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«Al final todo es una cuestión de clase, también lo trans»

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15
enero
2024

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En Transporte a la infancia (Almadía, 2023), Frida Cartas (Mazatlán, 1979) relata cómo descubrir que no quería ser un niño sino una niña abrió un abismo entre ella y el mundo, ella y su padre, y ella y sí misma. Sin conocer entonces la palabra que lo nombra (transexualidad), Frida, nacida como Alfredo, hace memoria de las vejaciones, humillaciones y desprecios que fue acumulando. Comenzó a escribir para agradecer a su madre el completo apoyo, su ternura y la naturalidad con la que recibió el deseo de Frida: ser mujer. Y ese diario íntimo finalmente se convirtió en libro, con el propósito de acompañar a quienes, como ella, se sintieron solos y desterrados. Con un lenguaje coloquial y honesto, Frida Cartas recuerda las escenas de su infancia en las que fue descubriendo y afirmando su identidad. A través de la memoria, narra cómo fue vivir en Mazatlán, dándose cuenta de que ella no quería ser un niño, como se suponía que tenía que ser, sino la reina del carnaval, la ama de casa, la esposa, la cuidadora del hogar.


¿Hasta qué punto la escritura de este libro le ha resultado terapéutica?

Ahora, ya publicado, con sus críticas y reseñas, con encuentros con periodistas y lectores, me doy cuenta de que fue escrito con un fuerte punto de exigencia para sanar el dolor del que habla. En efecto, con la escritura de este libro hay cosas que creo que sanaron y otras que se van a quedar abiertas, como una herida que no se cura, pero no tengo más ánimo o energía para cerrar las que quedaron abiertas. Digamos que fue sanador en parte, no del todo, pero está bien así.

¿De qué modo uno vence el pudor para contarse en primera persona?

Nunca pensé en escribir un libro, sino un diario o unas memorias para mi mamá y para mí. Alguien, después de leerlo, me animó a publicarlo diciéndome que con mi testimonio podía ayudar a salvar vidas. Al principio no lo tuve claro, porque es muy íntimo, y no quería hacer público algo tan personal, pero después pensé que si yo hubiera podido tener un texto como el que escribí, seguramente me hubiera ayudado mucho, y ese fue el detonante para hacerlo público, que este libro sirviera para que otras personas que no conozco pero que pudieran estar en una situación semejante no se sientan solas.

¿Qué cambiaría, si pudiese de su infancia?

(…) esa culpa constante. Si pudiera cambiar algo, no sentir la culpa, no haberme avergonzado por mis emociones, por mis sensaciones. Que no hubieran pesado tanto sobre mí los roles sociales porque, a pesar de que mi mamá me protegía, me cuidaba, me defendía, yo seguía teniendo culpa.

«Pensé que si yo hubiera podido tener un texto como el que escribí, seguramente me hubiera ayudado mucho»

Transporte a la infancia es todo un homenaje a las madres, sobre todo a Lubia, la suya. ¿Son, por lo general, más comprensibles las madres que los padres con los hijos que sufren?

Sí, me parece definitivamente que sí, no porque los papás no puedan ser amorosos, aunque el mío no lo fue, conozco a algunos que lo son; no es cuestión de capacidad sino de cercanía, de pasar más tiempo con los niños, de tener más disposición de escucha que es lo que tienen la mamás, una relación más íntima y amorosa con los hijos.

¿Qué ayuda a soportar el nivel de sufrimiento que usted narra en estas cartas?

A mí me ayudaron dos cosas: por un lado, las telenovelas que veía en la televisión, que me permitían imaginar que otra vida era posible, para mí no eran patriarcales sino que me proporcionaban una posibilidad de fuga; por otro, la religión, el catolicismo. Ambas cosas me hicieron más soportable estas violencias en casa, en la calle, en todos lados.

¿Cuáles son los principales problemas a los que se enfrenta la infancia trans?

Hay una enorme diferencia entre el momento digamos histórico o social en que esta niña que narro, que soy yo, tiene que enfrentarse a sus miedos y los niños trans de ahora, que disponen de internet y de redes sociales. Me parece que el gran reto de hoy es entender el espacio digital, un espacio con muchos más huecos por donde puede entrar la violencia. Podemos irnos a dormir y, si cuando yo era pequeña ese tiempo era seguro, hoy, mientras duermes, puedes estar recibiendo muchos mensajes de odio, insultos. Creo que la vulnerabilidad es mucho mayor ahora, porque lo digital merma más rápido la salud mental de la infancia trans, y es más devastadora que la que hay en la calle o en la escuela.

