Salud

¿Existe el complejo de Napoleón?

Las preocupaciones por cómo nos perciben los demás son antediluvianas. Una de ellas, la estatura, señala un posible complejo de inferioridad discutido en la psicología. Pero, ¿existe realmente el «complejo del hombre bajo» o es un mito que se burla de la figura del emperador francés?

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19
enero
2024

Napoleón ganaba batallas. Tenía un peculiar don como estratega que le otorgaba ventaja frente a algunos de los generales y mariscales más solventes de la época, como su compatriota Grouchy, los rusos Kutúzov y Bragatión o el prusiano Gebhard Leberecht Von Blücher. Su imperio abarcó la práctica totalidad de Europa occidental. Pero en aquel inicio del siglo XIX, que también lo fue el de la propaganda y la prensa, pronto se propagó un rumor entre los países rivales: toda la grandeza militar, política y económica del general corso quedaba empequeñecida por su limitada estatura.

La mofa, hoy en día, sigue reverberando en forma de un posible trastorno psicológico, el complejo de Napoleón. Aunque discutida su existencia en la psicología académica, el mal describiría un patrón habitual de baja autoestima entre las personas de menor altura que, entre otras particularidades, les invitaría a llamar la atención con mayor frecuencia. Sin embargo, ¿existe este complejo?

También conocido como «síndrome del hombre bajo», el complejo de Napoleón hunde sus raíces en la actitud del emperador, considerado por la propaganda enemiga de Francia como una persona de baja estatura y complexión desgarbada. El ánimo belicoso de Bonaparte quedaría atribuido no tanto a su genialidad como a un sentimiento de inferioridad que le habría conducido a perseguir grandes metas, como su beligerancia, igualar los hitos de figuras históricas como Alejandro Magno o Julio César y su ambición de poder.

El médico Alfred Adler describía el complejo como individuos proclives a desarrollar narcisismo, mayor competitividad y agresividad

Según cuentan las memorias de su ayuda de cámara, el emperador medía 1.70 metros, estatura solvente para el promedio de la época. No obstante, en los círculos aristocráticos que consideraban a Napoleón y su linaje, de origen gibelino, inferiores a su clase, existía preferencia por las personas altas, como lo refleja el interés por formar los cuerpos de granaderos, con un potente impacto psicológico en el campo de batalla por su imponente presencia, disciplina y capacidad destructiva.

Partiendo de esta leyenda, el complejo de Napoleón, enunciado por primera vez por el médico austríaco Alfred Adler en la primera mitad del siglo XX, describe a las personas con una estatura menor al promedio de su época como individuos proclives a desarrollar narcisismo, mayor competitividad y agresividad hacia sus semejantes en un intento para esconder un rechazo sobre sí mismos y su falta de altura. En consecuencia, quienes padecen el síndrome del hombre bajo intentan llamar la atención de los demás con actitudes grandilocuentes, populistas y ruidosas que los sitúen como centro de la mirada ajena.

La altura, el éxito, la atención

Pero la discusión científica al respecto sigue en vigor. Está probado que existe una relación directa entre la belleza, que incluye un interés social mayor hacia las personas más altas que el promedio, y factores asociados al éxito, como la riqueza, el atractivo sexual o la inspiración de poder. Así lo reflejan estudios como el publicado en la revista científica Plos One y que lidera el profesor de la Universidad de Iowa Suyong Song.

De la misma manera, una mayor estatura está asociada en el acervo cultural como la pertenencia a un mejor estatus social, quizás un rasgo conservado de la época en la que éramos cazadores-recolectores: una persona más alta consigue llegar a frutos más recónditos y también posee una complexión más robusta, ideal para ser más eficaces en actividades como la caza o el combate cuerpo a cuerpo, como demostró la obsesión muy posterior de monarcas como Federico II El Grande de Prusia en el siglo XVIII por los soldados altos.

Sin embargo, otros estudios no son concluyentes. Es el caso del planteado por los especialistas David E. Sandberg y Linda D. Boss, publicado en la revista Best Practice & Research Clinical Endocrinology & Metabolism o en investigaciones posteriores como la del equipo de la Universidad de Southampton, en el Reino Unido: factores como la estatura no parecen inclinar el carácter de una persona hacia el maquiavelismo o una necesidad mayor por llamar la atención de los demás.

En todo caso, son los factores externos, la personalidad y las circunstancias de cada cual las que parecen determinar estos rasgos del carácter. La duda de la existencia del complejo de Napoleón hace que no aparezca en algunos de los principales manuales clínicos sobre enfermedades mentales, como el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders que edita la Asociación Estadounidense de Psiquiatría. Altos o bajos, nuestro destino se encuentra, en una diminuta medida, a merced de nuestra capacidad de distinción de la realidad, y por lo demás, en las circunstancias que rigen nuestras vidas, sin que poco podamos hacer más allá de lidiar con ellas.

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