Sociedad

El síndrome del niño emperador

Existe hoy un fenómeno particularmente llamativo, sobre todo si se compara con las dinámicas familiares de otros tiempos. En el llamado «síndrome del niño emperador», el niño tiene la autoridad sobre sus padres, generando una dinámica de tiranía y capricho que debería ser atajada con prontitud.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
20
octubre
2023

Dice Sartre en su libro sobre el poeta delincuente Genet que todo niño se siente un rey a una edad temprana, de los tres a los cuatro años aproximadamente. Esta edad coincide con la primera toma de conciencia del ser humano, los años en los que se inician nuestros primeros recuerdos, aquellos que habrán de acompañarnos el resto de nuestros días. Esta sensación de poder «real» es el fruto de el tratamiento privilegiado que recibimos desde nuestro nacimiento; un trato exigido por nuestra propia indefensión frente al mundo.

A los dos años somos pequeñas criaturas que aspiramos solo a salirnos con la nuestra. Encarnamos la voluntad como cosa en sí, que diría Schopenhauer. El niño, a partir de los tres años, aprende a compartir, a empatizar, a asimilar la cultura a la que pertenece; a ser persona, en definitiva. Para vivir en comunidad es necesario postergar la satisfacción de deseos, aprender a perder, a trabajar por lo que deseamos, etc.

No obstante, hoy se da un fenómeno particularmente llamativo, al menos en contraste con tiempos pasados: el síndrome del niño emperador. Pensemos que el emperador, del latín imperator, es más grande que el rey, pues domina e «impera» en países y naciones varias, las propias de un imperio. El niño emperador es aquel que se sale con la suya, ante quien sus padres rinden pleitesía. Para muchos (sobre todo para aquellos que hemos vivido tiempos previos al año 2000 aproximadamente) es una figura ridícula.

El niño emperador indica, primero que todo, que sus padres (o al menos uno de ellos) carecen de un carácter robusto y resolutivo. Es por ello que su hijo impone las condiciones. Por otro lado, las condiciones socioculturales en las que nos movemos hoy favorecen su aparición y proliferación: hoy cualquier palabra elevada (necesaria para cortar por lo sano ciertas conductas nocivas) es estimada como violencia por muchos, incluso por la opinión pública o mayoritaria.

El niño emperador es aquel que se sale con la suya, ante quien sus padres rinden pleitesía

Además, el narcisismo es un fenómeno boyante promovido por el capitalismo tardío como estrategia de aislamiento individual, que fomenta el consumo: el falso amor propio es un incentivo para mantenernos insatisfechos y hacernos consumir ad infinitum sin lograr la satisfacción jamás. Los padres narcisistas son aquellos que no establecen distancia entre la propia identidad y la de sus hijos. El padre narcisista cree que su retoño es extraordinario, como forma indirecta de halagar la vanidad propia y el propio narcisismo. «¿Cómo va a ser mediocre mi hijo si es mío?», piensa para sí.

De todos estos factores surge una preponderancia a tratar a los hijos como reyes, un caldo de cultivo que sirve de base a la aparición del niño emperador, alguien caprichoso que tiraniza a sus propios padres y acaba por estrellarse con la realidad, algo así como la res extensa cartesiana.

El emperador en casa solo lo es también en sociedad cuando pertenece a una familia muy rica o poderosa. Aquel que recibe la subordinación paterna durante su vida tiene asegurada una existencia sumamente infeliz, sobre todo en el plano profesional (o, al menos, así ocurre generalmente). Esto se debe al hecho de que la realidad exterior a la familia no está ahí para atender a nuestras necesidades, ni mucho menos.

Es por eso que el niño emperador no solo gobierna sobre sus padres, sino que los maltrata. Sabe en su fuero interno que no es nadie, una información que le es proporcionada por la sociedad, y debido a la infelicidad que ello le genera, abusa sobre sus padres, que son los únicos que atienden sus demandas. Sabe, también, que estos le sirven por el simple hecho de que es hijo suyo, no porque él cuente con especiales cualidades, talentos o logros; algo que solo exacerba su autodesprecio y atiza su malestar y abusos intrafamiliares. El contexto familiar del niño emperador cuenta, en ese sentido, con elementos sadomasoquistas: el que sufre a su vez ejerce el sadismo, viéndose atrapado en una espiral y dialéctica de dolor e insatisfacción.

El niño emperador es un fenómeno típico de nuestro tiempo, aunque no exclusivo, que ha de ser atajado con prontitud y, en caso de ser necesario, empleando la ayuda externa de un terapeuta, puesto que sus frutos son puramente negativos y nocivos para todos los involucrados.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

El olvido que seremos

Luis Suárez Mariño

De nada sirven las metas: solo los valores y el amor incondicional harán que nuestros hijos nos recuerden.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME