Medio Ambiente

Cuidar cortando (o cómo asegurar la sostenibilidad de los bosques)

La superficie de vegetación mundial ha retrocedido más de un 15% en 50 años. Pero, la pregunta es: ¿necesitamos seguir talando árboles? ¿Es esto compatible con el urbanismo verde y la protección de la biodiversidad?

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26
enero
2024

En los últimos 50 años se ha arrasado un 15% de la superficie mundial de vegetación, datos que National Geographic ha comparado con el territorio de España, Francia y Portugal juntos. En los últimos 13 años, la deforestación ha arrasado 43 millones de hectáreas en todo el mundo. Esta ha generado una destrucción masiva de selvas, bosques y espacios naturales que está causando no solamente una reducción de la materia forestal, sino también enormes daños en la calidad y el bienestar de los suelos. Existen dos razones por las que talamos árboles en el siglo XXI, dos razones que, hasta la fecha, se han mantenido bien diferenciadas, pero que no debemos confundir.

En primer lugar existe la razón extractiva, es decir, la fórmula mediante talamos árboles para el sistema productivo y esto nos ofrece una gran cantidad de recursos pero también la pérdida de bosques y biodiversidad, hecho que nos acerca al avance del cambio climático. Hay estudios, como «Frentes de deforestación: causas y respuestas en un mundo cambiante» de la ONG World Wild Fund que nos muestran los 24 lugares más amenazados por la deforestación y el avance de estas prácticas insostenibles con el territorio. En 2023, la Agencia Espacial Europea (ESA) también advirtió en un estudio cómo la degradación de los bosques está liberando a la atmósfera grandes cantidades de carbono, especialmente en los trópicos. Este tipo de prácticas no solamente tiene afectaciones sobre la biodiversidad, sino también sobre el sector agrícola y las poblaciones aledañas, lo que puede derivar en complejos conflictos ambientales.

Por otro lado tenemos la tala de árboles que se lleva a cabo no tanto por una voluntad de extraer recursos de la naturaleza, sino para garantizar la supervivencia de los bosques. Hay espacios naturales que se encuentran altamente densificados, y su tala permite controlar esta rápida expansión. Esta tala es la garantía de su salud y capacidad regenerativa, lo que la convierte no solamente en una práctica recomendada sino fundamental para el bienestar de los ecosistemas y para prevenir incendios, inundaciones, vendavales u otros riesgos. El año pasado ardieron casi 900.000 hectáreas de bosques en los países de la Unión Europea, una superficie que es similar a la de la isla de Córcega. Los bosques son ecosistemas vivos en los que conviven muchas especies, y necesitan ser cuidados para sobrevivir y crecer.

Existen dos tipos de tala de árboles: la extractiva y la regenerativa

Una leyenda popular decía que la península ibérica era tan frondosa que una ardilla podía cruzarla sin tocar el suelo en ningún momento. Pero, según el Inventario Forestal Nacional, desde 1990 España ha perdido cerca de un 35% de los bosques. A pesar de que las zonas geográficas y climáticas del país son muy variadas y esto complejiza su gestión, es evidente que el cambio climático y la acción irresponsable de los humanos está afectando los ecosistemas. La Fundación Global Nature expone que el 80% de la masa forestal española (gran parte de la cual están en manos privadas, hecho que dificulta conocer sus condiciones) no tiene instrumentos de ordenación, y esto supone una incapacidad por parte de los actores gubernamentales de tomar acciones concretas sobre el territorio.

Los datos mencionados nos muestran que hay una forma sostenible de talar árboles para cuidar, podar y sanear los bosques sin que derive en una degradación de sus entornos, pérdida de biodiversidad y deforestación. Sin embargo, para ello necesitamos tres cosas: un mejor conocimiento de los datos de nuestros bosques, una mayor conciencia de la importancia de las prácticas que son dañinas y las que no y, por último, una estrategia integradora que permita la explotación de los recursos de forma sostenible y ligada a las necesidades humanas, no a las del mercado. Si bien estas tres directrices parecen sencillas, el panorama ibérico aún deja mucho que desear, y revertir las prácticas que se han llevado a cabo no será una tarea fácil. Pero, en la era del urbanismo verde, no existen ni valen las excusas: o cuidamos los bosques, o nos atenemos a las consecuencias.

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