Cultura

Homo viator, el descubrimiento del mundo a través de los viajeros

En ‘Homo viator’ (Siruela, 2023), el filólogo Pepe Pérez-Muelas describe el descubrimiento de territorios a través de las historias de exploradores que, a lo largo de los años, se han atrevido a atravesar lo desconocido.

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28
diciembre
2023

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Siempre he soñado con un mapa lo suficientemente extenso y preciso como para visitar todos los lugares del mundo en un solo golpe de vista. Como imagina Borges en «Del rigor en la ciencia», la ficción de esta geografía particular desbordaría la propia realidad. Viajar es lo contrario a observar mapas: significa vivirlos. 

El hombre viajó por necesidad en los albores de la historia. Su supervivencia dependía de ello. Salió a la sabana, al campo abierto, y dejó atrás los árboles, el refugio de un tiempo pasado. Solo de esta forma cambió el paradigma y reinó sobre el planeta. Inspeccionó el medio a su alrededor, se atrevió a atravesar enormes territorios en busca de comida. Hizo de los caminos su hogar y conquistó todos los continentes. El éxito de nuestra especie se basó en la capacidad de viajar, de extender el anhelo de conocimiento hacia tierras ignotas. El ser humano aprendió a serlo viajando, desde sus primeros pasos, en el centro de África, hasta la huella de Buzz Aldrin en el suelo lunar.

La expresión Homo viator es un tópico que ha acompañado a la cultura universal desde sus inicios. Estuvo presente en Roma, que enarboló un sistema de vías tan complejo como fascinante, convirtiendo al simple ciudadano en un viajero universal. Después irrumpió el cristianismo y en la Europa medieval el Homo viator se vistió con ropajes religiosos. El hombre que viajaba era el peregrino que caminaba para buscar un hueco en el paraíso. La religión, allá donde haya hecho crecer la fe, ha convertido a sus fieles en viajeros. Incluso hoy, que vivimos en un mundo desacralizado, el propio viaje se ha convertido en una religión laica. Viajamos para evadirnos, para encontrarnos, para huir o para regresar, pero forma parte de nuestra idiosincrasia de la misma manera que amamos o respiramos.

El Homo viator se presenta en dos direcciones: por un lado, la de entender la vida como un viaje; por otro, la de hacer del viaje una forma de vida

El Homo viator se presenta en dos direcciones: por un lado, la de entender la vida como un viaje; por otro, la de hacer del viaje una forma de vida. Las dos se unen en este [texto]. En las siguientes páginas toman la palabra hombres y mujeres que comprendieron que la esencia vital consistía en viajar. La premisa asume que siempre hay un destino más alejado que espera al visitante. Lo sintetizó a la perfección el arquitecto español del siglo XVI, Cristóbal de Rojas, al afirmar que tenía libros, caminos y días. Y no hace falta más. Si hay un hecho que ha conectado a la humanidad a lo largo de la historia ha sido esta necesidad por conocer tierras extrañas. Este [texto] se debe al viaje y se postula como un viaje. Ahora solo falta encontrar el mapa adecuado. A medida que iba tomando forma el libro, que se acumulaban los testimonios y los mapas encima de la mesa, me planteé la posibilidad de reflejar en una sola imagen todas las rutas que quería transmitir. La forma más exacta de traducir las ansias de descubrir del ser humano a través de la geografía son los mapas. A través de ellos se le da nombre a la realidad que nos rodea. Son una guía segura por los océanos, la línea clara de los caminos que llegan a la ciudad deseada. He pasado los últimos años observando cientos de ellos. Desde el mapamundi de Ptolomeo, reconstruido en la Edad Media, hasta el Civitates Orbis Terrarum, de Georg Braun y Franz Hogenberg, donde se describen ciudades con una exactitud científica. Cada mapa me ha aportado una visión diferente de los viajes que aspiro a hacer. Hasta que llegué al de Monti.

Urbano Monti fue un cartógrafo milanés del siglo XVI. No conocía nada de él hasta que me topé con su Trattato Universale. Ocurrió de casualidad, navegando por la red como quien viaja sin destino. Vi su planisferio reconstruido, como si a la esfera en la que vivimos la hubiesen vestido con ropajes renacentistas. Descrittione et sito de tutta la Terra sin qui conosciuta es una obra monumental dividida en sesenta tablas donde se perfila con detallismo extremo el mundo de finales del siglo XVI. Monti creó un atlas donde se reúnen todos los territorios descubiertos hasta ese momento, incluyendo la Antártida, presentida aunque no vista. Sitúa en el centro de su planisferio el territorio Ártico. Es el núcleo de su geografía, y a partir de ahí los continentes crecen sobre los océanos.

El mapa de Monti se esfuerza por ser exhaustivo. De esta forma, podemos ver cómo una barca atraviesa el océano Pacífico, portando las últimas noticias de la expedición de Magallanes. El interior de África es un espacio mítico plagado de seres monstruosos. Animales de los que Monti ha leído o escuchado en boca de comerciantes en las ciudades italianas y que sirven de aviso para futuros navegantes. Su precisión a veces es analítica. En otras responde más al ámbito de la fábula.


Este texto es un fragmento de ‘Homo viator’ (Siruela, 2023), de Pepe Pérez-Muelas.

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