esta nos perjudique? ¿Cómo podemos prepararnos mejor mental e intelectualmente para su inminente llegada?
Cada vez que se habla de los peligros de la inteligencia artificial, pienso que nos están tomando el pelo, culpabilizando a una tecnología inerte de las posibles tropelías que puedan cometerse usándola. Lo peligroso no es la IA, sino la inteligencia humana que la utiliza. Por eso es la inteligencia, es decir, el comportamiento humano lo que tenemos que desarrollar.
«No basta con tener buenos gobernantes, también hay que ser buenos gobernados». ¿Cómo podemos ser buenos gobernados?
La frase es de Aristóteles. La relación entre gobernante y gobernado es imprescindible para que la política sea capaz de resolver los problemas de la convivencia. El tirano, en cambio, piensa que la solución la tiene él, y que los demás deben limitarse a obedecer. Maquiavelo, que no era tan perverso como se dice, enseñó al tirano a utilizar el poder, pero también al ciudadano a rebelarse contra él, si quería conseguir vivere civile e libero. Por eso en la Academia del Talento Político que imagino debería haber unos cursos comunes y después dos grandes escuelas. Una para los futuros gobernantes (los que aspiran a mandar) y otra para el resto de los ciudadanos (los que no aspiran a mandar).
En la Carta sobre el clima y el medio ambiente para organizaciones humanitarias, CICR y FICR (Comité Internacional y Federación Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja) recogen que «las crisis climática y ambiental amenazan la supervivencia de la humanidad. Todos los aspectos de nuestras vidas se ven afectados, desde nuestra salud física y mental, hasta nuestra seguridad alimentaria, hídrica y económica. Si bien las crisis afectan a todas las personas, quienes menos han contribuido al problema son los más perjudicados, y la situación no hace más que empeorar». Desde su conocimiento y experiencia, ¿qué es imperativo hacer para prevenir que el cambio climático afecte en mayor medida a las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad y evitar que otras personas y comunidades caigan en ella? ¿Cómo debe gestionarse la transición ecológica para no dejar a nadie atrás?
En primer lugar, hacer consciente a la gente de la gravedad del problema, porque la solución va a perjudicar a muchos intereses y los gobiernos tienen que tener el respaldo popular para tomar medidas. Después, hacer lo que tenemos que hacer con todos los problemas: identificarlos, buscar y evaluar las mejores soluciones, y ponerlas en práctica. Cada uno de esos pasos tiene sus propias dificultades. El cambio es siempre difícil. Cuando se habla de buscar una solución «justa» debemos recordar que «justicia» no es un patrón de medida. No es el «metro de platino iridiado» que nos sirve para evaluar. Es el conjunto de las mejores soluciones –siempre incompletas, siempre perfectibles– que se nos van ocurriendo. Es el esfuerzo por «ajustar» todas las pretensiones legítimas.
El pasado 21 de noviembre participó usted en el primer encuentro Conversaciones Humanitarias de la Fundación Cruz Roja Española que se centró en el tema «Hacia un mundo sostenible». Organizar este tipo de encuentros forma parte de la nueva etapa de la Fundación cuyo propósito es «impulsar en la sociedad Pensamiento Humanitario que contribuya a cambiar mentalidades y a realizar transformaciones siempre en beneficio de las personas». ¿Podríamos pedirle una valoración o consejo sobre el propósito de la fundación?
La Fundación Cruz Roja, precisamente por el prestigio de su institución matriz, está en inmejorables condiciones para realizar esta labor de pedagogía social. Por ello hay que aplaudirla y ayudarla.
Las opiniones expresadas en este artículo son de la persona entrevistada y no reflejan la opinión de la Fundación Cruz Roja Española.
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