Pero internet también es una herramienta que ayuda, porque proporciona información, testimonios que se parecen a nuestras situaciones vitales…

El costo es muy alto, el costo de información, de la pedagogía o del activismo es muy alto, porque ahora podemos no estar conectados, pero nuestro perfil, nuestra imagen, está expuesta 24 horas, y la violencia sucede a velocidad masificada.

La infancia, en este caso la de su padre, puede explicar la violencia del adulto pero, ¿lo justifica en algún caso?

No, justo eso se puede entender, yo entendí tarde de dónde venía la violencia de mi padre, pero el daño está hecho, el horror ya ha sucedido; cada cual ha de asumir las responsabilidades que le tocan, porque no todo el mundo responde igual, pese a haber pasado por situaciones similares. Entendí muy tarde que odiaba a mi papá porque no entendía por qué era violento, pero cuando supe cómo había sido su infancia no puedo decir que le justificase, en absoluto. La herida está ahí, nadie te quita la violencia que has sufrido. Tomé medicamentos, fui activista, hice terapia, mantengo un discurso sanador, pero hay cosas irreparables.

Su padre murió antes de que estuviera el libro publicado. ¿Pudo reconciliarse con él?

Sí, ahora después de su muerte, sigo conversando con él, leo ante sus cenizas partes del libro, me resulta terapéutico.

¿Qué cree que pensaría su padre si pudiera escucharla?

Quiero pensar que él me ayuda a que este libro llegue a muchas personas que lo están pasando mal para que las acompañe. Hay muchísima gente que me ha escrito por redes para agradecerme mi testimonio. Me gusta pensar que él, como reparación del daño que me hizo, me está ayudando a promocionarlo.

«La herida está ahí, nadie te quita la violencia que has sufrido»

¿Puede hablarse de un proceso más duro en función de si el tránsito es de mujer a hombre o si es de hombre a mujer?

Me parece que son muy diferentes, creo que es mucho más duro el paso de hombre a mujer. A mí el mundo nunca me quiso reconocer desde la infancia como niña, pero sí me maltrata como niña; en la adolescencia no me reconocían como señorita, pero me maltrataban como tal. El «niño marica» es maltratado como mujer, pero no se le reconoce como tal. En cambio, el paso de mujer a hombre es más fácil, porque, al fin y al cabo, el hombre sigue teniendo una imagen dominante en la sociedad, y se le respeta más.

La ley trans ha dividido al movimiento feminista en España. No sé si ocurre algo similar en México.

Sí, también. Cuando llegué al feminismo, en 2010, consideraba que el feminismo era mi espacio seguro, pero después de la ola de radicalidad y extremismos dejó de serlo, aunque sigo peleando porque estoy convencida de que sigue siendo un espacio posible. Hay que sentarnos a escucharnos fuera de las redes, fuera de las marchas, en mesas de conciliación, sabiendo que no se trata de ser amigas sino de compartir estrategias políticas. Podemos hacerlo. Ya lo hicimos. Audre Lorde decía que lo que nos separa no son las diferencias sino la incapacidad de comprender las diferencias. Las mujeres trans no queremos sustituir a nadie, pero eso no se puede debatir en los espacios de poder.

Usted habla de que, cuando consiguió formar una familia, es decir, cuando se «normalizó» siguiendo las pautas o las normas del heteropatriarcado, su vida mejoró. ¿No es posible ser distinto y vivir de manera distinta, en paz?

También esta división del feminismo se traslada a una división dentro del mundo trans. Yo sigo siendo atacada con violencia dentro del espacio trans por haber escogido esta normatividad escogida, por asumir los roles de esposa, mamá y ama de casa. Pero ha sido una decisión, ¿por qué no puede ser respetada? Llegué a un pacto con mi marido, por el cual él me paga por hacerme cargo del cuidado de nuestro hijo y por hacerme cargo del hogar. ¿Qué problema hay? Cada cual ha de escoger aquello que considera deseable. Y yo ya no necesito la aprobación de lo mediático o de lo público.

Pienso en el caso de Victoria Volkova, una modelo y youtuber trans muy popular en México. ¿La transfobia tiene que ver con cierto elitismo, en última instancia? ¿Se acepta mejor lo trans si viene acompañado de glamour o de fama?

No tengo duda, al final todo es una cuestión de clase, también lo trans. Las mujeres trans están siendo desplazadas en Latinoamérica, se ejerce una enorme violencia hacia ellas, nada que ver con el trato que reciben ciertas actrices o modelos o cantantes trans. Ahora hay un reality en México en el que aparece una mujer trans de clase humilde, sin estudios, y este programa manipula la cuestión de clase para dar a entender que hay una inclusión de trans de clases bajas, pero no es así, en absoluto, es una manera de capitalizar esa opresión glamourizándola.

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